Los vivos podemos hacer muy poco por los muertos, mas podemos en cambio dejar que los muertos hagan por nosotros lo muchísimo que ellos sí pueden». Con estas palabras (Asimetría) y un leve temblor en la voz, el poeta y anticapitalista Jorge Riechmann cerraba su intervención en el homenaje a Miguel Romero, Moro , militante […]
Los vivos podemos hacer muy poco por los muertos, mas podemos en cambio dejar que los muertos hagan por nosotros lo muchísimo que ellos sí pueden». Con estas palabras (Asimetría) y un leve temblor en la voz, el poeta y anticapitalista Jorge Riechmann cerraba su intervención en el homenaje a Miguel Romero, Moro , militante revolucionario y defensor del pensamiento independiente fallecido el pasado 26 de enero.
Organizado por sus compañeros de la revista Viento Sur, In Memóriam, Miguel Romero arrancaba pasadas las 12 de la mañana de este domingo en el auditorio del Colegio Mayor San Juan Evangelista; un espacio abarrotado por centenares de personas que han ocupado todas las butacas, han tomado asiento en el suelo o han permanecido en pie durante casi tres horas cargadas de recuerdos, anécdotas, vídeos, música e ideas, con más de una docena de intervenciones de amigos y compañeros del fallecido Romero: todo, para homenajear al periodista, ideólogo y activista político que combatió contra la dictadura franquista, pero también contra las piezas defectuosas del engranaje del sistema democrático.
«¿Qué puedo hacer para hablar de alguien que cuando teníamos poco más de 20 años me convenció de que había que hacer una revolución? Mundial, por supuesto», recuerda José María Galante, amigo y compañero de Moro.
«Moro entendió la revolución social como el futuro . La vinculaba a esperanza, vida más clara, plena. La entendía como alegría: como la fiesta de los oprimidos, asegura Manolo Garí, otro de los más cercanos amigos de Miguel Romero. «Para Moro el socialismo era el horizonte, una utopía que servía para eso, para caminar».
«Su vida era la insumisión», recuerda Francisco Louça, economista y político portugués, líder del Bloque de Izquierda hasta 2012. «Ni un solo día dejó de militar, lo hizo siempre de manera coherente», apunta Carmen Ochoa, otra compañera de Romero en Viento Sur. «Entendía que la acción debía ser siempre colectiva , no podía ser de otra manera», afirma.
En palabras de Raúl Camargo, de Izquierda Anticapitalista, «Moro amaba la revolución y la vida. Es una figura imprescindible, un referente fundamental para todos nosotros, una figura cálida y cercana… su papel en la formación de los y las jóvenes, que hoy ya no lo somos tanto y tomamos el relevo fue muy importante», asegura. «Nos enseñó que los revolucionarios pueden equivocarse en ésta o aquella decisión, pero no se equivocaron de enemigo».
Contaron otra Transición
Como no podía ser de otra manera, la Transición también ha tenido un papel clave en el homenaje. Siempre se explica recurriendo a un número determinado de actores (Santiago Carrillo, Adolfo Suárez , el rey Juan Carlos…) pero el acto de este domingo ha servido para que los asistentes contaran otra Transición, la que vivieron. La que se decidió en las calles: las huelgas generales, las movilizaciones . Miles y miles de personas organizadas que lucharon para garantizar los derechos más básicos, a pesar de las dificultades, de la represión. A pesar de los muertos.
«Moro fue derrotado, nunca vencido. Ni se convenció, ni se arrodilló ante los ganadores de la Transición. Consideraba la revolución no como posible, sino como necesaria. Todo lo demás (partido, estrategia) importaba porque servía para conseguir ese objetivo», recuerda Manuel Garí, también compañero de Romero en la revista Viento Sur. La misma publicación que acaba de lanzar su número 132 , el primero sin la firma de Romero, uno de sus fundadores. «¿A quién telefonearé para comentar este acto? El vacío [que deja] es grande».
Miembro del Frente de Liberación Popular durante la dictadura franquista, fundó la Liga Comunista Revolucionaria, de cuyo órgano de dirección formó parte hasta su disolución en 1991, y militó en Izquierda Anticapitalista desde su escisión de Izquierda Unida. Cercano a la juventud, interesado por los movimientos sociales como el 15-M, Romero «consiguió establecer un vínculo estrecho y potente entre su vida y la militancia», defiende su amigo Galante.
