[…] A la gente que tiene miedo de la producción de energía nuclear se le pregunta amenazadoramente que si no les importa que no haya suficiente electricidad. E incluso entre los ciudadanos se extiende la sensación de que no hay más remedio que depender de la energía nuclear… A la gente que pone en duda […]
[…] A la gente que tiene miedo de la producción de energía nuclear se le pregunta amenazadoramente que si no les importa que no haya suficiente electricidad. E incluso entre los ciudadanos se extiende la sensación de que no hay más remedio que depender de la energía nuclear… A la gente que pone en duda la energía nuclear se les cuelga la etiqueta de «soñadores poco realistas». Y así ahora nos encontramos donde nos encontramos. Los reactores nucleares, que en teoría eran eficientes, han provocado una situación dramática, como si alguien hubiera abierto la puerta del infierno. Esta es la realidad. La realidad es que los que están a favor de la energía nuclear y pedían a los que están en contra que tuvieran en cuenta que tuviera en cuenta la realidad no era la realidad, sino únicamente una «conveniencia» superficial. Lo que hacían era decir «realidad» en vez de «conveniencia» para cambiar la lógica sin que nadie se percatara. [la cursiva es mía]
Harouki Muraskami, 9 de junio de 2011 [1]
A principios de 2012 [2] Japón sólo tenía en funcionamiento seis de sus 54 reactores, un 11,1%. 35 reactores se hallaban en parada programada (el 64,8%) y 13 más en parada no programada, el 24%. La potencia nuclear instalada en Japón era de 48.960 MW (La de España se mueve en torno a los 8 mil megavatios).
Medio años después, mayo de 2012, ningún reactor nuclear funcionaba en el país que en marzo de 2011 había sufrido la hecatombe de Fukushima, ese Chernóbil a cámara lenta de consecuencias incalculables del que nos ha hablado reiteradas veces el gran científico franco-barcelonés y activista antinuclear Eduard Rodríguez Farré.
Pero de nuevo, malos vientos nos visitan desde el país de Kurosawa. Sus dramáticos sueños no dejan de repetirse una y otra vez.
Suvendrini Kakuchi [4] nos recuerda que en las últimas dos décadas el activista Masao Ishiji ha luchado con uñas y dientes para impedir la operatividad de cuatro reactores nucleares en la occidental zona costera japonesa de Ohi, en la prefectura de Fukui. Empero, en los últimos días, esa lucha alcanzó un momento clave y, desgraciadamente, no para bien. La asamblea municipal aprobó una resolución el pasado lunes 14 de mayo permitiendo la reactivación de dos reactores de la planta [5]. La nueva decisión es un golpe para el movimiento antinuclear del que hay que recuerarse.
¿Cuál es el punto básico? Masao Ishiji señala, con acierto, el sendero de la subordinación y el vivir con permiso del capitalismo: «[…] representa un duro recordatorio de la encrucijada que afrontan los residentes de la zona. Deben elegir entre sus empleos o abandonar la energía atómica, lo cual es una situación muy injusta». Las encuestas locales realizadas por Ishiji y sus compañeros en Wakasa [6] muestran lo previsible: los residentes en la zona viven en la trágica disyuntiva de perder sus trabajos o de ser víctimas de un posible y nada teórico accidente nuclear. O barbarie1 o barbarie2, esta es la cuestión para ellos, no para los propietarios y directivos de la central que viven en otras ubicaciones. De hecho, más del 90% de las cuatrocientas personas encuestadas dijeron «estar preocupadas por la falta de un plan de evacuación seguro si otro terremoto causaba daños en los reactores». ¡Más del 90%!
Los orígenes de los reactores nucleares de Ohi -propiedad de la Compañía de Energía Eléctrica Kansai- recuerdan lo sucedido en España y en muchos otros lugares del mundo: fueron construidos a mediados de los 70, cuando en la zona vivían agricultores y pescadores, y sufrían la pérdida de la población joven y el deterioro de su economía. Se solía trabajar para la industria forestal local, pero los trabajadores y trabajadoras se vieron afectados por las importaciones más baratas de madera de otros países asiáticos. Ello derivó en el abandono del lugar y de los bosques. «Los más jóvenes se mudaron a las grandes ciudades en busca de trabajos mejor pagos, dejando atrás una vulnerable economía local».
Consecuencia: muchas debilitadas economías locales apelaron a la industria nuclear, que el gobierno de turno impulsó como bandera del progreso. Ascó, Vandellós, Santa María de Garoña, Zorita, aquí entre nosotros, el mismo guión, el mismo resultado. Como suele ocurrir, la construcción de reactores fue acompañada por generosos subsidios del gobierno central «para la creación paralela de carreteras, escuelas y diversa infraestructura». Más empleos y revitalización de la economía local, exactamente igual que en España o Francia por ejemplo.
La hecatombe de Fukushima alteró la situación y desencadenó un rechazo generalizado en la ciudadanía a la energía nuclear. ¡Más de un 70% de los ciudadanos japoneses consultados manifestación su oposición y dijeron no confiar en la industria atómica! No más cuentos, no más ensoñaciones falaces sobre el progreso.
Ambientalistas japoneses, recuerda Suvendrini Kakuchi, no se dejan intimidar por la decisión municipal. Aileen Smith, de Green Action, ha insistido en lo esencial, en lo razonable: Fukushima ha sido una brutal llamada de atención sobre los riesgos que supone la energía nuclear para la humanidad y el medio ambiente. Este es el punto, éste es el rovell de l’ou ¿Alguna duda?
Ishiji -que promueve el uso de fuentes renovables en Fukui- ha recordado un nudo básico de la estrategia antinuclear en Japón y en muchos otros lugares del mundo, España no excluida desde luego: la lucha contra la energía nuclear debe estar estrechamente relacionada con el apoyo al trabajo y a los trabajadores. Si se quiere decir en la forma en que le gustaba decir a Manuel Sacristán: el rojo y el verde deben ir unidos de manera consistente, abonándose mutuamente. Es posible y es necesario: otra -nada marginal por supuesto- de las tareas de la hora.
Ante la espada de Damocles del paro y el riesgo nada especulativo de un accidente nuclear grave, la industria y sus publicistas saben mover los hilos de nuestros miedos para llevarnos -no por convencimiento sino por resignación- a la aceptación del riesgo del invierno nuclear. Y este no es, de ninguna de las maneras, ningún sendero transitable. Ni en Japón ni en Alemania ni en ningún otro lugar.
Harouki Muraskami lo dijo así ese mismo día de junio de 2011, cuando recibió el Premi Internacional de Catalunya: «Tendríamos que haber dedicado el poder tecnológico, el conocimiento y el capital social que teníamos como país a desarrollar una forma de energía efectiva que pudiera sustituir a la nuclear… El desarrollo de una forma de energía que no utilizara la energía nuclear tendría que haber sido el tema principal del camino que ha hecho Japón desde la guerra».
Notas:
[1] Tomado de Santiago Vilanova, Fukushima, el declive nuclear. Icaria, Barcelona, 2012, p. 215.
[2] Ibidem, p. 208-209.
[3] Véase ERF y SLA, Ciencia en el ágora. El Viejo Topo, Barcelona, 2012 (capítulos I y VI especialmente)
[4] Suvendrini Kakuchi: «Nueva batalla contra la energía nuclear», http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100762
[5] Habían estado clausurados para la realización de pruebas. En Ohi hay cuatro reactores.
[6] Es un pueblo, una localidad de 9.000 habitantes ubicada entre los reactores de Ohi (tres de ellos en parada programada y uno en parada no programada).
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