Mucha parte de nuestra ciudadanía ha sido expulsada de nuestro país en diferentes décadas por razones de diferente índole. Desde las razones políticas a partir de la Guerra Civil, a las razones económicas que aún hoy siguen empujando a gran parte de nuestra juventud a seguir buscándose las habas en otros países, mucha de la nueva emigración actual ya no es tan joven.
Parte de la diáspora, la menos, salió de una manera más fácil, sin necesidad de haberse sentido expulsados de España y más como una opción personal para lograr un mejor estatus profesional, económico, o simplemente por ser uno de aquellos jóvenes aventureros de los que hablaba Fátima Bañez cuando era ministra de Trabajo, Seguridad Social y Migraciones.
Este segundo grupo normalmente puede retornar con la facilidad con la que salieron del país, sin dramas y sin necesidad de hacer demasiados números.
Del primer grupo que fueron expulsados, gran parte están deseosos de una oportunidad firme para retornar a su ciudad, su región, o simplemente a su país, pero aún tienen en la cabeza la idea de ese país que dejaron atrás cuando decidieron emigrar y recuerdan esos últimos meses de dudas, problemas para encontrar trabajo y el duelo de decidir que tienes que coger las maletas y salir del único lugar que has conocido dejando atrás a familia y a amigos.
Esta semana una de esas emigrantes que parecía ser de las que solo volverían a España para su jubilación, nos anunciaba que junto a su pareja británica han decidido adelantar ese retorno a España dos décadas.
Cada vez que esto sucede te planteas muchas cosas.
El retorno como jubilado es algo más o menos frecuente y desde el Brexit muchas familias han decidido volver a su país quizás por las dudas sobre la economía de Reino Unido, por las nuevas oportunidades que llegan desde España, o por el cambio en el ambiente y la perdida de sentimiento de pertenencia que nos arrebataron en 2016 con el referéndum sobre la salida de la Unión Europea.
La mayoría de los que retornan lo hacen una vez tienen la red de seguridad de una nacionalidad britanica adquirida por su prologada estancia en el país y que les asegura que podrían volver ante cualquier eventual problema en su regreso a España. La adaptación al país o a las formas de trabajar podría ser uno de estos problemas.
En el uútimo lustro he visto muchos retornos a la patria y con las primeras familias que volvían tengo que admitir mi incredulidad ante esta decisión. Les daba seis meses máximo para que volvieran al estable Reino Unido, con el rabo entre las piernas, y en ningún caso ha sido así.
Las dudas que como emigrantes tenemos se va disipando según pasan los años. Nacen los hijos e hijas, promocionamos en el trabajo, o compramos la primera casa. El choque inicial con la nueva cultura, nueva lengua y nuevas formas de trabajar pasa más o menos rápido, pero los que llevamos varias décadas en el extranjero, aparte de estar ya más adaptados al “nuevo” país, sentimos que “nuestra España” ha cambiado y mucho.
Los cambios son en todos los sentidos y mientras que se echan de menos algunas cosas de la España de los 90 se agradece la modernización y el avance en muchos otros ámbitos.
No voy a entrar a comentar todo aquello que nos frustra aún a los que decidimos salir de nuestro país, pero sí me gustaría recalcar algunas de las mejoras que se ven en un país más moderno, más europeo, pero que a la vez aún mantiene muchas tradiciones o costumbres que son de agradecer.
Tras más de tres años sin vacaciones en España, estos días estoy disfrutando de la cercanía de los españoles, de los productos frescos, de la espontaneidad de la gente o el que en un pueblo donde no te conocen te saluden los vecinos.
Los cambios en las dos últimas décadas van llevando a España a pasos forzados a una convergencia con el resto de los países europeos, y si bien en salarios aún no están al unísono ni mucho menos, el recorte que se esta viendo en la diferencia en salarios mínimos es una gran señal de que se van en el camino correcto.
Los que venimos de Reino Unido echamos mucho de menos los tiempos en que una libra esterlina se cambiaba por 260 pesetas o por más de 1 euro y medio, y en muchas ocasiones el chollo que era venir a España ha dejado de serlo con muchos productos de la cesta de la compra con un precio a veces superior al que se paga en las Islas Británicas.
Mucho turista británico lleva varios años quejándose en sus tabloides sobre la subida de los precios en España o ahora sobre los límites a la cantidad de bebidas que pueden tomar en los establecimientos “all inclusive” que suelen frecuentar. La casi paridad con el euro ha significado pérdida de poder adquisitivo y como uristas han pasado a ser mucho menos apetecible para el sector turístico español.
Para los que seguimos en Reino Unido existe una duda existencial en este momento: ¿a partir de una cierta edad, debemos plantearnos un retorno a nuestro país? ¿Es realmente todo lo bueno que nos parece cuando volvemos por vacaciones? ¿Está la economía recuperada y puede atraernos para trabajar en puestos similares?
Las pensiones británicas no son para tirar cohetes y si Reino Unido sigue con la tendencia actual y vuelve a ser el “hombre enfermo” de Europa como era en los ’70 quizás nuestro sueño de una jubilación y un futuro en nuestro país no exista en el futuro. Quizás estemos abocados a buscar nuestra jubilación en Bulgaria o Rumanía como está empezando a ser tendencia y el retorno a nuestro país nunca suceda.
¿Planes retorno…dónde están? Hay que esperar a ver qué sucede o arriesgarse y comprar un billete de ida, sin más