A propósito de la nueva pastoral de la Conferencia de Obispos de Cuba, recordé la valiente intervención que el Papa Francisco hizo el pasado año en visita a la localidad canadiense de Maskwacis.
Apenado por los desmanes cometidos contra los niños indígenas declaró: «Decirles, de todo corazón, que estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas».
Y no se quedó en la disculpa. Miró el Papa hacia dentro de la institución, y criticó a la Iglesia católica por la «cooperación» y la «indiferencia».
El reconocimiento ético del Papa Francisco, fue también un ejercicio de política en el presente: “Para trabajar juntos –afirmó-, para que los sufrimientos del pasado dejen el lugar a un futuro de justicia, de sanación y de reconciliación» (https://www.dw.com/es/el-papa-pide-perdC3B3n-por-abusos-de-la-iglesiacon tra- indC3ADgenas-de-canadC3A1/a-62593750).
El problema principal no se resuelve con la voluntad de pedir disculpas ni con la disculpa, pero sin dudas esta postura del jefe de la Iglesia católica concita respeto, y es un buen punto de partida. Y claro que comparé los valores de la reparación histórica, de la modestia y honestidad política del Papa Francisco, con los dictados de los obispos cubanos.
A los obispos católicos de la Isla, los separa mucha distancia cultural y política con el actual Papa. Pero pienso que si les interesa acompañar al pueblo de Cuba, precisan de intentar emular lo que preconiza y realiza el jefe institucional y líder espiritual del catolicismo mundial. En mi opinión nos deben a nombre de la Iglesia que representan disculpas y honores.
Genocidio y etnocidio
Desde que el busca fortuna Cristóbal Colón (1451-1506), con contrato de Almirante, llegó a la Isla de Cuba (1492), que sus primeros descubridores ya llamaban por su nombre aborigen, la Iglesia Católica estuvo presente, apoyó y se benefició del despojo, la explotación, el genocidio y el etnocidio.
El papa católico Julio II, en 1506, mediante bula papal santificó el Tratado de Tordesillas, para la repartición colonialista del mundo entre los monarcas de España y Portugal. El llamado Patronato Regio indiano, confirmado para la Corona española por el mencionado papa en 1508, fue elinstrumento que pactó la alianza colonialista entre la Iglesia católica y la monarquía española. Desde tal pacto de subordinación de la Iglesia al Estado monárquico creció la jerarquía católica en nuestras tierras. Fueron esencialmente funcionarios y beneficiarios de la corona española.
Participó la Iglesia en la guerra de rapiña de los Reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, llamados “católicos”, contra los pueblos indígenas, guerra criminal que la historiografía de matriz colonialista nos ha vendido con la mendaz y epopéyica mención de “conquista”.
Esta Iglesia “regia” mintió sobre la esclavitud y el etnocidio de las encomiendas. Y no hizo reparos para la conversión de África en cazadero de esclavos, bendijo la trata y la esclavitud. Fue cómplice de la explotación sexual de las mujeres indígenas y africanas y de sus descendientes. Participó en la persecución y represión de cimarrones indígenas primero y africanos después, justificaron el grillete y las cadenas, el azote, el cepo, la escalera, la amputación, la tortura y el asesinato de cuanto rebelde lograron apresar
Participó del suplicio y la quema vivo del cacique insurrecto Hatuey el 2 de febrero 1512, juzgado además como “sacrílego”, antes, en 1504 habían quemado en la vecina Quisqueya (hoy Haití) a Anacaona, la cacique mayor de su natal Jaragua.
Fue en la campaña militar de invasión a la Isla, como capellán de una de las tropas invasoras, luego de sufrir su fe cristiana el horror de la matanza de Caonao (1513), que el padre Bartolomé de las Casas (1474-1566) asume las posiciones humanistas de los sacerdotes que denunciaban la barbarie colonialista. Pero esta resistencia desde dentro de la Iglesia no tuvo eco en Cuba. Aún después de que en 1542 el Rey decretara el fin de las encomiendas, con el concurso del clero se siguió la explotación y masacre de los indígenas durante otros diez años más (1553) (https://rebelion.org/12-de-octubre-dia-de-la-resistencia-indigena/).
Como encomenderos y terratenientes, con el negocio del diezmo, y los cementerios, las misas, casamientos, bautizos, perdones, y otras gabelas, se enriquecieron la Iglesia y sus jerarcas durante cuatro siglos de dominación colonial.
Ministerio para la represión
La Iglesia Católico fue el aparato ideológico cultural de la hegemonía colonialista. La misión de la Iglesia católica para obtener y mantener el control social, será realizada a través de la coacción ideológica y la fuerte represión moral. El carácter oscurantista y reaccionario del discurso clerical, la defensa del monopolio del conocimiento como uno de sus privilegios más estratégicos, la filosofía escolástica y la acentuación místico represiva de la instrucción religiosa, determinaron el rumbo de la institución religiosa.
