A propósito que el gobierno de Sebastián Piñera decidiera militarizar el país, por intermedio del estado de excepción, la aplicación de la ley interior de seguridad del estado y el toque de queda, a base de un discurso de guerra contra un enemigo interno, luego de las evasiones masivas de estudiantes en el metro, multitudinarias […]
A propósito que el gobierno de Sebastián Piñera decidiera militarizar el país, por intermedio del estado de excepción, la aplicación de la ley interior de seguridad del estado y el toque de queda, a base de un discurso de guerra contra un enemigo interno, luego de las evasiones masivas de estudiantes en el metro, multitudinarias marchas y cacerolazos a lo largo de varias regiones, pareciera que después de 30 años el sistema de vida implantado está por fin puesto en cuestión.
Un sistema de vida que tiene sus bases en la constitución política heredada de la dictadura, la cual a pesar de algunos ajustes realizados desde la vuelta a la democracia, mantiene una defensa a ultranza de los derechos de propiedad y el carácter subsidiario del rol del estado de Chile, en donde la privatización de todos los ámbitos de la vida de las personas, ha traído un modelo completamente bancarizado, en donde el endeudamiento individual para cubrir derechos básicos como la salud, educación, vivienda, pensiones, transporte, entre otros, han sido una constante.
No es casualidad por tanto que la destrucción de lo público desde el mismo Estado de Chile, ha hecho que las personas busquen integrarse a través del consumo. No por nada Chile es el país en América Latina por lejos con más metros cuadrados en Malls, lo que es acompañado de una concentración brutal de los ingresos, en donde el 1% del país tiene el 33% del Producto Interno Bruto, lo cual está por sobre la media regional e incluso Estados Unidos (22%).
Una realidad que ha sido sistemáticamente invisibilizada por las grandes empresas de información, manejadas por una prensa oligopólica (Grupo Edwards y Grupo Sahie) y por canales de televisión cuyos dueños controlan negocios en el retail, la banca y el entretenimiento, los cuales han instalado la idea de Chile como un ejemplo en materia económica para el resto de los países de la región. En otras palabras, convirtieron a Chile en un caso digno de imitar por su orden y seriedad fiscal, invisibilizando así completamente el saqueo sistemático hacia sus propios ciudadanos y territorios.
Un escandaloso saqueo que se expresa brutalmente en los bienes comunes, en donde Chile se destaca por ser el primer país en el mundo en privatizar sus fuentes y gestión de las aguas y la imposición de un extractivismo neoliberal, en donde el negocio minero, forestal, pesquero, agroalimentario, inmobiliario, entre otros, sigue completamente desregulado y tiene a aquel país completamente secuestrado por las grandes fortunas existentes (Grupo Luksic, Grupo Angelini, Grupo Matte, Grupo Ponce-Lerou), los cuales además de concentrar la riqueza natural, son quienes finalmente fijan los destinos políticos del país a través del financiamiento de campañas electores.
Ante este orden neoliberal imperante en Chile, el malestar generalizado que se está expresando con cada vez más fuerza en los diferentes territorios, puede abrir una oportunidad histórica en lo que respecta al comienzo de un proceso constituyente, esperado por más de 200 años, que permita no solo cuestionar un modelo económico en crisis, sino construir un nuevo pacto socioambiental, que se ponga en el centro la construcción de una democracia que dé respuestas a los nuevos desafíos del presente.
La experiencia de los procesos constituyentes de países como Bolivia, Ecuador y Venezuela, sin duda tienen que ser referencias cercanas en lo que respecta a luchas desde los pueblos por democratizar sus países, recuperar derechos y devolver la dignidad. No obstante, como bien muestran esos mismos países, han caído con el tiempo en lógicas caudillistas patriarcales, en donde el autoritarismo, el extractivismo y el clientelismo han terminado por fortalecer el saqueo desde el Estado y la violación de sus mismas constituciones.
Asimismo, las recientes movilizaciones del pueblo ecuatoriano contra el giro neoliberal de Lenin Moreno, en donde la CONAIE ha jugado un rol central, luego del intento de subir el precio de los combustibles de parte del gobierno, nos muestran que tampoco está dispuesto a aceptar recetas del pasado en aquel país, sino por el contrario, lo que se exige es la profundización de la democracia.
Por lo mismo, la construcción de una democracia sustentable en Chile, inevitablemente tenga que dejar atrás tanto el neoliberalismo como el estadocentrismo propuesto por buena parte de las izquierdas y progresismos actuales, buscando otras formas de organización y de relacionarnos horizontalmente, sino repetirá los mismos errores y horrores del pasado, solo que esta vez, en el marco de una crisis climática, la cual por primera vez está poniendo en riesgo nuestra supervivencia en el planeta.
Andrés Kogan Valderrama es Sociólogo
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