En una entrevista publicada en estas páginas de Rebelión en 2009 en torno a la revolución soviética de 1917, Manuel Talens señalaba que «aquel edificio se derrumbara siete décadas después no hace menos sublime su construcción». A lo sumo nos confirmaba que los sueños, una vez realizados, «necesitan mimo y lucha diaria durante toda la […]
En una entrevista publicada en estas páginas de Rebelión en 2009 en torno a la revolución soviética de 1917, Manuel Talens señalaba que «aquel edificio se derrumbara siete décadas después no hace menos sublime su construcción». A lo sumo nos confirmaba que los sueños, una vez realizados, «necesitan mimo y lucha diaria durante toda la vida para que no se extingan» (Una aproximación a la finalidad comunista que nos brindó el gran escritor y traductor en esa conversación también merece recordarse: el comunismo, un bellísimo concepto según sus palabras, sería la «igualdad de disfrute de los bienes terrenales».
Igualdad de disfrute de los bienes terrenales, de todos los bienes, no sólo de los materiales. Sin olvidar un nudo esencial para el socialismo del siglo XXI: la renuncia a las apuestas fáusticas e irresponsable del capitalismo y la ampliación del imperativo kantiano a la Humanidad del futuro: no podemos ni debemos dejar a las futuras generaciones una tierra repleta de desolación, de contaminación química y enfermedades, de maltrato a la naturaleza, de piscinas atómicas y almacenes incontrolados -o poco controlados- de materiales radiactivos de larguísima vida media, junto a desigualdades insoportables, machismo galopante y criminal, crisis generalizadas y desempleo masivo.
La hecatombe nuclear de Fukushima, cuyas consecuencias seguimos viviendo, es un imagen casi perfecta de los desmanes suicidas de la civilización del Capital. La desesperación creciente de millones y millones de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo es la cara anexa.
Un comunista democrático, recientemente fallecido, crítico donde los haya y nada partidario de las cegueras sociales (aun cuando fueran bienintencionadas), también nos habló reiteradamente -tomando pie en Benjamin y Brecht- de aquel pez cornudo, de aquel intento de asaltar los cielos cuyas páginas blancas apenas se recuerdan o señalan. Todo vale en esta lucha de clases incesante. También aquello de que todo es uno y lo mismo, id est, la barbarie roja y estalinista.
En El orden y el tiempo [1], hacia 1970, el probablemente mayor marxista ibérico de todos los tiempos, alguien que tenía siempre fue presente el artículo de Gramsci sobre la revolución contra El Capital, recordaba con las siguientes palabras un momento difícil de aquel grandioso proceso y su influencia en el país de Togliatti: «A fines de verano y principios de otoño refluye la situación revolucionaria en la Europa central y oriental: en agosto cae el gobierno soviético húngaro de Bela Kun y en el otoño la Revolución rusa vive su hora más grave ante el acoso de los generales blancos y los aliados: Yudenich está ante Petrogrado, Kolchak avanza por Siberia y Denikin llega a 300 km de Moscú. Se interrumpen las relaciones entre el centro de la Internacional Comunista y los partidos que se han adherido a ella. Hasta mayo-julio de 1920 no romperá el cerco la Revolución rusa».
Mientras tanto, prosigue el que fuera fundador de la revista mientras tanto, el movimiento seguía desarrollándose en Italia. «El 6 de julio se constituye en Roma la fracción comunista del PSI, bajo la inspiración de Amadeo Bordiga. Esa inspiración se manifiesta en la definición «abstencionista» o anti-electoral de la fracción, rasgo que suscitará desde el primer momento diferencias con el otro núcleo comunista, el gramsciano de Turín. Y el 20 de julio se produce la primera detención de Gramsci, en relación con una huelga de solidaridad con las revoluciones rusa y húngara. Seis días después L’Ordine Nuovo publica el «Programa de la fracción comunista», el primer documento oficial del comunismo italiano. Todas esas iniciativas políticas ocurren en la cresta de un profundo movimiento social: desde julio se producen, primero en la Romaña, ocupaciones de tierras por los campesinos, movimiento que culminará con el «bolchevismo blanco» campesino de 1919-1920, dirigido por el diputado del Partito Popolare Migliori; éste entrará en contacto con la Internacional Comunista y acabará expulsado del partido católico. Las elecciones de noviembre de 1919 -primeras con voto proporcional- destrozan el viejo sistema de cacicazgos y el viejo Parlamento de notables al dar al PSI, a pesar de la pasividad abstencionista de la izquierda, 1.834.000 votos, que representan 156 diputados…»
Algunos años después. el propio Sacristán recordaba un mecanismo contrarrevolucionario generalizado: «[…] El desencadenante del proceso fue, como es obvio, el cerco militar y económico (exterior e interior) a que se encuentra sometida toda revolución de verdad que no sea una «transición democrática» preparada y escenificada por las clases dominantes, sino que apunte claramente a destruir o disminuir apreciablemente el poder de éstas. Desde las comunidades castellanas y las germanías valencianas, pasando por los campesinos y los anabaptistas alemanes, por la Revolución francesa, la Comuna y la Revolución rusa hasta llegar a la mexicana, ese mecanismo casi automático es tan conocido que no vale la pena detenerse más en él [2]» [la cursiva es mía]
Pues bien este día, el 7 de noviembre, es el día escogido por el frente cívico de Catalunya, y creo que por los frentes cívicos de toda España, para ir organizando y animando, para calentar los motores de cara a la gran huelga general del próximo 14 de noviembre. Es necesario abonar cuando podamos ese ámbito de intervención. ¡Vale la pena que hagamos todos los esfuerzos que nos sean posibles para contribuir a que este día nos permita avanzar hacia el gran éxito social que representará el paro general del 14 a pesar de las dificultades, las presiones empresariales y los vientos huracanados que se nos quieren arrojar encima!
Por nuestra dignidad, por la defensa de los derechos de los y las trabajadoras… Y porque el género humano sigue siendo la Internacional.
Notas:
[1] El orden y el tiempo, Editorial Trotta, Madrid, p. 135 (edición de Albert Domingo Curto)
[2] «Los partidos marxistas y el movimiento por la paz», Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Icaria, Barcelona, 1987, p.180 (edición de Juan-Ramón Capella).
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