«Qué poco heroico es llamar a cientos de pacientes a su domicilio para contener, tranquilizar, evaluar y actuar en consecuencia, pero qué útil amigas»
Tan contagiosa como la pandemia de covid-19 es la estupidez. Desconocemos su R0 pero muy probablemente esté muy por encima de 10. La Comunidad de Madrid tiene el dudoso honor de gestionar de manera especialmente penosa la avalancha. Comenzando por poner al frente del equipo coordinador a una persona (Burgueño), que no sólo NO es experto en este tipo de situaciones sino que, además, generó un sorprendente grado de rechazo profesional por su activo papel en el proceso de privatización de hospitales. Y siguiendo por la última ocurrencia del equipo de Díaz Ayuso, inmediatamente “contagiada” a otros servicios de salud, y que no es otra que el cierre total o parcial de la Atención Primaria para concentrarla en los nuevos hangares hospitalarios.
Los responsables políticos que han gobernado la Comunidad de Madrid en estos últimos 20 años centraron su política en dos estrategias claras: reducir el presupuesto público (aumentando las formas de transferencia de fondos al sector privado), y ahogar progresivamente a la Atención Primaria. En esto último es cierto que no están solos: prácticamente todas las comunidades autónomas, de uno u otro color político, lo llevan haciendo desde hace más de dos décadas, deslumbrados por los brillos del oropel hospitalario, sus ruedas de prensa vistosas para celebrar cualquier hito quirúrgico y sus promesas sistemáticas de acercar un nuevo hospital a cada pueblo, en la cual hay que reconocer que la actual Ministra de Hacienda es consumada maestra.
La forma de entender el sistema sanitario que tienen los políticos españoles queda perfectamente reflejada en su modelo organizativo frente a la pandemia: ante la avalancha de casos, nada mejor que cerrar los centros de Atención Primaria y utilizar a sus profesionales de carne de cañón en los macrohospitales tipo IFEMA, a donde están desviando a médicas y enfermeras sin información oficial alguna, más allá de la comunicación que realizan los propios profesionales por sus grupos de whatsapp. Ignoran tanto lo que es y por qué es imprescindible la AP, que sólo le encuentran utilidad para ordenar el tráfico de pacientes; podrían sustituirlos perfectamente por policías locales.
Una de las razones del confinamiento social es precisamente la de evitar la de aglomeraciones masivas que faciliten la difusión del virus. Para ello nada menos adecuado que hacinar a pacientes leves en grandes naves industriales, como ya vienen haciendo con las residencias de mayores.
Cerrar centros de salud supone acabar con la accesibilidad y la longitudinalidad de la atención: palabras sin sentido ni importancia para políticos modernos, pero que nunca como ahora han sido tan esenciales para la población. Una población que se ha adaptado sin apenas problemas a las instrucciones de permanecer en casa y no acudir al centro sanitario, que se ha dado perfecta cuenta que no es tiempo de acercarse por “naderías”, pero que hoy más que nunca necesita consejo ante tanta información sesgada y dañina, tranquilización ante sus angustias por lo que pueda ocurrirles a ellos y a los suyos, y por supuesto atención ante sus sospechas respecto a un posible contagio y asistencia para todos esos problemas (de la insuficiencia cardiaca al trastorno del ánimo) que, aparentemente, han dejado de tener importancia, en un contexto en el que sólo parecen merecer atención las personas con covid-19.
Es ilimitada la actividad que puede realizar un centro de Atención Primaria en esta era de cuarentenas. En primer lugar como puerta de entrada una vez más para identificar precozmente y aislar adecuadamente a nuevos casos de la pandemia. Sin necesidad de confinarlos y acumularlos en naves industriales, sino manteniéndolos en el lugar donde pueden estar mejor, recuperarse más pronto y: apenas contagiar a nadie; su propio domicilio. Ayudándoles a soportar y superar su enfermedad mediante un apoyo diario y continuado, a distancia o en el domicilio si fuera preciso, recuperando además su lugar preferente de trabajo, el hábitat natural del paciente: su casa. Pero sin olvidar que su territorio no sólo comprende la residencia de los que están contagiados, sino de todo el resto de su “lista”, su comunidad, y que más aún en estas circunstancias, precisa del cuidado de sus profesionales de cabecera.
Una vez más se impuso la metáfora de la máquina en la organización de los servicios de salud, convirtiendo a las personas en tornillos que precisan de corrección: se precisa reducir el input para mejorar el outcome, manteniendo en su capacidad productiva óptima a la unidad de cuidados intensivos, convertida circunstancialmente en el centro del sistema.
Olvidando que cada una de las personas que estamos bajo esta amenaza, la padezcamos o no, necesitamos apoyo, atención ante los problemas y acompañamiento. Lo que hace mejor que nadie la Atención Primaria pero nunca tendrá el más mínimo interés para periodistas y políticos, que nunca apreciaron ni apreciarán el precioso cometido( en el doble sentido del término) de la Atención Primaria.
No podemos permitir que ocurra. Sería tanto como reconocer que La Atención Primaria es superflua.
Blog del autor: https://gerentedemediado.blogspot.com/