Los últimos acontecimientos en torno a la abdicación del Borbón impuesto por Franco han traído aún más si cabe a la actualidad y al centro de la movilización popular la cuestión de la República. El hecho de que este Rey se haya «caído» tras unas elecciones y la imagen (esta vez en color) de la […]
Los últimos acontecimientos en torno a la abdicación del Borbón impuesto por Franco han traído aún más si cabe a la actualidad y al centro de la movilización popular la cuestión de la República. El hecho de que este Rey se haya «caído» tras unas elecciones y la imagen (esta vez en color) de la Plaza del Sol a rebosar para que se fuera de verdad, pero con descendencia incluida, no podía dejar de retrotraernos a aquella otra en blanco y negro tan conocida del 14 de abril de 1931: cuando tras las elecciones municipales de entonces, el abuelo con la familia entera tuvo que salir por la puerta de atrás del Palacio Real.
Pero esta vez, quienes estábamos allí -y aunque sabíamos de la gravedad del momento que hacía que tanta gente compañera acudiera pidiendo «la Tercera» y exigiendo un referéndum- no podíamos por menos que «retrotraernos» aún más lejos. A aquellas sabias palabras de Marx en que nos advertía contra esa tendencia caprichosa de la historia a repetirse como farsa. Lo que no sabemos es si dejó dicho cuántas veces puede repetirse la farsa. De momento, aquí en el estado español, ya nos colaron en buena medida una de envergadura. La farsa de la Transición. Esa que, tras la muerte del dictador, quebró al rupturismo que quiso retomar el verdadero hilo republicano que teníamos pendiente: el de la República Popular que comenzó a gestarse el 16 de febrero de 1936 tras la victoria electoral del Frente Popular. Y que la respuesta heroica de los trabajadores al golpe fascista del 18 de julio (sólo 5 meses más tarde) hizo que aquella república alcanzara su más alta expresión obrera y popular de proyección revolucionaria por el socialismo.
Es ahí, con esa profunda dimensión de clase, donde la historia nos invita a retomar el verdadero «debate republicano». Y tenemos todo el interés (de clase) que así sea, a tenor de la profunda degradación socio-laboral y política que hoy padecemos en un estado español especialmente afectado por la crisis estructural del capitalismo en curso.
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Ya lo decíamos en nuestro informe político de mayo de 2014: «Particularmente cuestionada socialmente se encuentra la institución de la monarquía, que durante muchos fue forzadamente «cuidada» como garante de estabilidad. Ahora, ni en sus propias encuestas pueden evitar que este Rey se les… caiga. La institución tiene problemas de verdadero recambio. Pues temen abrir la veda que termine por cargársela entera y contagie al conjunto del sistema de concertación post-franquista; algo que tiene un valor político mucho más elevado. En realidad, sólo en este sentido nos interesa la puesta en cuestión de la monarquía: como un punto de partida más que de llegada para retomar el hilo de la «ruptura democrática» escamoteada tras el largo período franquista.
Ciertamente, el cuestionamiento de la Transición va tomando a su vez un carácter más generalizado. De hecho, es objeto de inclusión en programas de candidaturas que se reclaman de izquierdas. Pero no son consecuentes, pues hablan de «agotamiento» de la Transición o de «ruptura de pacto». Debe desde luego aprovecharse esa debilidad de la legitimidad de la Transición incluso entre gente que la apoyó, pero sólo para que se avance en la dirección de la puesta en cuestión de todo el sistema desde su origen. Es el reto que tenemos en el plano político de cara a las movilizaciones. Que la puesta en cuestión de la Transición sea la línea de demarcación política y no simplemente la forma de sistema, que si república o monarquía.» (1)
Pues bien, una vez retomado el hilo roto por la farsa de la «transición», es inevitable que nuestro futuro republicano no pueda reivindicarse heredero directo de la «República del 14 de abril». Aunque valoremos el paso que esta supuso -en tanto que episodio de revolución democrática burguesa que llegó al estado español con gran retraso- fue también la de la brutal represión de clase de Casas Viejas, la de Asturias del 34. La nuestra es la República del Frente Popular: la que liberó a los presos políticos, la que expropió a terratenientes y nacionalizó industrias elementales, la que avanzaba hacia la consecución de los derechos nacionales de los pueblos del estado. Y la que resistió heroicamente al fascismo. Muchas cuestiones estas que hoy día vuelven a cobrar toda su actualidad y que, desde luego, nos obligan a estudiar y asumir, todo lo críticamente que se requiera, aquella experiencia.
No obstante, en Red Roja somos concientes de que actualmente no podemos soslayar en el debate Monarquía/República el hecho de que muchos sectores populares y organizaciones compañeras en las nacionalidades sin estado propio no se sienten concernidos por el objetivo de una «España republicana» ni siquiera en los términos que aquí estamos expresando. De ahí que, incluso en el «debate republicano», pongamos el acento en aunar fuerzas para acabar con el régimen de la transición.
Efectivamente, tal como decíamos también en el informe de mayo: «La situación exige dar pasos adelante en la unidad de acción de todas aquellas fuerzas que están en contra del régimen [de la Transición], de quienes lo hacen desde posiciones republicanas, independentistas, comunistas o anarquistas (…) [mostrando]: la oposición a la monarquía corrupta e impuesta por la dictadura franquista, la oposición a la unidad nacional del estado en contra de la voluntad de los pueblos sometidos a su aparato, la oposición a la constitución de 1978 donde se consagran los privilegios de la oligarquía y la economía capitalista que tanto sufrimiento está vertiendo sobre la clase trabajadora y los sectores populares, la oposición al proceso iniciado en los Pactos de la Moncloa de expolio continuado de los derechos sociales y laborales, la oposición a toda legislación de pérdida de libertades y derechos civiles, políticos y sindicales (Ley Antiterrorista, Ley de Partidos, Ley de Extranjería…).» Más adelante se especifica que esto último incluye la lucha por la Amnistía. Y se continúa diciendo que «todo ello puede ir recogiéndose en una serie de puntos a fin de ir llevándolos «a la calle» y que de alguna manera retoman (y actualizan) el hilo del rupturismo político roto por el enjuague de la Transición».
En lo que a nosotros respecta, desde luego que el día de la abdicación fuimos a las manifestaciones republicanas que convocaron reivindicando no sólo la Memoria Histórica del 36-39, sino también las de las luchas de los años de la Transición. Y comprobamos cómo cada vez más juventud, especialmente la más proletarizada, está adoptando este discurso. Así, aquellos jóvenes que ondeaban la tricolor con una hermosa estrella roja en el centro venían a hacer suya esa República del 16 de febrero. Ahogada en sangre el 18 de julio. Y luego traicionada una primera vez en la «primera transición» del 75. Por eso, dispuestos a resistirnos a una segunda farsa de una «segunda transición», gritamos también: «40 años después, ruptura de una vez».
Nota:
(1) Retos de la movilización y línea revolucionaria de intervención. Informe Político de mayo 2014
* Este artículo lo ha elaborado la redacción de la revista de Red Roja y será incluído en su próximo número, el cual saldrá en las próximas fechas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.