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Reseña de "La soledad del corredor de fondo" de Alan Sillitoe

Tenemos que decidir solos: ellos o nosotros

Fuentes: Rebelión

«No se sirve celebrando victorias, sino superando derrotas.» Che Guevara. Alan Sillitoe (1928-2010), hijo de clase obrera escribió un clásico contra el pensamiento del orden burgués: «La soledad del corredor de fondo», cuento que da título a su libro ahora reeditado. Tanto el relato mencionado como su otro título «Sábado por la noche y domingo […]

«No se sirve celebrando victorias, sino superando derrotas.» Che Guevara.

Alan Sillitoe (1928-2010), hijo de clase obrera escribió un clásico contra el pensamiento del orden burgués: «La soledad del corredor de fondo», cuento que da título a su libro ahora reeditado. Tanto el relato mencionado como su otro título «Sábado por la noche y domingo por la mañana» se convertirían más tarde en películas. Otras obras suyas: «El árbol en llamas», «Colina abajo», «La hija del trapero», «La segunda oportunidad», «La vida continúa», …

De padres analfabetos pasó por el colegio y a los 14 años estaba trabajando en una fábrica en la que se hacían bicicletas. Después entró en la Fuerza Aérea como telefonista y allí cogió la tuberculosis que le dejó 16 meses en cama, tiempo en el que se acostumbró a leer. De allí salió para escribir tras la Segunda Guerra Mundial, mostrando con mano realista la vida de la clase obrera bajo las condiciones que se derivaron de la gran guerra entre las burguesías europeas.

En «La soledad del corredor de fondo» el autor nos muestra a un muchacho que partiendo de una situación marginal y una actitud individualista, desarrolla la más permanente contestación a lo que representa el poder en el capitalismo. Después de robar la caja de una tienda es detenido y encerrado en un reformatorio, esa «tierra de nadie», como él llama al reformatorio, que no es ni la calle ni la cárcel.

Sus cualidades físicas para el maratón, hacen que el director del centro y los representantes oficiales le vean como ganador de una carrera campo a través, con lo que esperan poderse aprovechar para hacer recaer en él la imagen de la eficacia de su trabajo que quieren dar ante sus superiores: los pobres rebeldes que llegan a ese centro doblan la rodilla. Con el triunfo del chico en el maratón su prestigio se vería asegurado, y lo celebran antes de que termine la carrera. Seles escapa un detalle: él los detesta porque representan la fuerza que le ha oprimido, sabe que son quienes representan a quienes siempre le han marginado. Mientras corre, piensa en varias soluciones que le permitan hacerles frente, y que a su vez fortalezcan su autoestima y su conciencia de clase.

Él mismo dice: «ellos son astutos y yo soy astuto. Solo con que «ellos» y «nosotros» tuviésemos las mismas ideas seríamos uña y carne, pero ellos no están de acuerdo con nosotros ni nosotros lo estaremos con ellos, y así es la cosa y así seguirá siendo siempre.»

Como vemos el «ellos» lo enfrenta en primer lugar al «yo soy»: son enemigos del individuo que es él; pero a continuación los muestra enemigos de su clase: «ellos no están de acuerdo con nosotros ni nosotros lo estamos con ellos». El centro del relato es la lucha de clases. De esta manera el texto va respirando entre el nosotros y el yo, en el enfrentamiento con «ellos», la lucha empieza siendo individual para luego resultar colectiva, de todos los oprimidos contra quienes oprimen: «Tipos cumplidores de la ley como vosotros, como ellos … Todos atentos y vigilando a los proscritos como yo, y esperando para llamar a los polis tan pronto como vean que damos un paso en falso. … Pueden espiarnos todo el día … pero no pueden hacer una radiografía de nuestras entrañas y adivinar lo que andamos pensando en lo más íntimo.»

Conforme vamos leyendo tenemos delante la contradicción principal, vemos el carácter del Estado que oprime y su sistema de dominación. El protagonista piensa sobre esos asuntos mientras corre hacia la meta, que es como correr al encuentro de sí mismo y al encuentro de la clase obrera: «yo voy a perder esa carrera porque yo no soy un caballo, …yo soy capaz de ver dentro del alma de la gente de su clase, y él no ve una mierda en los de la mía.» Ahí lo tenemos contraponiendo individuo a individuo y clase a clase. Además manifiesta con la misma fuerza: «yo soy honrado, vaya que lo soy», para dejar claro que el opresor «opinará lo mismo de la suya (su clase)»; y añade que conseguir la verdadera honradez va a llevar a la muerte de quienes conforman el poder que crea esclavos, siervos, obreros, con lo que se refiere a la experiencia histórica de la lucha .

