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Bosquejo de una reflexión sobre la fragmentación de las sociedades

Fuentes: En point de Mire

Traducido para Rebelión por Susana merino

La cuestión de la fragmentación de las sociedades no podría entenderse fuera del «hecho imperial» En tal punto me parece importante distinguir tres clases de imperios: los premodernos, los modernos/coloniales y el imperio de la globalización (contemporáneo).

1.- Los premodernos: los «imperios territoriales» (geográficos/horizontales)

Esta clase de imperios, el egipcio (de los faraones), el persa (de Darío), el de Alejandro, el romano, los islámicos (omeya, abásida, otomano), se fundamentan solamente en las conquistas territoriales. No se preocupan de convertir a las sociedades conquistadas a sus formas de vida, de pensar, de hablar. Todos esos imperios, cada uno según sus especificidades, exigen tres cosas a las sociedades sometidas: pagar los tributos, asegurar el orden público y no establecer relaciones con otros países. Una vez satisfechas estas condiciones el poder central dejaba a los poderes «locales/sociales», vivir en paz. Se trataba de imperios «pluralistas» y en tal sentido «públicamente» tolerantes, lo que por otra parte permitía a las «minorías» sobrevivir a la conquista y al sometimiento.

2.- Los imperios modernos/coloniales (finales del siglo XVI hasta principios del siglo XX)

Comparten con los premodernos el «placer de la conquista territorial» pero mientras aquellos no se preocupaban de cambiar las relaciones sociales, familiares, económicas de las sociedades sometidas, los modernos/coloniales preocupados por SU progreso y por SU bienestar, han tratado de inculcarles -a cualquier precio y por todos los medios- sus formas de vida, de pensar, de hablar, de comer.

Era entonces necesario que estos imperios,en nombre del progreso, destruyeran lo que existía sustituyéndolo por lo que ellos querían: deconstrucción para realizar una construcción que llega a confundirse con una violenta remodelación.

Pero debido a que las características del capitalismo han cambiado y sobre todo a la resistencia de las sociedades sometidas que se han vuelto insumisas, se ha pasado a una tercera clase de imperio, que se corresponde precisamente con una nueva manifestación del capitalismo: neoultraliberal.

Esta nueva clase de imperios renuncia definitivamente al deseo -incluso a la veleidad- de la conquista territorial. Las «guerras» contemporáneas -la de Kosovo, la del Golfo (1990 – 1991 contra la invasión de Kwait). La de Afganistán, la de Irak, la de Somalia- no se inscriben en una lógica de conquista territorial o de «adquisición » como las definía Hobbes. Hemos pasado de la era de las «guerras de conquista» a la era de las «guerras sin conquista» y esto nos muestra cuán singular es la estrategia de esta clase de imperio que se ejecuta fuera del propio territorio nacional, pero no intenta establecer una conquista.

3.- El imperio de la globalización

Esta novedad tiene su correlato político. Ciertamente el objetivo es siempre la dominación mundial y el control de los territorios (zonas, circuitos, carreteras) considerados decisivos. Pero ahora ya n se trata, como en la época del imperio colonial, de integrar a las sociedades sometidas a un régimen de ciudadanía, aunque fuere pasiva, o de pertenencia a un Estado, sino de someter a las sociedades, de forzar su consentimiento, de quebrar su resistencia mediante su fragmentación, su dislocación o su deconstrucción.

Si el imperio colonial deconstruía para reconstruir según su propio orden, el imperio de la globalización reconstruye para quebrar lo que no logró «convertir» o lo que no llegó a conseguir… pero para dejar abandonados a quienes (los segmentos de sociedad) que no hayan logrado integrarse en el orden mundial (espacios y circuitos financieros-económicos, simbólicos, lingüísticos, tecnológicos).

¿Qué gana el imperio? La persistente fragmentación de las sociedades conduce al fracaso, por ilegítimo, del Estado poscolonial. Ciertamente, ha sido un estado fracasado desde su construcción, pero antes las potencias coloniales trataban de mantener las apariencias estatales, con el nuevo imperio estos fracasos del Estado son deseados, provocados y programados. ¿Por qué? Por que las sociedades abandonadas a sí mismas, sin un Estado entendido como principio regulador de la «vida en común» no pueden generar otra cosa que inestabilidad, inseguridad inducida tanto a través de sus luchas internas como por esta dominación imperial, no estatal, no territorial. Al no disponer de medios ni de intenciones de establecer una verdadera paz civil, esta nueva forma de dominación imperial contribuye a la inestabilidad de las regiones que pasan a su dominio (Afganistán, Irak).

Los viejos imperios imponían a los pueblos conquistados, a través de la guerra, un orden civil que había que acatar bajo pena de muerte. El nuevo «imperio» amenaza y reprime; no duda en deshacer la conformación política y social existente. La eficacia de la empresa imperial reside en lograr la integración -es decir «reguladora»- al nuevo orden. El nuevo imperio, lejos de constituir una de las formas de edificación estatal -como fue el caso de los imperios coloniales- parece en cambio oponérsele. De allí la importancia del trabajo de Naomi Klein sobre el «capitalismo del desastre»

Roger Naba, filósofo y catedrático libanés.

Fuente: http://www.renenaba.com/esquisse-d-une-reflexion-sur-la-question-de-la-fragmentation-des-societes/

rCR