Manuel Sacristán, que solía fechar sus artículos el 1º de Mayo (como también lo hiciera años después su amigo y compañero Francisco Fernández Buey), recordaba en una entrada sobre «Karl Marx» que escribió para la Enciclopedia Salvat en 1974 [1], que la Gaceta Alemana de Bruselas, una revista dirigida por el revolucionario de Tréveris, había […]
Manuel Sacristán, que solía fechar sus artículos el 1º de Mayo (como también lo hiciera años después su amigo y compañero Francisco Fernández Buey), recordaba en una entrada sobre «Karl Marx» que escribió para la Enciclopedia Salvat en 1974 [1], que la Gaceta Alemana de Bruselas, una revista dirigida por el revolucionario de Tréveris, había dedicado mucho espacio a la insurrección de los tejedores silesios. Incluso para comentarla en verso, con un poema -«Los tejedores»- de Heinrich Heine, uno de los poetas amigos de Karl Marx (comentando y admirado por él mismo, por el autor de «Panfletos y materiales», por el traductor de Brecht, Goethe, Pascoli y Espriu).
Sin lágrima en el ceño duro
Están junto al telar y aprietan los dientes:
Alemania, tejemos tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.
Maldito el ídolo al que impetramos
En fríos de invierno y angustias de hambre,
En vano creímos y le miramos,
Nos ha vendido, nos ha engañado.
Tejemos, tejemos.
Maldito el rey, el rey de los ricos,
Que no ablandó nuestra miseria,
Que nos arranca lo que sudamos,
Que como perros nos manda matar.
Tejemos, tejemos.
Maldita sea la patria falsa,
Para nosotros humillación,
Siega temprana de toda flor,
Festín podrido de los gusanos.
Tejemos, tejemos
Cruje el telar, la lanzadera vuela,
Siempre tejemos, de día y de noche,
Vieja Alemania, es tu sudario,
Y en él la triple maldición.
Tejemos, tejemos.
¡Maldito el rey, el rey de los ricos! ¡Maldita la patria falsa /para nosotros humillación! ¡Vieja Alemania, es tu sudario / y en él la triple maldición!
No sólo fue el poeta Heine quien se aproximó al movimiento obrero. También lo hizo el poeta republicano de los días azules y el sol de la infancia.
Casi un año después del levantamiento militar contra la II República española, Antonio Machado seguía creyendo que un cristianismo laico era el futuro para un mundo en paz. El amor fraternal propuesto por el cristianismo no institucional era totalmente incompatible con los ideales fascistas de aniquilación de etnias, pueblos y personas vulnerables asociado al movimiento fascista español y europeo (el británico no excluido) [2]. El Juan de Mairena nos enseñó: «si quieres la paz, prepárate para vivir en un mundo en paz» [3]. Estaba en línea el poeta exiliado con el viejo Marx, quien había comentado a su hija Laura la que consideraba principal virtud del cristianismo. «Nos había enseñado el amor a los niños». Para el autor de Proverbios y cantares el marxismo era la praxis política que más se aproximaba a las verdaderas enseñanzas de Jesús.
El 1º de Mayo de 1937, en un congreso de las Juventudes Socialistas Unificadas celebrado en Valencia, pronunció un discurso en el que al mismo tiempo que exponía, de manera marginal, sus diferencias con alguna tesis del marxismo (con el peso excesivo otorgado a los asuntos económicos en la marcha de la historia humana por parte de algunas interpretaciones de la obra de Marx), señalaba su defensa del socialismo como esperanza para la Humanidad, para toda la Humanidad, sin distinción de etnias, pueblos o naciones. En la mejor tradición internacionalista del movimiento..
Sus palabras [4]:
Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás. Mi pensamiento no ha seguido la ruta que desciende de Hegel a Carlos Marx. Tal vez porque soy demasiado romántico, por el influjo, acaso de una educación demasiado idealista, me falta simpatía por la ideal central del marxismo, me resisto a creer que el factor económico, cuya enorme importancia no desconozco, sea el más esencial de la vida humana y el gran motor de la historia.
