Para los amigos de la UCR Me aproximo -toco para ser más exacto- los sesenta. Sin ser un adicto, veo televisión de cuando en cuando. Aunque el aparato en cuestión (y sus muy tenebrosas prolongaciones culturales tóxicas) llegó bastante tarde a las familias obreras (sobre todo a algunas de ellas y, en concreto, a la […]
Me aproximo -toco para ser más exacto- los sesenta. Sin ser un adicto, veo televisión de cuando en cuando. Aunque el aparato en cuestión (y sus muy tenebrosas prolongaciones culturales tóxicas) llegó bastante tarde a las familias obreras (sobre todo a algunas de ellas y, en concreto, a la mía), de adolescente vi informativos, teatro, zarzuelas, series en praderas y fondos del mar e incluso (lo confieso con toda la vergüenza que la ocasión exige) el 123ROV. No creo exagerar, no creo probable que sea una moneda mal acuñada en mi memoria o una incontrolada pasión antifantim (antifranquista y antimonárquica) cegadora, pero nunca había visto nada igual, nunca había visto un programa televisivo como el que nos «regaló» TV1 desde las 22 hasta prácticamente las 23:30 de la noche del jueves 4 de enero. ¡90 minutos de estulticia que no pude soportar hasta su ansiado final! No recuerdo ningún programa que me haya provocado -política, cultural, estéticamente- tanta vergüenza ajena. ¡Qué bárbaros! ¿Cómo han conseguido hacerlo tan mal? ¡Las entrevistas serviles al rey Artur que suelen emitirse por TV3 parecen a su lado interrogatorios de la BPS!
La única explicación que se me ocurre es que pensaran en el tipo de ciudadanos que vería probablemente el «espectáculo» de marras y algún fino analista recomendara que para esas personas (gente de cierta edad, no muy politizados, tendentes a deslumbrase por el uso de ciertas palabras que suenan bien, gentes bondadosas que no logran hacerse idea del lado oscuro-muy-oscuro del entramado monárquico) ese formato, esas imágenes, el mismo entrevistador con pelo blanquecino, esos testimonios vacíos, ese decir insustantivo, todo aliñado como si el mundo (España en su centro) fuera maravilloso y nosotros, estúpidos de nosotros, no nos hubiéramos enterado, era el más adecuado. Por testimonios familiares de gentes muy cercanas, me da que calcularon mal. Por lo demás, que alguien como el actual Jefe de Estado, con sus credenciales ideológicas y su currículum político, sea capaz de hablar sin enrojecer de su fuerte preocupación por la igualdad y de justicia y por lo mal que lo están pasando miles y miles de familias españolas es equivalente a seguir pensando que entre el 6 y el 28 hay otro número perfecto y dedicarse a su búsqueda inútil los mejores quince años de nuestras vidas. Un despropósito inconmensurable.
Además de la entrevista cortesana y los testimonios posteriores de «personalidades» de la edad del suegro de Iñaki Urdangarin, están las imágenes. O el realizador, o los guionistas (no reparé en sus nombres) o algún miembro de la Casa del padre de doña Cristina, la ejecutiva de Caixabank, la copropietaria de Aizóon, son miembros clandestinos de la V Internacional republicana o, sin ningún ánimo de ofender a nadie, su coeficiente intelectual no se aproxima ni de lejos al de Albert Einstein, Simone Weil, Bertolt Brecht, Montserrat Roig o Francisco Fernández Buey. No sólo pudimos ver imágenes de Franco, Fraga, Blas Piñar (¡Blas Piñar!) y algunas curiosidades más (la estatua de Lenin que aparece en «La mirada de Ulises» de Anagelopoulos), sino que se atrevieron a pasar momentos del nombramiento del hijo de Juan de Borbón como rey de España… por parte de las Cortes fascistas en 1975 (el mismo año por cierto en que el cazador real ensalzó las «enormes cualidades humanas» del dictador en su mensaje navideño de fin año).
La entrevista cortesana tiene su pequeña historia. «El rey amplía su campaña de marketing con una entrevista en TVE» era el titular de Público.es [1] de hace un par de semanas. La -decimos mal- entrevista fue grabada en la mañana del jueves 27 de diciembre. Jesús Hermida fue el encargado de realizarla. Es parte, se ha dicho, de la estrategia publicitaria de la Casa Real. «El rey ha emprendido una campaña para recuperar la credibilidad perdida en los últimos años por sus salidas de tono, sus caídas en las cacerías en Botsuana, la opacidad en las cuentas de la Casa Real o los desfalcos cometidos por su yerno. A pocos días de cumplir 75 años, don Juan Carlos pretende dar una imagen más moderna y accesible». ¡Más moderna y accesible! ¡Pues se han lucido!
La cosa vista no fue propiamente una entrevista. Como era de imaginar. Si queremos llamarle una actividad cortesana o acto de subordinación monárquica, nos ubicaremos más cercanos a la realidad real. Comentar por qué Jesús Hermida, por convicción o por lo que fuera, entró en ese juego no es motivo de esta nota. Dio, eso sí, un poco de grima oír palabras como Majestad, observar un estilo permanente de servilismo vergonzante, escuchar unas pseudopreguntas filosófico-existenciales formuladas con tono de hace mil doscientos años y palabras gastadas hasta el non sense, pensabas muy probablemente para impresionar a personas poco puestas de determinada edad, mientras que el suegro del yernísimo, con cara de bonachón y no haber roto un plato en su vida (y físico muy afectado), usaba siempre un tuteo de coleguillas bastante impropio para la ocasión a no ser que se acepte las reglas de un juego en el que alguien, el Rey, está muy por encima de todos y, por supuesto, del entrevistador servil.
