A lo largo del año suele haber efemérides que elevan el espíritu patrio de la extrema derecha española. Lo que sucede es que la extrema derecha hace un uso torticero de estas efemérides para construir todo un hilo ideológico nacionalista.
En esa dirección habló Alejandro García Sanjuán, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva y autor de La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado, en abril de este mismo año: “La ultraderecha sigue la misma táctica en todos los asuntos y, respecto al pasado, adopta la misma estrategia que respecto a la violencia machista o a la inmigración: propagar bulos”.
El motivo de esta frase tuvo que ver con la decisión del Ayuntamiento de Badajoz (gobernado por el PP con el apoyo de Vox y Ciudadanos) de declarar el 19 de marzo como día de la ciudad en homenaje a su conquista en 1230 por el rey leonés Alfonso IX. Un intento de querer borrar de la historia la fundación de la ciudad por del caudillo musulmán Ibn Marwan al-Yiliqi en el año 875.
No es una táctica nueva, tal y como explica Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, esta manipulación de la historia por parte de la extrema derecha es “una tendencia europea, donde hay una forma extrema de nacionalismo etnicista”. En el caso español, “intenta construir la identidad española como una combinación entre nacionalismo y catolicismo, vinculado a la percepción de que España tuvo una identidad católica que se alzó contra los protestantes, contra los herejes o contra los comunistas”.
Gran parte de su mensaje obedece a una divulgación ya existente durante la dictadura franquista, e incluso anterior a ella, en la que se elevaron a la categoría de verdad falsas nociones sobre diferentes personajes históricos (El Cid, Pelayo, los Reyes Católicos, los tercios) o sucesos (Reconquista, Lepanto, conquista de América). La extrema derecha se ha encargado de propagar estos bulos casi a diario. De todos ellos he decidido centrarme en dos que recibieron mucho bombo durante el mes de octubre: la batalla de Lepanto y la conquista de América.
El pasado 7 de octubre se cumplieron 450 años de la victoria de la armada española ante la tropa otomana en la conocida como batalla de Lepanto. En ella se enfrentaron la Liga Santa (principalmente conformada por el Imperio español, la República veneciana y Estados Pontificios) y el Imperio otomano. La manipulación de la extrema derecha consistió en decir lo siguiente: “La Armada Española lidera la victoria en Lepanto frente al invasor turco, España forja un Imperio y Europa se libera del yugo islámico”.
Me interesa la parte final. ¿Fue Europa liberada de la dominación musulmana gracias a la batalla de Lepanto? La respuesta es no.
Europa es muy amplia y no solo está formada por su zona occidental. La batalla fue marítima y Europa no está toda rodeada de agua. En el año 1490 el imperio otomano tenía bajo su poder las actuales Grecia, Albania, Serbia, Montenegro, Kosovo, Macedonia, Bulgaria, además de parte de Rumanía, Moldavia y Ucrania. Y en el año 1600, 29 años después de la batalla de Lepanto, aún seguían controlando el sudeste europeo. La recomposición de la flota otomana fue prácticamente inmediata, tanto es así que apenas dos años después de la batalla, en 1573, se apoderaron por completo de Chipre, expulsando a los venecianos de la isla.
La Sublime Puerta realizó una expedición por el Atlántico en 1585 durante la cual tomaron momentáneamente la isla de Lanzarote. Ganaron varias plazas persas, conquistaron Túnez, Georgia y Armenia occidental, además de buena parte de lo que se había conocido como Mesopotamia.
A comienzos del XVII incorporaron todos los avances tecnológicos que habían impulsado a Occidente a poder tomarle la delantera años atrás. Fueron esos avances los que propiciaron que en 1617 tomasen la isla de Madeira fugazmente; atacasen en 1627 las costas de Sussex, Dinamarca, Suecia y Noruega, o las islas Shetland, Feroe e Irlanda; y navegasen entre Terranova y Virginia en 1637. En 1669 terminaron de apoderarse de la isla de Creta frente a los venecianos, y en 1708 arrebataron Orán a los españoles. En realidad, su dominio en el Mediterráneo no se vio tan comprometido como se intenta hacer creer: y su derrota en Lepanto, desde luego, no significó su inmediata retirada como pretende la extrema derecha que creamos.
Quiero detenerme en la expresión: “liberada del yugo”. Esto del yugo suena mucho a “fuimos invadidos” o a “invasión”. Es una noción que pretenden transmitir cuando hablan de la llegada de las tropas del califato Omeya a la península ibérica en el año 711. Incluso el propio alcalde de Madrid dijo recientemente: “Les parece fatal que nosotros hiciéramos la Reconquista de la invasión musulmana. Yo no le voy a decir a los musulmanes que nos tienen que pedir perdón”. Más allá de que Almeida asuma que España existiese en el 711, o vincule a todo musulmán con esa conquista solo por el hecho de ser musulmán, me resulta curioso que utilizase el término “invasión” para lo sucedido a partir del 711, una palabra que no suelen emplear cuando se refieren a la conquista de América.
De hecho, respecto a la conquista de América por parte de la corona española, les ha dado por hablar de “liberación”. Buen ejemplo de ello son las declaraciones de Toni Cantó: “Yo no creo que seamos colonizadores ni conquistadores ni nada parecido. Yo creo que España cuando llegó a aquel continente liberó al continente. Lo liberó de un poder brutal, salvaje, caníbal”.
En la misma línea de calificar al imperio azteca como un “régimen sanguinario y de terror”, se encaminaban las palabras de Abascal en su acto del pasado día 9 de octubre al afirmar: “Qué orgullo sabernos herederos de los que descubrieron el nuevo mundo, que pusieron fin al genocidio de los indígenas”.
El presentismo y el reduccionismo de los que hacen gala sobre este hecho histórico es notable. Efectivamente, algunos pueblos indígenas que habían estado sometidos a entidades políticas indígenas superiores (aztecas, incas, mayas) se alegraron de la llegada de los españoles. Otros pueblos que con el tiempo se unirían a los conquistadores, como los otomí, les combatieron en un primer momento. Otros, tras someterse pacíficamente a los españoles, como los purépecha, vieron saqueadas sus regiones y destruidos sus templos.
Reducir un proceso complejo a un simple “estaban dominados y los españoles les liberamos” es poco serio. Un proceso de conquista tiene muchos matices y aristas. Todo imperio se construye alternando el pacto y la conquista, y cada una de esas opciones se aplican según la necesidad del momento. Del mismo modo, si bien en muchos casos se mantenían las estructuras de poder prehispánicas si los intereses españoles o de la Corona lo requerían, los indios quedaban sometidos a su autoridad a través de las encomiendas o mitas.
Tratar de hacer creer ahora que España era algo así como una especie de entidad política superior pacificadora que iba generando paz y armonía allí por donde pasaba sin coste alguno para quien era sometido es pura ficción. La conquista de América es compleja, tanto por su duración como por los múltiples sucesos que la conforman. Poner el foco sólo en los aspectos positivos no es divulgación, es propaganda. Existe una notable diferencia entre simplificarlo todo en clave positiva o negativa y abordar hechos pasados desde un punto de vista científico. La diferencia que va de la verdad al bulo.