La situación es tremenda, el país está en recesión como consecuencia de los recortes y de la política de austeridad aplicada, el desempleo alcanza al 24,4% y se hunden los ingresos fiscales y el consumo. Estamos empezando a parecernos a Grecia en 2010. La perspectiva es una depauperización general de la mayoría de la población, […]
La situación es tremenda, el país está en recesión como consecuencia de los recortes y de la política de austeridad aplicada, el desempleo alcanza al 24,4% y se hunden los ingresos fiscales y el consumo. Estamos empezando a parecernos a Grecia en 2010. La perspectiva es una depauperización general de la mayoría de la población, con muchos millones de trabajadores en paro, precarios o en trabajos de libre despido, una clase media que se desliza hacia la pobreza, una juventud sin futuro, un desmantelamiento del estado de bienestar, la privatización de los servicios públicos y una fiscalidad cada vez más regresiva. Es decir, un saqueo del Estado social que acaba con los avances que se habían ido consiguiendo hacia la igualdad de oportunidades y el bienestar de la población.
Pero en España todavía queda dignidad y concepto de la soberanía en sus ciudadanos, y democracia y capacidad de resistencia. Por ello se dan las condiciones para que cobre fuerza la movilización social contra una política suicida. Eso es lo que molesta al gobierno, incómodo por la reacción popular, y a los mercados porque España podría ser el eslabón débil de la cadena en una Europa que no resistirá la prolongación de las políticas de austeridad y la moneda única. Por eso está en el punto de mira y en el Directorio ya se empieza a hablar de intervención.
La estrategia para imponer estas agresiones es la de aplicar rápida y radicalmente las reformas al comienzo de la legislatura, para intentar recuperarse después. Ya Maquiavelo venía a decir que las bellaquerías mejor al comienzo del reinado para que la gente se olvide de ellas. Pero el PP no debería olvidar que no cuenta con mayoría social, aunque sacase mayoría parlamentaria absoluta en las generales del 20-N, por la baja participación y la tramposa ley electoral. Encuestas recientes, que reflejan el rechazo de la reforma laboral, apuntan a un fortísimo desgaste en tan sólo cien días por la política de recortes y agresiones sociales aplicada. Hasta de 8 puntos de caída en la intención de voto, debido al malestar y a la contestación social, que incluye la deslegitimación del poder que tiene toda huelga general. Tras las agresiones en sanidad, enseñanza y tarifazos de esta última semana, lo lógico es que se acentúe la caída.
Mentiras y represión
Con este panorama, al gobierno no le queda otra estrategia para intentar evitar el desplome que el recurso a la manipulación informativa y a la represión de las protestas. El antidemocrático golpe de mano en TVE va en esa línea: al final va a acabar teniendo razón Wyoming cuando bromeaba con que el telediario sería el NODO. Es la estrategia acordada en el PP: intensificar lo que llaman vender las reformas. Pero la realidad es un argumento irrebatible. De un lado, el profundo malestar social que está aumentando a grandes pasos por las agresiones sociales entre muy diferentes sectores, incluidas las clases medias; también por las mentiras o incumplimientos flagrantes del programa electoral del PP. Por otro lado, falta de un horizonte cierto de recuperación y de resultados reales en el empleo. Más bien al contrario: el Fondo Monetario Internacional prevé un aumento sólo del 1% del PIB en los cuatros años de legislatura y el gobierno reconoce que la legislatura acabará con 400.000 empleos menos. Es decir, Rajoy acabará superando a Zapatero con la peor marca en desempleo de toda la historia de este país.
Por eso, porque están seguros de que no habrá resultados reales que tranquilicen a la población y porque desconfían de solo la propaganda sea suficiente, se preparan para reprimir las respuestas populares. Para ello necesitan criminalizar las críticas y movilizaciones sociales y el Ministerio del Interior ha anunciado una reforma del código penal que recortaría gravísimamente los derechos y libertades. ¿Se pueden establecer penas de varios años de cárcel por una sentada en la calle? ¿Se pueden responsabilizar penalmente a los partidos, sindicatos o asociaciones por los actos que cometan sus afiliados o personas que acudan a una manifestación por ellos convocada? ¿Por ese mismo principio, no cabría imputar a los partidos por los delitos de robo, corrupción, prevaricación o estafa que comenten sus cargos públicos? ¿Ciberrepresión de las redes sociales? ¿Es esto democracia o un estado de sitio? El Roto lo clava cuando dice que Toda protesta se considerará resistencia a la autoridad. Además, el gobierno de Rajoy tiene que tener mucho cuidado con su tentación autoritaria para que no suceda ninguna desgracia irreparable si reprime las protestas, porque esas cosas nunca se olvidan y crean escenarios impredecibles.
¿Dónde está Rajoy?
