“Estoy buscando a mi hermano M.D, es senegalés. Necesito ayuda por favor. Él desapareció hace muchos días, iba con otras 55 personas. Salió desde Tan Tan, pero ya han pasado demasiados días, deberían haber llegado ya. No se tarda tanto, aun teniendo problemas. Mi mujer y mi madre llevan mucho tiempo preocupadas, sin dormir. Ahora yo… Llevo cinco días que tampoco duermo, mi cabeza está ocupada. Creo que tendrían que haber llegado ya”, dice el hermano de una de las 2.390 personas fallecidas en su intento de llegar a España en 2022, según el último informe del colectivo Caminando Fronteras.
Es uno de los mensajes recibidos por la organización a través de su servicio de monitorización y ayuda a las personas en peligro en el mar y sus familiares, cuyo informe anual aporta nuevas cifras sobre las desapariciones y muertes de migrantes en nuestras fronteras. De las 2.390 víctimas documentadas por la ONG, 42 han fallecido en las fronteras terrestres -40 en la tragedia de Melilla-, mientras el resto ha perdido la vida en las rutas marítimas. Entre ellas había 288 mujeres y 101 niños y niñas, según el estudio ‘Monitoreo Derecho a la Vida 2022’.
“Cada víctima tiene una historia, una familia, una comunidad. Compartían anhelos, sueños, esperanzas y ganas de vivir que quedaron truncadas”, recuerda el informe. “Cada una de ellas deja un vacío que se siente en el seno de su comunidad, de las redes familiares, pero todas las vidas juntas que se perdieron suponen un impacto global en sus lugares de origen, en los países donde fallecieron. No son números aislados, son un conjunto de muertes que comparten los mismos responsables, personas que perdieron la vida por efecto de políticas aplicadas a determinadas poblaciones en movimiento”.
Canarias, la más mortífera
Según el recuento de la ONG, en la ruta atlántica -aquella que busca alcanzar Canarias- vuelve a ser la más mortífera, con 1.784 víctimas. Caminando Fronteras encuentra las causas del elevado número de fallecimientos en las embarcaciones utilizadas, “demasiado endebles para el océano”, así como “las largas distancias, las relaciones políticas entre los países en la zona , que obstaculizan la colaboración para defender el derecho a la vida entre los países y ”las demoras en la activación de servicios de rescate“.
Las rutas de Alborán y el Estrecho son caminos menos transitados, pero en 2022 han perdido la vida 75 y 25 personas respectivamente. La ONG, que ha analizado un total de cinco naufragios en la zona, considera que “la omisión del deber de socorro” es habitual en este trayecto. “Los medios de rescate no se activan, o se hacen muy tarde en lo que concierne a las embarcaciones alertadas”, denuncia la organización.
“La madrugada del 13 de agosto, tres chicos salieron a bordo de una moto de agua desde Kariat. Sus familias nos alertaron por la tarde, informando de que otras tres motos salieron también del mismo lugar, con un número de personas a bordo desconocido. Llamamos a Salvamento Marítimo Almería, quienes nos informaron de una llegada con dos personas. No supimos si se había activado algún método de búsqueda. Al día siguiente otra moto de agua fue rescatada, con tres personas, y facilitamos el nombre del chico, K.B., cuya familia nos había autorizado a buscar. A pesar de ello, no recibimos confirmación de que él hubiese llegado o no, tampoco su familia. Desde entonces, K.B. y sus dos compañeros continúan desaparecidos”, relato extraído de la línea de ayuda del colectivo.
En la ruta que parte de Argelia y alcanza las costas de Murcia, Almería, Comunidad Valenciana y Baleares, han perdido la vida o desaparecido 464 personas, según las cifras del colectivo. Sin embargo, la ONG advierte de que se trata de una ruta “invisibilizada”, por lo que sospecha que el número de víctimas sea muy superior. Las causas señaladas por la organización hacen referencia, además de “ la omisión del deber de socorro” a la falta de alertas por parte de las personas y las familias. Avisan cuando es demasiado tarde.
Sin cuerpos
De las víctimas contabilizadas por el colectivo, el 91,42% desaparece en el mar, por lo que las familias no consiguen tener el cadáver de sus seres queridos para confirmar su fallecimiento. “Esto supone que las comunidades y familiares se enfrentan a un duelo denominado como ambiguo que tiene múltiples impactos legales y psicosociales”, destaca el documento.
Una de estas personas que se quedaron en el mar es Z. “Salimos desde Mohammedia hace tres días. Anteayer perdimos el motor, así que intentamos volver a costa. Cuando cayó el motor al agua, también se cayó Z. Él se intentó agarrar a un bidón y nadar, pero lo perdimos de vista. No hemos vuelto a saber de él. Ayer otro compañero quedó en el agua, nos estábamos hundiendo, estábamos todos en el agua, veíamos un buque”, explicaba uno de los supervivientes de uno de los naufragios ocurridos en 2022. “Nosotros los supervivientes estamos bien, pero tenéis que llamar a la mujer de Z y explicarle lo que ha pasado. Yo misma se lo he intentado explicar, pero no cree que Z haya quedado en el agua, dice que quizás su marido haya llegado nadando a tierra, pero es muy difícil. Hace falta que se lo expliquéis vosotras”, relata con desesperación a la ONG uno de los supervivientes del naufragio.
Cuando las familias carecen de cualquier información sobre la patera en la que sus allegados desaparecieron, atravesar el duelo es aún más complicado. Esta es la situación a la que han hecho frente de las 63 embarcaciones que, según la organización, han desaparecido en 2022 con todas las personas a bordo. “Cuando desaparece una embarcación con todas las personas a bordo, conseguir un relato de lo que sucedió es mucho más difícil y supone una angustia más grande para las familias de las personas que comparten esa embarcación. No tienen la información de personas supervivientes, que en muchas ocasiones es clave para que los familiares puedan hacer el duelo, aunque no esté el cuerpo”, relata el estudio.
Caminando Fronteras recuerda el caso del naufragio de una embarcación que zarpó el pasado 10 de agosto desde Tan Tan (Marruecos) con 62 personas, entre ellas diez mujeres y cuatro niños. “Durante esos días hubo otras embarcaciones neumáticas también en la zona, pero estas 62 personas no fueron localizadas. Muchas familias contactaron a nuestra organización, preocupadas por no saber de sus seres queridos”, describe el informe. “Hasta 19 de ellas nos mandaron las fotos de sus familiares, con la esperanza de poder encontrarles, de poder al menos recuperar sus cuerpos. Escribieron desde Senegal, Alemania, Túnez, Guinea, Marruecos, España, Islas Comores, Costa de Marfil, Francia. Aún hoy, seguimos pudiendo decirles únicamente que sus seres queridos continúan desaparecidos”.