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Derecho a «decidir» y proyectos independentistas

Fuentes: Rebelión

«Derecho a decidir» es un concepto relativamente reciente que ha irrumpido, aparentemente desde la nada, en la mayoría de organizaciones del ámbito, conservador o no tan conservador, nacionalista catalán. ¿Por qué «derecho a decidir» y no derecho a la autodeterminación? Tal vez porque este último concepto suene más fuerte, más contundente, más de izquierdas. Tal […]


«Derecho a decidir» es un concepto relativamente reciente que ha irrumpido, aparentemente desde la nada, en la mayoría de organizaciones del ámbito, conservador o no tan conservador, nacionalista catalán. ¿Por qué «derecho a decidir» y no derecho a la autodeterminación? Tal vez porque este último concepto suene más fuerte, más contundente, más de izquierdas. Tal vez porque el primero pone énfasis ante y sobre todo, por no decir únicamente, en las relaciones Catalunya-resto de España (Catalunya-España en jerga nacionalista) y se olvida de todo lo demás, de todo lo que también es justo, necesario y conveniente decidir. E, incluso, más concretamente, porque el uso de la expresión es un procedimiento político-cultural que acaso pretenda que habite el olvido sobre el papel esencial del PSUC (y del PCE), y de otras fuerzas comunistas, catalanas y no catalanas, en el combate por las libertades nacionales y en el ejercicio, libre, documentando y no sectario, del derecho de autodeterminación. Aquí, en Catalunya, y en otros lugares de Sefarad.

Ejemplos queridos y admirados de luchadores no nacionalistas que combatieron a favor del ejercicio de este derecho democrático desde la perspectiva de los de abajo y de la unión fraternal de pueblos y ciudadanos. Entre muchas y muchos otros: Giulia Adinolfi, Manuel Sacristán, Montserrat Roig, Alejo Pérez, Pere de la Fuente, Maria Rosa Borràs, Pilar Fibla, Neus Porta y Francisco Fernández Buey (a veces, en minoría de uno).

El ejercicio de este derecho no lleva implícita la defensa de ninguna independencia, no apuesta sin más por la creación de un nuevo (y viejo) estado. Prácticamente nunca esa perspectiva separadora ha estado presente en la tradición de las izquierdas catalanas transformadas. Y mucho menos cuando, como es sabido y contrastado diariamente, durante estos últimos 30 años, allí, pero también aquí, se ha hecho todo lo posible (y hasta lo imposible) para romper puentes, para disolver puntos de unión y hermandad, y para ahondar en diferencias y separaciones, sesgadas y espurias en la mayor parte de las ocasiones. Los ejemplos de agolpan: desde la prohibición del uso del catalán en las cámaras (poco)representativas españolas hasta las falacias, divulgadas hasta la saciedad, sobre la historia de Sefarad y la misma Catalunya, en las tierras de Durriti y Teresa Pàmies, ubicando en el mismo saco de barbarie a don Manuel Azaña y al criminal Queipo de Llano.

La jugada política, además, tiene un marco institucional que liquida las supuestas buenas intenciones democráticas para disolver o intentar disolver democráticamente el problema. Si se quiere ejercer realmente el derecho de autodeterminación, deberían contemplarse todas las posibilidades en juego. Todas. El gobierno catalán, por el contrario, aparentemente (nadie sabe exactamente qué hay en el fondo de la apuesta publicitada), contempla básicamente una, la encarnada en el Consejo de Transición Nacional.

Recientemente, el president Mas, un neoliberal convencido formado en la escuela privada Aula que ha nombrado a gentes de la talla política de Felip Puig, Xavier Pomés y Boi Ruiz como consellers de sus gobiernos, ha encargado al Consejo Asesor para la Transición Nacional diecinueve informes que avalen su proyecto (sea éste el que sea). El órgano presidido por Carles Viver Pi-Sunyer analizará cuál sería la mejor fórmula para conseguir la separación de Cataluña (de España, sólo de España) y cuáles serían sus consecuencias de tal hecho, indicando qué «estructuras de Estado» debería tener listas el gobierno de la Generalidad para poder llevar a término el proyecto independentista. ¿Está claro, aunque no sea distinto, de qué va la cosa?

Por lo demás, hay que admitirlo aunque duela, cuesta mucho ver en ese Consejo Asesor, al lado de doña Pilar Rahola, Germà Bel, Salvador Cardús o incluso Ferran Requejo, al profesor Rafael Grasa, ex discípulo y amigo de Manuel Sacristán, el mismo ciudadano que en sus años de juventud fue líder destacado y reconocido de los comités antimilitaristas anti-OTAN, el mismo luchador antifranquista y comunista que colaboró en la experiencia de alfabetización de Can Serra al lado de Neus Porta, Francisco Fernández Buey y Jaume Botey. Andreu Mas-Colell le habrá contagiado; no hay otra explicación posible.

Eso sí, bordeando, al límite de la paradoja más rupturista y contradictoria, Pi-Sunyer, el presidente del Consejo, ha asegurado que todo esto no significa que «ya esté diseñando el Estado independiente catalán». ¿No, de verdad? Considera posible, faltaría más, que el referéndum que se pretende celebrar no dé como resultado la independencia sino «fórmulas federales o confederales». Y si es así, ¿no se debería trabajar también con estos supuestos alternativos? ¿Se imaginan a doña Pilar Rahola (o a uno de sus colaboradores) elaborando un informe sobre el federalismo solidario en Sefarad?

El argumento esgrimido por este vendedor de humo llamado Francesc Homs, el portavoz del gobierno catalán, apunta a que si el Gobierno central puede informarse sobre las consecuencias de una hipotética independencia de Cataluña, la Generalidad también tiene derecho a hacerlo. ¿Quién ha afirmado lo contrario? Pero, ¿se trata de eso realmente? ¿De recabar información? ¿Quién se puede tragar ese sapo y ese cuento? ¿No es irresponsable relacionar, como se suele hacer día sí, tarde también, el debate independentista con la salida triunfal de la crisis-estafa, situación a la que tanto han contribuido y contribuyen grupos sociales encantados o medio-encantados con la deriva política de Mas y sus muchachos?

De la deriva política de Ciutadans basta recoger estas palabras de uno de sus más «insignes» representantes, el señor Cañas. Según el señor diputado, «lamentablemente, 30 años después vuelve a estar amenazada la democracia en España». La novedad destacada por don Cañas: «aquellos que antes se reunían en secreto para conspirar contra la democracia española se reúnen ahora con luz y taquígrafos en el Palacio de la Generalidad». ¡Mejor imposible! ¡Qué genio político!

El diputado de Ciutans también criticó que el presidente del Gobierno «no se entere de nada y sea cómplice de la deriva separatista de Artur Mas por dar el silencio como respuesta a su permanente desafío», por lo que le ha instado a que «deje de decir y empiece a hacer». Allí, pues, a la derecha, más a la derecha de la derecha españolista de toda la vida. Al lado de este genio de la política democrática, el señor José María Aznar.

Queda eso sí la pregunta del millón: ¿qué opina realmente Caixabank, el banco del señor Fainé y la Infanta de España, el gran poder fáctico catalán, sobre el Consejo Asesor y los planes independentistas?

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.