Con ocasión de la conmemoración de los 50 años de la fundación del Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC -ocurrida el 24 de febrero de 1971- presento la siguiente recreación, breve y resumida, de los principales hechos relacionados con ese proceso.
Hace 50 años los indígenas de esta región se organizaron formalmente en el CRIC, después de más de 485 años de lucha[1], resistencia a la colonización española y a la dominación criolla; los pueblos más grandes, los Nasa y los Misak se encontraron y unificaron en la lucha por la tierra, que fue el primer paso hacia la restauración del espíritu de los pueblos por entonces reducidos al salvajismo y a la opresión.
En ese momento les fue favorable el auge de la movilización y las luchas campesinas que se adelantaba en toda la Nación encabezada por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC, y también recibieron la influencia positiva de los triunfos de otros pueblos oprimidos que en América Latina, Asia y África luchaban por la liberación nacional y la justicia social.
La consigna por entonces fue: “somos colombianos, somos campesinos y somos indígenas”. Ese manifiesto fue un acto de rebeldía contra un régimen centralista y conservador, y a la vez, el llamado a construir una alianza nacional-popular, de clases y étnica.
Los pueblos indígenas contaron con el apoyo, colaboración y solidaridad de campesinos y obreros, intelectuales y activistas sociales, que lucharon a su lado en forma comprometida. En medio de esas luchas se fueron agrupando otros pueblos como los kokonucos, yanakunas, polindaras, ambalueños, paniquitás, totoróes, kamsas, emberás, epidaras, quienes hicieron robusto el espíritu de esa Organización.
Así mismo, los pueblos indios del Cauca coincidieron con las comunidades indígenas de otros departamentos y regiones, y ayudaron a crear en 1986 la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC y su aliento hoy llega a todos los rincones del País.
En todo este proceso siempre estuvo al frente el esfuerzo por rescatar su identidad comunitaria, la reconstrucción del pensamiento propio, y la recuperación de su territorio, lo que se constituye en la fuente de cohesión y de poder ancestral y originario. Así mismo han recuperado parcialmente su tiempo pasado, la memoria de sus pueblos, la vida de sus caciques históricos ancestrales[2] y han retomado el camino de “autonomía sin permiso”, pateando la historia que escribió el dominador español y criollo.
El reencuentro entre los indios terrajeros que luchaban por la tierra con los cabildos indígenas, que eran expresión de organización y autoridad propia, fue el aliciente fundamental que le dio fuerza y dirección al movimiento indígena caucano. Las consignas de “la tierra para el que la trabaja” y de “la pobreza no tiene color político” se fundió con la necesidad de recuperar su identidad, pensamiento, territorio, lengua, costumbres y autoridad, y les dio la energía y entusiasmo para hacer respetar su derecho a “ser ellos mismos” y a autodeterminarse como pueblos originarios.
Los indios pobres y sin tierra fueron el sector social interno más importante en esa etapa de lucha, cuando la tarea era desalambrar, picar, sembrar y recuperar el territorio. Poco a poco, en cada predio, vereda, corregimiento y municipio, prendía la Organización y se afirmaba la lucha, se recuperaba la tierra, se organizaba el cabildo y se reconstituían los resguardos.
En los años 80s los terratenientes se aliaron con los narcotraficantes y la lucha sufrió la arremetida de los paramilitares; se vieron obligados a cambiar las formas de lucha y recurrir a las marchas, tomas y bloqueos de la carretera panamericana, para forzar al gobierno a dialogar, defender los derechos y cumplir los acuerdos. De esa manera el movimiento creció, rescató la memoria y el tiempo perdido, el ejemplo cundió, se avanzó y derrotó a quienes no les interesaba el despertar consciente de esos pueblos.
A lo largo de estos 50 años los indígenas caucanos han obtenido grandes avances y logros en recuperación de territorio, respeto de la autoridad y justicia propia, identidad, educación, salud, así como reconocimiento constitucional de sus derechos. Hoy los retos son otros: están relacionados con el manejo de la institucionalidad “blanca” y oligárquica, y con el impacto del mundo del capital, las mercancías y el dinero (narcotráfico) que amenaza con destruir lo más sagrado de esos pueblos como es el sentido de autoridad de la comunidad y de pervivencia colectiva.
En los eventos que se han programado para conmemorar la fundación del CRIC se está haciendo consciencia del extraordinario aporte que pueden hacer los pueblos indígenas a la humanidad en este momento de su existencia. El camino indio de largo aliento es vital y esencial para enfrentar los retos que enfrenta la sociedad humana a nivel planetario.
Tenemos al frente el riesgo de la extinción como especie por efecto de la crisis climática u otros fenómenos de dimensiones catastróficas; o de vivir esclavizados por el poder del capital financiero; o de vegetar bajo el control omnipotente de la tecnología deshumanizada; o de sufrir una vida en medio de una especie de barbarie controlada que en parte ya vivimos (caos, desorden estructural, desestabilización permanente).
Por eso, el llamamiento que están haciendo nuevos sectores,
especialmente jóvenes, que aparecen dentro del movimiento indígena del Cauca
está dirigido a pensar en grande, como indios y como humanos. Mirar hacia
adentro para arreglar la “casa pequeña” sin perder de vista los problemas de la
“Casa Grande”.
[1] De acuerdo a cronistas e historiadores alrededor de 1536 los españoles encabezados por Sebastián de Belalcázar llegaron desde el sur a esta región que hoy es el Cauca.
[2] Entre los Nasas vale la pena mencionar a las cacicas La Gaitana y Angelina Guyumús, a Juan Tama, Silos y Ciclos, y a Manuel Quintín Lame Chantre; y entre los Misak a los caciques Yasquén, Calambás, Pandiguando, Piendamú y muchos otros.