Seamos justos: el artículo de Javier Gómez Sánchez no tiene como objetivo dar un mensaje, en esencia, sobre los feminismos. No busca vender misoginia, o anti femininsmos, y menos relativizar una lucha. Si así quedó, fue el resultado de forzar lo que sí quería decir.
Nadie puede quedar sorprendido al saber que el artículo de Gómez Sánchez (GS) era, como siempre, marcadamente político; es decir, a los estándares cubanos, una defensa del gobierno y las instituciones estatales.
El autor, en buena expresión de inercia discursiva (que ahora se le asocia a lo revolucionario) hizo la taxonomía de siempre: revolucionario (re) y contra revolucionario (contra). Según la lógica que entendí, los feminismos revolucionarios están en lo estatal; los otros, son una herramienta del imperio (lo de decir que estas variantes sobredimensionan el problema, es sólo un argumento para que no quede en el aire la idea central). Los primeros feminismos mencionados pueden ser re (en un sentido estricto de la palabra), no lo dudo, pero ¿por qué desacreditar al otro? GS no está intentando atacar una causa justa, sino que quiere dejar bien claro los tipos de feminismos correctos (los políticamente correctos).
Lo que al intentar dividir una causa en lo re y lo contra, puede decirse que, y eso les compete más a las feministas que a mí, debilita una causa. Hago el intento: el feminismo puede tener mil corrientes internas con diferencias, pero coexisten y tienen causa común; ahora, en Cuba, lo que sea que se divida en re y contra, sí queda dividido orgánicamente. Entonces, en ese sentido, sí, el texto de GS es anti feminista.
Tal vez él no comprendió que la palabra revolución ya no es una vara mágica que se usa y abre todos los caminos. Supongo que detrás de todo hay una creencia que consiste en definirse como revolucionario (aliado del partido, que son los que pueden definirse así sin problema alguno) y pensar que eso es un poder especial para clasificar y dividir.
Pero no pensemos que se escribió por una mala persona, dejemos eso para otros espacios. Después de todo, el método simplón de GS, su mal manejo de las estadísticas, puede responder a lo que él cree una buena causa: defender la legitimidad y hegemonía de las instituciones estatales (del partido como rector ideopolítico).
Pero ¿se podía dar un mensaje diferente? ¿Acaso lo único que se le puede decir a los feminismos es que en sus filas hay personas que aprovechan su causa para dar un mensaje contra el gobierno? Eso es un cuestionamiento ético válido, lo que lo coherente sería que se empleara para señalar también la lucha por la mujer que viene de instituciones estatales ya que, de antemano, aparece cargada de proselitismo. Un reclamo para mantener “limpia” la lucha feminista de la politización barata, debe ser generalizado. De lo contrario, es más de lo mismo.
GS habló de algo sensible: los feminismos, para algunos, es algo así como un modo de vida. No lo dudo. Técnicamente, la forma en que uno participa de la producción (material y espiritual) se convierte en un modo de vida. Hay gente viviendo de la guerra, del amor, de la paz, de la música, de los muertos, de los ponches, de la religión, del cuento, del comunismo, del liberalismo, del capitalismo, del marxismo, de un blog, de YouTube. Si eso es condenable, el funcionariado, la actividad propagandística profesional, ser cuadro profesional, debería serlo. Si hay gente viviendo de la militancia feminista y eso es malo, lo es tanto como ser un cuadro político (en esencia, viven de defender un idea o conjunto de éstas). Cualquier causa puede ser un modo de vida para algunos, y su legitimidad es algo mucho más complejo (si es que tiene respuesta teórica) que ser re o contra.
También GS señala, según interpreto, cierto faranduleo, dígase superficialidad. Imagínese, sí, ese faranduleo existe en todo. El postureo existe, no en Cuba, en el mundo, y en los últimos tiempos, más. En Cuba tenemos lo que Díaz Castañón describió como los re del dos de enero. Están en todos lados los que buscan la fama y el reconocimiento. Los hay que son intelectuales, analistas, hasta ministros. Hay marxistas cuya formación es a base de memes, hay anarquistas, liberales, neoliberales, posmodernos, terraplanistas, trumpistas, fidelistas, con unos grados de superficialidad increíbles. Hablamos de personas que, por empatía, puro entusiasmo del momento, se sienten y declaran, seguidores o defensores de algo. Ahí se insertan los fundamentalistas, que son una especie que prolifera en todos los ismos, porque el fundamentalismo está asociado a los modos en que se cree, no aquello en lo que se cree. Y los feminismos no escapan (estadísticamente, deben tener en sus filas personas dogmáticas, es una cuestión de la composición de la viña). Ese pudo ser el mensaje de GS, porque es válido, pero no iba de eso el texto precisamente, ese no era su objetivo. Lo anterior es una moraleja útil a cualquier lucha, porque las luchas justas siempre están bajo el riesgo de cometer errores, de que sus métodos atenten contra su propia legitimidad. De ahí que sus defensores deban velar porque sus métodos sean también justos. Y esa revisión hacia adentro no queda excluida de lo que debe ser parte de las cuestiones que los feminismos aborden.
No dudo que el autor, enmarcado en la discursividad pro oficialidad, pudiera apelar a, por ejemplo, que durante la lucha en la sierra los rebeldes no agredían campesinos, ni saqueaban, porque luchar contra el tirano no les daba permiso para hacer eso; todo como manera de ilustrar la importancia de que la táctica no desacredite la estrategia. Pero se prefirió el binarismo “mágico” de siempre.
También, si lo anterior es un punto importante, habría que preguntarse hasta qué punto, y en qué espacios, ese mensaje de cómo llevar la lucha feminista es necesario en Cuba. ¿Hay espacios donde los feminismos se asumen de manera esnobista y fundamentalista, y en qué medida? ¿Tocar esos temas es como hacer una advertencia para errores de futuro, o como respuesta a prácticas ya visibles en Cuba? Estas son algunas de las cuestiones que, partiendo del artículo en cuestión, me guían para pensar los feminismos de manera crítica y constructiva; preguntas para las que no tengo una respuesta, pero que no las resumo, ni puedo, en decir lo que es re y lo que es contra por estar a favor o en contra del gobierno. Ya eso no es el centro de todo.
Pero lo más importante: el texto no iba de feminismos, sino de lo que es políticamente correcto. En ese plano, las proposiciones dejan de ser analíticas, son un acto de reafirmación. En el Granma se publicó una lógica que nos acompaña desde siempre: dentro todo, fuera nada.
Esperar no es el verbo, sino que habrá que ser activos para que ese discurso cuyo uso divide, no pase a regir las interioridades de las luchas feministas, que es de ahí de dónde deben mirarse las diferencias entre sus distintas tendencias, y no en cómo se relacionan (o desde afuera las relacionan) con el gobierno.
Fuente: https://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/de-lo-que-no-iba-el-texto/