Reflexiona mientras corre sobre lo que representa para él el reformatorio, y concluye que es una navaja, la navaja de ellos, y, aprendido esto, declara: «… de ahora en adelante sé algo que no sabía antes: que ellos y yo estamos en guerra. En guerra perpetua.» Pasará a distinguir entre lo que él, nosotros, considera qué es una guerra y lo que consideran guerra la minoría que domina: «al comprender que yo ya estaba en mi propia guerra, que había nacido en medio de una, que había crecido oyendo el sonido de los «viejos soldados» que habían combatido muy duro en la cárcel de Dartmoor, que casi acabaron muertos en la de Lincoln, atrapados en tierra de nadie en el reformatorio … Eso sonaba más fuerte que cualquier bomba que pudieran tirar los alemanes. Las guerras del gobierno son mis guerras; esas guerras no tienen nada que ver conmigo porque a mí lo único que me preocupará siempre es la guerra que yo mismo estoy librando.»

En medio de la carrera recuerda el chantaje que le ofrecían, ganar para que ellos se llevasen la copa y las felicitaciones a cambio de mejorarle su estancia, y al salir facilitarle la vida; pero el chantaje que producía alguna imagen de victoria por correr más que los demás tiene respuesta desde su conciencia, la respuesta va de frente a la realidad social. Es en ese momento cuando a esa gente debe hacerla creer lo que quieren, y mientras corre va pensando en busca de un acto que supere la contradicción que le plantean, ¿ir delante para ellos?, ¿o hacer lo que su a él le interesa cuando sea necesario?. Tenía que decidir: «… ahí si que conocí la sensación de soledad que invade al corredor de fondo.»

Cuando va el primero en la carrera y faltan unos metros para llegar a la meta, se detiene. Al otro lado el director y sus congéneres se descomponen viendo la afrenta que les hace. Mientras quiere que sepan qué es honradez, sigue diciéndose que no entenderán nada, y piensa en lo poco que valen aquellos; y se dispone a soportar el castigo que van a descargar sobre él por haberse atrevido a rebelarse dejándoles ante sus superiores en ridículo.

«- ¡Corre! -gritaban con sus voces refinadas-. ¡Corre!. Pero yo estaba sordo, tonto y ciego y me quedé donde estaba, … si bien ahora lloriqueaba de la alegría que sentía al verlos finalmente vencidos.»

Cuenta que le sobrevinieron 6 meses más de castigos, 6 meses «para planear mi vida exterior revestida de aparente inocencia y honradez.»

Termina con el propósito de entregar su experiencia escrita a alguien como él, a quien no le traicionará jamás, «lleva toda la vida en nuestra calle y es un buen amigo. Eso sí que me consta.»

La reiteración como recurso pone a quien lee en los ojos del personaje principal, y hace del relato una vivencia propia, de la que no se aparta nadie.

Entre los medios narrativos empleados es de destacar aquel que deja que se acumule un mismo factor, y en el momento en que el cuento entra en crisis, el elemento acumulado se desborda y cambia la dirección del relato. En «La soledad del corredor de fondo» se encuentra un escena que se ha puesto como ejemplo de ese cambio, el recurso es conocido como «plot». En el relato se nos dice que durante varios días en que amenaza lluvia, el protagonista recibe la visita del policía investigador de un robo en el que nuestro personaje ha tenido que ver. El policía sospecha, pero con sus preguntas no consigue la confesión de culpabilidad. El último día que va a verle le interroga en la puerta de la casa, entonces la amenaza de lluvia de los días anteriores, se cumple, se pone a llover, y va a cambiar la dirección del relato. El agua recogida por el canalón empuja en la tubería de desagüe y comienzan a salir a los pies del policía los billetes robados:

«- Cuando vi en qué tenía puesta el tipo la mirada, deseé que me tragase la tierra.

Estaba mirando justamente eso, un adorable billete de cinco libras, … Pensé que me iba a desmayar de un ataque: el agua había arrastrado también tres billetes verdes, y le seguían otros tantos, que al principio se posaban lisos … El viejo Hitler no sabía qué hacer pero se limitó a mirar fijamente una y otra vez hacia abajo, y yo pensé que era mejor seguir hablando aunque sabía que ahora ya no servia de mucho. … Entonces su mano se posó sobre mi hombro.»

«La soledad del corredor de fondo» se levanta con el lenguaje popular y refleja el estado individual en el abandono del proletariado y la conciencia del individuo que reconoce a la clase que le condena. El protagonista se afianza en la conciencia particular y general de los suyos, y en el deseo frustrado tantas veces de superación de las derrotas. Para eso reflexiona sobre su lucha individual, tiene que decidir, y en esa reflexión entran dos preguntas: quién es y por qué. Conforme esto sucede la conclusión se va depositando en el esfuerzo con que demuestra que es el mejor corredor y más honrado que sus enemigos, lo quiere demostrar en el momento en que le toca decidir, o ellos o nosotros, refuerza su conciencia, y nos lo deja como ejemplo para la clase obrera.

Justicia poética que emocionará a quienes lean. Usted debería ser una de esas personas; no se arrepentirá.

Título: La soledad del corredor de fondo.

Autor: Alan Sillitoe.

Traducción: Mercedes Cebrián.

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis», lo puedes bajar de Libros libres, rebelion.org; y es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», edita Fundación Domingo Malagón.