Las palabras dichas por el Rey, memorizadas acaso, pensadas por los miembros de la muy trasnochada intelectualidad orgánica de la Monarquía, ocuparon aproximadamente la mitad del tiempo -20 minutos en total- de la quinta entrevista concedida en estos 37 años(hacía 12 que no concedía ninguna). Hermida con sus largas y «sesudas» reflexiones, muy a la par de su interlocutor, consumió el resto del tiempo.
Sin entrar en ellas, sin entrar en esas frases grandilocuentes y vacías de don JH, el Rey usó toda la retórica vacía a la que nos quiere tener acostumbrados. Llegó a manifestarse muy preocupado por los jóvenes que se ven obligados a exiliarse y muy dolido por los sufrimientos de las familias que están bajo mínimos. Políticamente habló con meridiana claridad del ejercicio del derecho de autodeterminación de Catalunya (se manifestó en contra, un paso pactado con el gobierno PP: «[…] veo las intransigencias que conllevan maximalismos y a lo mejor políticas que no nos convienen mucho, que son políticas rupturistas… Creo que en estos momentos a España no le conviene nada; conviene unidad y que estemos todos unidos a un futuro» y a una idea que, por supuesto, no concretó, es incapaz de ello) y habló, en dos ocasiones, de los atentados terroristas, entendiendo por tales, única y exclusivamente, las acciones armadas de ETA. Nada de los otros nudos criminales de la situación que hemos vivido en estos 37 años. Dedicó mucho tiempo a mitificar la figura de su padre y menos minutos a hablar de su hijo, sin que se vislumbrara ningún indicio de una próxima (y, por lo demás, inevitable) abdicación.
El padre de doña Cristina, la infanta que incomprensiblemente aún no ha sido llamada para ayudar a la justicia en el caso del Instituto Nóos, se definió como integrante de «la generación de la libertad» (¡Hay que echarle muchos bemoles al nombrecito!). Una generación, según sus palabras, que ha sufrido mucho-muchísimo (todos ellos), que ha tenido que hacer enormes sacrificios (él, por ejemplo, o don Botín por poner otro ejemplo), que ha trabajado lo indecible para conseguir lo que se ha logrado (Alierta es ejemplo de esto último) y, sobre todo, una generación, esa, la de la libertad, que está preocupada e interesada en dejar una buena herencia a los que vengan. ¿Qué herencia? Cuando habló de su legado, habló de monarquía y democracia, una noción que él identifica con lo vivido en Sepharad en estos últimos 35 años.
España, la palabra y el concepto rancio asociado, apareció en varias ocasiones en la conversación. «Juntos podemos, hay que recuperar la esperanza y la confianza en España». ¡A por ellos! Nada, desde luego, de ningún cambio constitucional. Eso sí, acaso es un desliz que no mereció ninguna aclaración, el Jefe del Estado apuntó que «queda camino por recorrer en la vertebración del Estado».¿Qué camino? No sabe, no responde.
Ya está. Ninguna de las cincuenta mil preguntas que a cualquiera de nosotros o nosotras se nos hubiera ocurrido apareció en la entrevista cortesana. Ninguna, eso es todo. El formato diseñado no dio para más. ¡Tiene su caso que alguien se preste a esta comedia abyecta!
Luego vino el complemento generacional. Es muy probable que algunas personas que participaron y que desconocían el montaje que se realizaría posteriormente, estén ahora absolutamente arrepentidas. Con decir que don Cebrián y Santiago Dexeus se ubicaron entre las voces más críticas de los entrevistados está dicho casi todo.
Dato muy significativo: aparte de Soledad Becerril, el resto de mujeres que aparecieron -Concha Velasco, Josefina Molina, Núria Espert, etc-, son artistas o directora de cine.
Un solo científico, muchos empresarios (a Botín no le cogieron, es muy listo) y bastantes políticos (Roca entre ellos junto al juancarlista divulgador científico Punset).
Eso si, oír las reflexiones del presidente de la primera multinacional española, el señor César Alierta, hace pensar en la inconmensurable injusticia que reina en este mundo. Que un hombre como él, con sus antecedentes curriculares, con su servilismo monárquico permanente (habló del rey en todos los cortes que aparecieron), con su hablar para no decir nada, con la falsedad vomitiva como divisa lingüística, con su manifiesta incapacidad para transmitir nada razonable, ejerza el papel social que ejerce (fue, y no sé si sigue siendo, presidente de un consejo asociado a la UNED), es una demostración o cuanto menos un neto indicio del continuismo de fondo entre lo que llaman «el régimen anterior» (¡qué ignominia!) y este régimen monárquico en decadencia absoluta, en clara y rápida descomposición. Sin resurgimiento posible ni concebible.
Eso sí, como ha señalado Ignacio Escolar, tras la entrevista cortesana, el elefante, la corrupción, la no-transparencia, la hipocresía institucional, el carácter antidemocrático de la institución, los negocios sucios, las conexiones oscuras y tenebrosas y mil asuntos turbios más seguían allí y en Alcanó, un pueblecito de la provincia de Lleida de 250 habitantes, su nombre, el nombre del suegro del gran Duque de Palma, será retirado de una de sus calles a finales de enero [2].
Notas:
[1] http://www.publico.es/448048/el-rey-amplia-su-campana-de-marketing-con-una-entrevista-en-tve
[2] El alcalde, que no se corta ni un pelo, considera, a título personal, que retirar el nombre del Rey «es equiparable a retirar símbolos franquistas». El pleno municipal acordó el 12 de diciembre de 2012 cambiar la calle Joan Carles I por Les Escoles, nombre por el que la conocen ya algunos vecinos. http://www.publico.es/espana/448355/un-pueblo-de-lleida-retira-el-nombre-del-rey-a-una-calle
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría
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