Mientras llueven piedras sobre el país, a Rajoy se le podría llamar el Desaparecido. Hay una ausencia de liderazgo por incomparecencia, aparte del bajo perfil que siempre ha tenido. Apenas ha comparecido para dar cuentas a los ciudadanos sobre los recortes. Y no ha dado la cara para explicar sus incumplimientos electorales: abaratando el despido, con el copago de los medicamentos y la consiguiente reducción de las pensiones, los recortes en sanidad y en educación, la subida de los impuestos (IRPF y el IVA el año próximo) y la amnistía fiscal para los defraudadores.
Habla algunas veces fuera del país, en el ambiente protegido de sus reuniones de partido o cuando no le queda más remedio por haberse reunido con algún mandatario extranjero que tiene la costumbre de comparecer ante la prensa y eso le obliga a él. Más allá de la técnica del disco rayado y de la neolengua donde lo que dice no tiene nada que ver con lo que hace, pero tiene muchísima intención (hace lo que tiene que hacer, aunque no le guste, pero es bueno, traerá el crecimiento y el empleo), sus declaraciones no le ayudan mucho. Por ejemplo, hace unos días en Puerto Vallarta (México) presumía de que no había otro gobernante en el mundo que hubiera tomado medidas económicas más duras y más rápidas que él. Exactamente se jactaba de lo que Paul Krugman califica del peor error en la gestión de la crisis: la reducción del gasto y de la inversión pública excesivamente concentradas y en poco tiempo.
En el congreso del PP de Madrid, desafiaba a los manifestantes asegurando que iban a seguir todos los viernes hasta el final de la legislatura con los recortes (que él llama reformas), aunque la economía se desplome y la vida de la gente caiga en picado. O tras la visita de Rasmussen (OTAN), adelantando a Merkel por la derecha, aseguraba que había que seguir con las medidas depresivas, cuando ya en la Unión Europea se hablaba y empezaba a estudiar un plan de reactivación de la inversión y de la economía. No sé si es más grave presumir de la política antisocial, la prepotencia ante las protestas o no enterarse o ser el último en hacerlo.
Aguirre al acecho
La evidente falta de liderazgo y el riesgo cierto de que su política y la crisis se le lleve por el sumidero, va a agitar las aguas de su partido más pronto que tarde. Por eso dedica la mayor parte de sus explicaciones y trabajo en clave interna. Probablemente ahora mismo, el PP no tendría mayoría absoluta. Ya no sirve de excusa la herencia recibida, y la galopante recesión en la que está metiendo al país y la desesperanzadora perspectiva del paro no parece que vaya a acudir en ayuda de Rajoy, sino todo lo contrario. Quizá por ello, la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, que se caracteriza por manejar con astucia los tiempos de la oportunidad política, emplazó a Rajoy con una radical propuesta que ponía en cuestión el estado de las autonomías. Cuantificó con aparente precisión el ahorro que supondría la devolución de las transferencias de sanidad, educación y justicia en 48.000 millones euros; aunque conociendo su desparpajo y capacidad de improvisación seguro que no hay ningún estudio detrás. Y apostillaba, para evitar críticas del sindicato de cargos públicos del PP, que aunque en principio se podrían perder algunos de este tipo de puestos de trabajo, no habría que preocuparse porque ya se encontrarían otros. Todo un regalito el que le hizo a un presidente de gobierno que ya tiene bastantes tensiones institucionales con las comunidades autónomas para que le vengan a crear una nueva.
Más recientemente, en el congreso del PP de Madrid ha vuelto a marcarle la hoja de ruta afirmando que no se recorta lo suficiente y que las reformas van algo lentas. Añadiendo que las cosas hay que explicarlas y hay que dedicar tanto tiempo a explicarlas como a hacerlas, sobre todo si la medicina es amarga. En su opinión sería más conveniente dar la medicina de golpe y no tan espaciada. Le mete prisa y le responsabiliza de las explicaciones. No creo que sea el afán de protagonismo o las simples ocurrencias de muchas otras veces de doña Esperanza Aguirre. Más bien parece el levantamiento de una bandera de referencia para el liderazgo en el futuro, previendo el achicharramiento de Rajoy, haciendo guiños a la derecha más extrema del PP y a alguna formación política como UPyD. En cualquier caso, lo único que parece claro es que la excesiva ambición de Aguirre sólo se iguala a su falta de escrúpulos.
Para terminar y en resumidas cuentas, mientras existan derechos democráticos continuará la protesta y se pasará factura a quienes realicen estas políticas. Ahí está el caso de Francia y el previsible triunfo de Hollande, que puede significar un importante revulsivo en Europa. Y el Alemania, donde en 2013 se puede producir otro vuelco político fundamental, para todos, si el SPD y Los Verdes se atrevieran a pactar con Die Linke.
Defendamos mas que nunca la calle y la política, la cosa pública de todos, para que ningún poder sea impune para hacer lo que quiera al servicio de los intereses de unos pocos y en contra de la mayoría.
Agustín Moreno es profesor de Enseñanza Secundaria en Vallecas (Madrid).
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