Veo, sin embargo, con entera caridad, que el socialismo, en cuanto supone una manera de convivencia humana, basada en el trabajo, en la igualdad de los medios concedidos a todos para realizarlo, y en la abolición de los privilegios de clase, es una etapa inexcusable en el camino de la justicia; veo claramente que es ésa la gran experiencia humana de nuestros días, a la que todos de algún modo debemos contribuir.
¡Etapa inexcusable en el camino de la justicia! ¡La gran experiencia humana de nuestros días! ¿Lo sigue siendo?
Lo sigue siendo, sin distinción de pueblos o identidades nacionales o nacionalitarias. ¡El género humano es la Internacional! ¿No debe ser ese nuestro cántico en todos los lugares de Sefarad, en todos las movilizaciones y conmemoraciones del mundo?
Albert Einstein [4], finalizada la segunda guerra mundial y poco años antes de su fallecimiento, se manifestaba en términos similares a favor del socialismo, un socialismo no reducido a simple planificación económica, como forma de convivencia de la humanidad.
En 1983, el que fuera estudioso y admirador de su obra, trazaba dos apuntes sobre «la cosa», como les gustaba decir a Víctor Ríos y a Francisco Fernández Buey
Reconozco que reflexiones análogas del viejo Marx -la carta a Vera Sassulich o la carta a Engels sobre los ferrocarriles- me han abierto el camino para pensar que no hay contradicción referente a la acción del desarrollo de las fuerzas productivo-destructivas, y una concepción política socialista que no confíe ciega e indiscriminadamente en el desarrollo de las fuerzas productivo-destructivas, sino que conciba la función de una gestión socialista -y no digamos ya de la comuna- como administración de esas fuerzas, no como simple levantamiento de las trabas que les opongan las actuales relaciones de producción. Me parece que una vez formulado así, esto resulta muy obviamente coherente con la idea de sociedad socialista, de sociedad regulada.
En «¿Qué Marx leeríamos en el siglo XXI?» señalaba el núcleo central del asunto:
El asunto real que anda por detrás de tanta lectura es la cuestión política de si la naturaleza del socialismo es hacer lo mismo que el capitalismo, aunque mejor, o consiste en vivir otra cosa.
En vivir otra cosa… ¿No es eso?
Un poeta como B. Brecht lo expresaba así, en los únicos términos admisibles para un socialista no desnaturalizado. «En la casa de Brecht: versos socialistas para acompañar un cuarteto de Haydn» [5]
El donaire no ahorra el esfuerzo
Ni la pasión, el entendimiento
Que florezca una buena Alemania
Como cualquier otro buen país
Que los pueblos no palidezcan
Como ante una ladrona
Sino que nos tiendan sus manos
Lo mismo que a otros pueblos
Y no por encima y no por debajo
De otros pueblos queremos estar
Desde el mar hasta los Alpes
Desde el Oder hasta el Rin
Y porque hacemos mejor a este país
Lo amamos y lo protegemos
Y nos parece el más amable
Como a otros pueblos el suyo.
Notas:
[1] Ahora en M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983. Sobre este artículo «Karl Marx», hay dos cartas del ministerio de Información y Turismo, fechadas el 14 de marzo y el 15 de marzo de 1974, en las que el «director general de cultura popular» aconsejaba: 1) «La supresión de los pasajes señalados en las páginas 221 a 233 (reducir, sin exaltación, la biografía de Marx)» y 2) «la supresión de los pasajes señalados en las páginas 219-220».