«Miguel siempre dijo que empezó a militar en la cultura antes que en la política. En aquel país casposo y cutre, donde todas las relaciones sociales y personales estaban estrictamente controladas con criterios de sacristía y cuartel, nosotros lo llevábamos muy chungo. Para hacer aquello debíamos poner patas arriba una sociedad mugrienta . Necesitábamos construir un mundo mejor, más libre, más justo. Tenía una idea muy singular de lo que era la política: pensaba que el discurso político no podía acotarse en la óptica de la razón, tenía que tener un vínculo muy potente con las emociones».
Nuevos tiempos, nuevas soluciones
«Hay ideales por los que luchar, causas por las que militar. Hoy hace exactamente 40 años que la dictadura franquista asesinaba en Barcelona a Salvador Puig Antich. Ésa es otra buena causa para militar: que cumplan su castigo los asesinos capaces de dar garrote vil a un chaval de 24 años», sostiene Garí.
Para Martí Caussa, de Viento Sur, son «nuevos tiempos, en los que hay que aportar nuevas soluciones. Quién repite viejos lemas no se equivoca, pero tampoco acierta. Quién se arriesga a proponer tareas nuevas para la nueva situación se arriesga a equivocarse. No hay garantías contra el error, y si finalmente llega hay que ser tenaces, levantarse y aprender de la experiencia. El momento que nos ha tocado vivir debemos enfrentarlo sin garantías, pero con ilusión, tenacidad y capacidad», asegura.
«Todo lo que nos enseñó, aunque nunca lo hagamos tan bien como él lo hizo, vamos a transmitírselo a las nuevas generaciones para seguir este camino, el de la política revolucionaria», asegura Camargo. «A las nuevas generaciones les diremos que había un militante, el Moro, que nos ayudó a entender por qué había que acabar con el capitalismo, por qué había que construir un partido revolucionario. Nos enseñó a amar la revolución y la vida. Hasta siempre, socio. Hasta la victoria».
«Tan sensible a cualquier atisbo de injusticia como al anhelo de cambio»
«Una de las cosas que siempre me asombró fue su capacidad de generar ilusión, por grandes y pequeñas cosas: el mar, una película, un concierto de Camarón… había que ver a Moro en un concierto de Camarón», recuerda Justa Montero, exdirigente de la LCR. «Era tan sensible a cualquier atisbo de injusticia como al anhelo de cambio».
«Fue un gran lector de novelas, crítico y exigente, con criterio. Lector más intuitivo que sistemático. Tampoco había obra de teatro a la que no acudiera. Le encantaba el flamenco, la música clásica, la ópera, el cine», afirma Carmen Ochoa.
«Por muchos defectos que tuviera, como todos los tenemos, era muy buena gente, congeniaba muy bien con los jóvenes, se preocupaba por ellos. Para mí es alguien irrepetible e irremplazable, recuerda su sobrino, Miguel Romero González. «Era reservado y discreto en cuanto a su vida personal. Le gustaba jugar al dominó, al bingo, era muy familiar, cercano. Esa alegría de vivir, de enfrentarme a la vida, de echarle cojones, se la debo a él».
Luchador, idealista, familiar, culto, humilde, sincero o irónico han sido algunos de los adjetivos empleados por quienes le conocían bien, acercando a los asistentes a Moro desde un prisma distinto, más personal. Su defensa de la pluralidad, de la democracia, y su entusiasmo por vivir han sido repetidamente recordados en el homenaje, en el que tampoco ha faltado la música.
Además de la interpretación de Antonio y Laura Camargo de La Salvaora -una de las coplas favoritas de Romero- los asistentes al emotivo homenaje han disfrutado de la música uniendo sus voces a las del coro de mujeres Entre Dos para entonar el Grândola Vila Morena, y han vuelto a hacerlo al concluir el acto, esta vez para interpretar La Internacional con el puño en alto, en un último gesto de admiración y cariño a Moreno, fallecido hace poco más de un mes tras una larga batalla contra el cáncer.
La batalla contra la enfermedad, que, como recuerda Justa Montero, no pudo aplacar su deseo de devorar bocatas de calamares. La última batalla librada por Miguel Romero, pero, a fin de cuentas, una más de entre todas las luchas emprendidas por un hombre que no dejó de pelear por la revolución que centró su vida hasta el último minuto.
¿Se puede dedicar una vida a la improbable necesidad de algo? Creo que sí, es la única manera de vivir la vida dignamente, como una persona libre» opina Galante. «Al amigo que nos deja le decimos ‘que la tierra te sea leve'» sostiene Garí. «Al compañero sólo le podemos honrar luchando. Moro, nuestra lucha sigue».
Fuente: http://www.publico.es/politica/505393/la-revolucion-no-era-posible-sino-necesaria