Pablo Iglesias, dirigente de Podemos, en diversas ocasiones ha hecho manifestaciones alabando el papel de las fuerzas armadas españolas. Este artículo pretende recordar que el ejército español se ve favorecido con privilegios que no tienen otros cuerpos del Estado. Aparecido en el diario Público del 01/12/2014. La nueva fuerza política Podemos y su líder, Pablo […]
Pablo Iglesias, dirigente de Podemos, en diversas ocasiones ha hecho manifestaciones alabando el papel de las fuerzas armadas españolas. Este artículo pretende recordar que el ejército español se ve favorecido con privilegios que no tienen otros cuerpos del Estado. Aparecido en el diario Público del 01/12/2014.
La nueva fuerza política Podemos y su líder, Pablo Iglesias, generan grandes expectativas de cambio y transformación tanto sociales como políticas en el Estado español. Expectativas que se basan en las promesas que lanzan sus líderes para regenerar las instituciones del Estado, hoy carcomidas por los privilegios, cuando no por la corrupción de quienes las gobiernan. Pablo Iglesias ha lanzado diatribas contra el corporativismo de las castas que controlan esas instituciones con el ánimo de generar entusiasmo en la hoy desencantada ciudadanía por las políticas de los gobiernos del PSOE y PP.
Pero las expectativas también generan dudas sobre las transformaciones que Podemos pretende acometer. Por ejemplo, de las críticas de Iglesias se ha salvado una institución, las Fuerzas Armadas, a quien Pablo Iglesias ha dedicado diversos piropos. En más de una ocasión ha repetido que esa es una institución fundamental del estado de derecho y que llegado el caso no dudaría en reforzarla. Si eso ocurriera, Podemos, no se diferenciaría de los partidos que se han alternado en el Gobierno de este país, que han colmado de parabienes, privilegios y han mimado al ejército como si fuera el pilar fundamental que garantiza la seguridad de nuestra «escasa» democracia. Entrecomillado que sugiere que desde luego podría ser muy superior a la que gozamos.
Ese estamento bien merece una profunda revisión. Entre las cuestiones más urgentes está el número de efectivos, hoy compuesto por 122.256, de los cuales, 45.587 son mandos y 76.669 la tropa y marinería. Una simple división nos revela que hay un mando por cada 1,68 soldados. Dentro de esa desproporción de mandos, también existe una casta, la de los altos mandos, que nada más y nada menos contiene 250 generales, 1050 coroneles y 3500 tenientes coroneles. Sin duda, estos altos mandos son la proporción más elevada con respecto a la tropa de todos los países de la OTAN. Tropa, que en sí misma ya está sobredimensionada para las necesidades reales de la defensa. Esto lo corrobora el propio ministro de defensa del PP, Pedro Morenés, cuando cifra en 27.000 los efectivos necesarios para hacer frente a los compromisos tanto de la defensa del territorio como para las misiones en el exterior. Así ha dispuesto dejar 12.000 efectivos para la seguridad interna, vigilancia marítima y espacio aéreo; y 15.000 como una fuerza de intervención rápida para las misiones internacionales. Es decir, que el resto del contingente, 95.526 efectivos, hace vida cuartelaría o apagan incendios forestales, aunque ese no es el cometido para el que se enrolaron en el ejército.
Sobre el número de efectivos, añadir, que según la Directiva de Defensa Nacional se deberían alcanzar una cifra de entre 130.000 y 140.000. Es decir que aspiran a más, pero como la crisis aprieta, de momento, se conforman con menos. Así, para 2015 se propone reducir su número a 120.000 a la espera de tiempos mejores..
Pero las Fuerzas Armadas españolas, además, como es obvio, para ser creíbles en la defensa del territorio y sus habitantes necesitan armamentos e instalaciones. Y para ello se han adquirido todo tipo de innumerables artefactos de sofisticada tecnología. De los cuales seguramente Pablo Iglesias habrá oído hablar. Son los aviones de combate Eurofigther, helicópteros Tigre, NH-90, blindados Pizarro y Leopardo, fragatas F100, submarinos S-80, así hasta 21 programas especiales de armamentos. Unos armamentos que acabaran su vida útil, como cualquier otro artefacto, y deberán tirarse a la chatarra. Pero con una diferencia de la lavadora doméstica, que la mayoría de esas armas no habrán entrado nunca en servicio, es decir combate. Claro que algún estratega dirá que esa no era su misión, sino que su cometido era la disuasión, es decir, impedir que algún país nos ataque o invada. Y esa es la gran pregunta que usted Sr Iglesias y Podemos deben afrontar. ¿Cuáles son los riesgos, peligros y amenazas que se ciernen sobre los españoles para mantener esa estructura militar tan costosa? ¿Sabe usted que factura han acumulados esos 21 programas especiales de armas? Nada menos que 34.500 millones, de los que se adeudan 30.000 y que han situado al Ministerio de Defensa en banca rota, pues no pueden pagar a las empresas esos encargos y a medida que se abonan acrecientan la deuda y el déficit público.
Sabe usted, Sr. Iglesias, que le cuesta al bolsillo de los españoles mantener esas fuerzas armadas este año 2014, 16.684 millones, pues al gasto del Ministerio de Defensa se deben sumar las partidas militares repartidas por otros ministerios, como las clases pasivas y la mutua militar; la I+D militar; la Guardia Civil (un cuerpo paramilitar); las cuotas OTAN; y los intereses de la deuda correspondientes a Defensa.
Pues eso, si llega usted al Gobierno, espero no haga lo mismo que Felipe González en 1982 que se desdijo de sacarnos de la OTAN, mantuvo los privilegios de los altos mandos militares e incrementó el gasto militar con adquisiciones de armas que después el gobierno del PP aumentó hasta el desbarajuste actual. Y por el contrario, ajuste el número de las fuerzas armadas a las necesidades de la seguridad de los españoles. Necesidades que seguramente no pasan por la defensa armada, sino por cuestiones más humanas, como son el trabajo, la vivienda, la sanidad, la educación, la protección social, y quizás también el peligro de algún ataque o invasión extranjera. Entonces le aconsejo ajustar el ejército a las necesidades objetivas y no a las presiones del lobby militar-industrial, los únicos que se benefician del alto coste militar actual.