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Aceptemos que uno más uno son dos

Fuentes: Rebelión

El título puede dar lugar a confusión, porque no existe ningún condicional aparente. Aceptamos de forma expresa, y yo el primero, que uno más uno son dos, pese a que la unidad solo existe en nuestro diseño de realidad: una manzana, un edificio, un átomo, un político. Muchas sociedades han decidido cuantificar magnitudes determinando así […]

El título puede dar lugar a confusión, porque no existe ningún condicional aparente. Aceptamos de forma expresa, y yo el primero, que uno más uno son dos, pese a que la unidad solo existe en nuestro diseño de realidad: una manzana, un edificio, un átomo, un político. Muchas sociedades han decidido cuantificar magnitudes determinando así algo más que la forma en la que nos referimos a las cantidades. Hay sin embargo, aún hoy día, sociedades con lenguajes anuméricos, que por raro que nos parezca, han logrado sobrevivir con conceptos marginales y tan básicos como «poco y mucho», sin más. Y no solo eso, sino que lo han hecho librándose de nuestra destructiva curiosidad y de nuestra manía por «civilizar» al diferente.

La ciencia exacta por excelencia, la matemática, pese a que funciona como tal en su ámbito, se erige sobre preceptos y construcciones de origen humano, de imaginación humana. Esto no es ningún secreto. Para que fuera de ese ámbito siguiera siendo exacta, necesitaríamos, «simplemente» (uf), que existiera la unidad: esa partícula indivisible sobre la que se construiría la verdad y no solo la consistencia. Puede que algún día se encuentre, o puede que no. Hasta que no lo cacemos no podremos vender la piel de un toro que ni sabemos si existe.

Uno más uno no son dos fuera del constructo humano de las matemáticas. ¿Cuántos ladrillos es «un» edificio, cuántos átomos una manzana, y cuántas partículas un átomo? ¿Cuántos intereses un político?

Se ha abierto un encendido debate poco matemático sobre la responsabilidad de los políticos en esta crisis con maneras de gran depresión selectiva. Hay quien dice que ya está bien de atacar a nuestros representantes, porque ellos están atados a los condicionantes del entorno y que podríamos perder la democracia. Hay quien dice, especialmente los hooligans de los partidos (que no los simpatizantes o los votantes), y los propios interesados, que esa actitud es propia del fascismo, como si al meter en el mismo sombrero de mago una mierda y un rubí, saliera de la chistera un alcornoque en lugar de una piedra manchada.

Es entre gracioso y patético ver cómo se protegen a base de manipulación y deducciones abstractas. A Heinrich Himmler le gustaba Wagner, ¿si te gusta Wagner te pones al ver a un judío como el perro de Pávlov con un metrónomo? ¿Qué tiene que ver un fascista con una persona íntegra? ¿Les mueven las mismas motivaciones? ¿Si eres un demócrata no puedes criticar a los políticos?

No merece más tiempo. Volvamos a las ciencias exactas.

Nuestra unidad virtual se llama democracia, el sumando se llama Constitución, y el resultado debiera ser la soberanía popular. Fuera de esta operación, no existen excusas, de no ser que como con la unidad, asumamos que esto no tiene ninguna base que no hayamos querido asumir como válida sin serlo. Pero si como con las matemáticas, creemos que todo esto tiene una utilidad (y yo, indudablemente lo creo), no podemos pasar a una ecuación sin aprender el concepto de suma.

Los políticos son los responsables de cómo funciona nuestra sociedad más o menos evolucionada, más o menos participativa, o más o menos real. Si ellos no cumplen la tarea que tienen asignada por el contrato social y la propia lógica; que es la de procurar el mejor desarrollo de la convivencia, y el bienestar para las mayorías: la culpa no es de incógnitas sin resolver, o de variables no calculadas, sino de que el político no sigue las reglas básicas.

Uno más uno son dos en el mundo de las matemáticas. Si el resultado es diferente, no estamos utilizándolas. Si un colectivo de banqueros puede sumirnos en una crisis o manipular a los políticos, es que los políticos no están haciendo su trabajo. Si los políticos legislan para que las conductas inmorales sean legales, es que los políticos no están haciendo su trabajo. Si los poderes económicos determinan la política, es que los políticos no hacen su trabajo. Si permanecer en la Unión Europea significa aumentar las diferencias sociales condenando a las clases populares en beneficio de algunas minorías, es que los políticos no están haciendo su trabajo. ¿Son todos los políticos iguales? ¿Cómo vamos a saberlo si siempre han gobernado los mismos perros con distintos collares? ¿Hay que acabar con la política? No, porque hemos decidido que era válida. Lo que hay que hacer es quitarnos de encima a los que no saben, se aprovechan, tienen miedo, o no quieren hacer su trabajo. Y además, para asegurarnos de que nadie volverá a desatender su trabajo (voluntario), hay que crear unas reglas que impidan interpretar las ciencias exactas, y que faciliten que si alguien lo intenta, sea suspendido.

Las cosas son más lógicas y sencillas de lo que algunos quieren que creamos. Nuestra realidad no es un logaritmo neperiano, es una puñetera suma de unidades, así que mejor que no nos confundan. O 1+1=2 o rompemos el encerado y los cuadernos.

Paco Bello. Iniciativa Debate

http://iniciativadebate.org/2012/08/22/aceptemos-que-uno-mas-uno-son-dos/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.