Aunque viene de lejos (a principios de 2004 el Consejo de Europa criticó duramente al Gobierno de Aznar por abusar del «clientelismo político, el paternalismo estatal y la partitocracia» en los servicios informativos de las radios y televisiones públicas estatales), la nueva condena en el pasado mes de Enero del Consejo de Europa al Gobierno […]
Aunque viene de lejos (a principios de 2004 el Consejo de Europa criticó duramente al Gobierno de Aznar por abusar del «clientelismo político, el paternalismo estatal y la partitocracia» en los servicios informativos de las radios y televisiones públicas estatales), la nueva condena en el pasado mes de Enero del Consejo de Europa al Gobierno del PP por la injerencia del Gobierno en los informativos de RTVE y el sesgo partidista que ha imprimido a sus contenidos, ha pasado casi desapercibido en los medios comunicación públicos.
También el Consejo de Informativos de TVE ha hecho públicas las quejas de los trabajadores por la baja calidad de la información y la pérdida de pluralidad que vulnera el derecho de los profesionales a realizar su trabajo con independencia. Todo ello ha conducido a un derrumbe de la audiencia de los informativos de TVE y a ocupar el tercer lugar como cadena más vista. Así podemos comprobar que las cadenas públicas estatales de radio y TV se han convertido en las voces malsonantes de la vergonzosa política del partido gobernante.
Seguramente, amparados en la poca audiencia y, por lo tanto, en la falta de rentabilidad, planteen pronto su privatización. La misma estrategia que han usado con anterioridad los gobiernos del PP y PSOE para justificar las ventas a manos privadas de las empresas públicas.
La degeneración de la vida política, social, económica y ética está llevando a nuestro país a una situación insostenible para millones de ciudadanos que sienten como cada día se les roba parte de su vida, de su hacienda, de sus derechos. Pero el PP utiliza estos medios públicos, con el apoyo y connivencia de los privados que defienden sus mismos intereses, como un colchón apaciguador para convencer y catequizar a los incautos, por suerte cada vez menos, que aún se creen (por intereses personales, incultura o ideología) que las canalladas que están imponiendo con su mayoría absoluta son beneficiosas para un país que se desangra, un país de jóvenes sin futuro, un país que destroza en poco tiempo los logros sociales de muchos años y sacrificios, un país que acaba con su tejido productivo, un país que se ahoga en la miseria de millones de ciudadanos en paro, un país que se hunde con una deuda impagable, un país con más de dos millones de familias sin ingresos para vivir.
Este gobierno canalla se atreve ante la inmundicia y el fango que acumula en sus filas a amenazar con denuncias ante los tribunales aquellos que «osan» manifestar la verdad de tanta podredumbre y compara con ETA a los miembros de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) por señalar con el dedo acusador a diputados del PP que votarán en contra de la dación en pago porque así lo exigen los bancos, haciendo oídos sordos a las petición de miles de ciudadanos (ILP, presentada en el Congreso) para que se modifique la ley hipotecaria y puedan los miles de afectados quedar sin deudas al entregar lo más valioso que tienen, un techo para vivir.
Este Gobierno ilegítimo (ha pisoteado sus promesas electorales y ha engañado a millones de españoles que lo votaron) quiere dejar una sociedad herida de muerte, insolidaria, acrítica, individualista, tercermundista. Una sociedad sumida en la depresión, el conformismo, el miedo, el esclavismo. En definitiva, una sociedad devastada, arrasada, sin derechos sociales y laborales. Y, pasado el tiempo, cuando ya no haya más sangre que extraer porque la sociedad se ha quedado seca, sin respuesta, hundida en la miseria, llegarán los salvapatrias, los mercados, los poderes financieros, los mismos que nos han destruido, y nos entregarán las migajas del banquete y todos acudiremos arrastrados, dándonos codazos, pero resignados y conformes porque ya, aunque duro y mal pagado tenemos trabajo, sin derechos, pero trabajo, sin seguridad, pero trabajo.
Entonces, con las aguas corrompidas, malolientes pero en calma, millones de ciudadanos sentiremos que nos han robado nuestro futuro y para colmo:
– Nunca oiremos al PP reconocer sus errores en la aplicación de una política económica neoliberal que ha desmantelado el poco estado de bienestar que teníamos.
– Nunca mostrará el PP su lógico arrepentimiento, ni se removerá su conciencia por la muerte de personas inocentes desahuciadas.
– Nunca escucharemos al PP destapar sus vergüenzas por las duras políticas de ajustes que han conducido a una situación social desesperante para millones de ciudadanos.
– Nunca veremos al PP mostrar arrepentimiento y pedir perdón por no poner veto a tanta corrupción y premiar a tantos malhechores.
– Nunca se atreverá el PP a manifestar claramente que los intereses que defiende son los de las grandes fortunas, los bancos, las grandes empresas y los ricos de este país.
– Nunca explicará el PP por qué ha destrozado los derechos laborales y sociales que han llevado al hambre y a la miseria a millones de familias.
– Nunca revelará el PP por qué ha rescatado con dinero de todos los españoles a los banqueros timadores y permitido que desvalijen de sus viviendas a miles de familias.
– Nunca reconocerá el PP que no le interesa acabar con el fraude fiscal, ni con la economía sumergida, ni con los paraísos fiscales.
– Nunca querrá decir el PP a los españoles por qué no ha implantado una reforma fiscal progresiva para que todos (rentas del trabajo y del capital) paguen según sus ganancias.
Ante tanto desastre me pregunto, ¿qué futuro tienen nuestros jóvenes? ¿Qué sociedad vamos a legar a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Qué hemos hecho para evitarlo?
Hay que actuar y pronto. Somos mayoría los que pensamos que la única solución es la conformación de una amplia masa social que de forma democrática plantee un programa concreto, aplicable, perfectamente factible, desarrollable y legal, elaborado colectivamente y planteando una alternativa fundamentada. Y es de esta mayoría de la que debemos nutrirnos y de la que debemos construir, día a día, en cada calle, en cada barrio, en cada ciudad, en cada puesto de trabajo (tajo, fábrica, escuela, hospital,…), un colectivo social fuerte y solidario que logre las condiciones para que el tejido que formemos, dispersos unos de otros, tome consistencia y se eleve con vigor, arrogándose la categoría de contrapoder ciudadano. El único que entendemos como legítimo.
Juan García Ballesteros, miembro del Colectivo Prometeo y del Frente Cívico-Somos Mayoría
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.