A raíz de este artículo sobre Marx, Jesús Mosterín, por aquel entonces consejero editorial (o similar) de Salvat Editores, le escribía a Sacristán el 8 de mayo de 1974 en los siguientes términos:
Querido amigo:
Muchas gracias por haber escrito un artículo sobre Marx para la enciclopedia Universitas . Siempre es agradable conseguir que quien más sabe sobre un tema sea el que escribe el artículo sobre ese tema. Y dado lo ocupado que siempre estás, lo reacio que eres a colaboraciones de este tipo, y el hecho de que no eres precisamente hombre de pluma alegre y desenfadada, tu colaboración resulta aún más de agradecer.
Aquí te envío 3 ejemplares de cada uno de los fascículos en que apareció una parte de tu artículo. Estos fascículos se encuadernan posteriormente constituyendo el tomo 9 de Universitas.
Como dato curioso te contaré que la censura previa (a la que han de someterse todas las obras que aparecen por fascículos) prohibió tu artículo, ordenando que o se suprimiese o fuese considerablemente reducido. Como puedes suponerte, yo me opuse a ello, y finalmente el artículo salió sin cambiar ni una coma. Te envío la fotocopia de uno de los oficios de la censura, que se autodenomina «ordenación editorial».
Un abrazo, Jesús Mosterín
Amable carta a la que Sacristán respondía el 9 de junio de 1974.
Querido Jesús:
Perdona que haya tardado un mes en contestarte: he estado bastante pachucho.
Te agradezco tu envío y te pongo en guardia contra tu generosa declaración según la cual yo sería el ciudadano más competente in rebus Marxi (este es un raro país y a lo mejor en Tomelloso o Vicálvaro hay un eminentísimo marxólogo cuya existencia ignoramos) y te pregunto si puedo adquirir a su precio de venta corriente una docena más de ejemplares de cada fascículo.
Con un abrazo…
[2] Véanse sobre el fascismo español y el franquismo, Ferran Gallego, El evangelio fascista, Critica, Barcelona, 2014, y Mario Amorós, 75 años después. Las claves de la guerra civil española. Conversación con Ángel Viñas, Madrid, Ediciones B, 2014.
[3] En una nota de 1982 -«Realismo fantasmagórico»- escribía y advertía a un tiempo Manuel Sacristán:
El realismo que hay detrás de esta afirmación es muy antiguo. No es ninguna nueva perversión de la humanidad aportada por el capitalismo imperialista, sino algo que ya se dijo en latín: si vis pacem, para bellum, si quieres la paz, prepara la guerra. Tampoco es nuevo que cada generación de políticos y generales considere no refutado ese dicho por la cantidad de guerras preparadas y realizadas que recuerda la historia; y así amenazan con dar la razón al también viejo dicho shakespeariano según el cual la vida es un cuento absurdo contado por un idiota. Nueva es la dimensión que pueden alcanzar las cosas esta vez, la dimensión de la destrucción y los sufrimientos que causaría una guerra con armamento nuclear, biológico y químico. Los realistas más ricos -los norteamericanos y los alemanes por ejemplo- responden a eso con la construcción de algunos refugios supuestamente eficaces para una parte muy reducida de la población con la tesis de que no toda la humanidad perecería (sino sólo de quinientos a mil millones de irrelevantes personas, entre las cuales no habría que contar ni ministros ni dirigentes de grandes empresas transnacionales)…
[4] Tomado de Ian Gibson, Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado. Madrid, Aguilar 2006, p. 573.
[5] Traducción de Amaranta Süss y Antoni Domènech. En Wolfgang Harich, «Para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Bertolt Brecht: Brecht y el himno nacional». Sin permiso, nº 8, 2010, p. 37. Se trata de la letra que el gran poeta alemán compuso para acompañar el «Cuarteto del Kaiser» de Haydn como himno de la República Democrática Alemana, sin conseguir la aprobación de los dirigentes de la nueva república socialista. Malos tiempos también para una excelente lírica socialista.
Salvador López Arnal es nieto del obrero cenetista asesinado en el Camp de Bota de Barcelona en mayo de 1939 -su delito: «rebelión»- José Arnal Cerezuela.
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