Los objetivos históricos del Estado colonialista estarían dirigidos decididamente a frenar todo avance de la ciencia y la cultura en América, y la Iglesia Católica cumplió con eficiencia esta tarea. Sobresale la desatención – como política- de la enseñanza, durante los primeros trescientos años de la dominación española
Durante siglos toda enseñanza asequible a las masas populares se redujo a la lectura del catecismo por los sacerdotes en las Iglesias y en improvisadas aulas en los pueblos y haciendas. En el país primero surgía en 1722 el Seminario San Basilio el Magno para formar curas, que la Real y Pontifica Universidad de la Habana en 1728, puesta bajo la tutela de los padres dominicos. Nació la institución condicionada y lastrada por la propia naturaleza de su doble condición “real” y “pontifica”. Para más. la universidad habanera fue obligada a organizarse por el modelo de la Universidad de Santo Domingo, creada en 1538, por lo que fue funcionaria e impartiría una docencia que tenía dos siglos de atraso.
En sus mínimas acciones de instrucción pública, en la formación de curas, y para el acceso a los colegios y la universidad, los jefes de la Iglesia católica colonial fueron en extremo excluyentes, racistas y discriminadores con indígenas, negros, pobres y féminas. La certificación de la llamada “limpieza de sangre” consagraba el racismo y la exclusión social. No poseer la certificación de “limpieza”, impedía trascender el mínimo umbral del catecismo y las primeras letras.
Para lograr una certificación “de limpieza de sangre” se obligaba a pagar, mentir y esconder a los abuelos “moros”, indígenas y africanos. También estaba negada tal “limpieza” a los hijos nacidos fuera del matrimonio, calificados con el vocablo insultante de bastardos.
La Iglesia vigiló, subordinó y extorsionó a los inmigrantes hispanos, campesinos, trabajadores honestos –también a los sacerdotes y religiosas de base, en servicio constante de solidaridad- que fundaron la criollidad, la educación y cultura cubanas, en mezclas maravillosas, transculturadas y libérrimas con indígenas, negros, culíes, yucatecos… prácticas de amor y vida siempre perseguidas y discriminadas por los jerarcas católicos.
La policía política de la Santa Inquisición – establecida en las colonias en 1569- ejercía un control rígido y absoluto. La acusación de herejía podía llevarte desde la confiscación de bienes y la ruina, hasta la cárcel, la tortura y la muerte.
Contra los proyectos nacionales
El protagonismo del cura del pueblo de Guanabo Manuel Donoso, fue decisivo para convocar a los campesinos, pobladores y esclavos a emprenderla contra los esclavos y libertos sublevados en el valle de Guanabo el 15 de marzo de 1862. Esta rebelión tuvo entre sus protagonistas a varios libertos, y fue un movimiento conectado con un fin mayor.
La sublevación del valle de Guanabo fue parte de la primera conspiración independentista y abolicionista que se desarrolló en la Isla, y expresó la llegada al movimiento histórico de un proyecto liberador que portaba la voluntad y organización de los humildes y explotados. Su líder fue el liberto José Antonio Aponte Ulabarra.
La Iglesia bendijo en los templos habaneros el apresamiento y ahorcamiento sin juicio previo, y la decapitación de Aponte y sus seguidores. El 9 de abril del propio 1812 se colgaron en varios puntos de la capital y en el valle de Guanabo, las cabezas de sublevados y conspiradores como escarmiento terrorista. Las féminas participantes en la sublevación fueron azotadas, martirizadas y vejadas en plaza pública. La Iglesia le endilgó al líder revolucionario la sentencia diabólica y racista “de ser más malo que Aponte”.
Cuando Aponte armaba su proyecto de insurrección popular, ya se ordenaba como sacerdote y crecía de profesor en el Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio el joven criollo Félix Varela y Morales (1788-1853). Varela fue discípulo del padre José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera (1762-1835), figura fundadora del proyecto educativo-cultural, que desde los intereses de la sociedad criolla esclavista y reformista, comienza a retar los cánones de la colonialidad.
Eran los tiempos en que el obispo Juan José Díaz de Espada (1756-1832), en plena inteligencia con el proyecto criollo, llevaba adelante su ministerio de ilustración, progreso y humanismo, en función de crear una expresión intelectual de la cultura cubana (1).
En no casual coincidencia el sacerdote Varela, maestro, escritor, filósofo y político, impulsor del antidogma, la conciencia y el patriotismo, terminaría por compartir los ideales de los curas rebeldes que acompañaron las independencias en el continente. Pero si los colonialistas fueron sorprendidos por los acontecimientos, y no pudieron frenar en las colonias insurrectas del norte y suramérica el despliegue de iglesias nacionales, y la emergencia de una curia patriótica, si lo lograrían en Cuba.
Contra la criollidad que se cultiva dentro de los claustros actuará la alianza clerical-colonialista. Contra el Obispo Espada conspiran, intrigan y finalmente ya muy enfermo, logran encausarlo.
Tras la salida del obispado y la muerte de Espada, se adelantará un cruento proceso de despojo y destrucción de las bases materiales del sistema de relaciones existentes entre el clero regular y la población criolla, para terminar por hacer que los curas fueran asalariados del Estado, llegaran masivamente de la metrópoli, y estuvieran subordinados a las órdenes de la jerarquía hispánica (https://journals.openedition.org/nuevomundo/67087).
Las reformas y medidas tomadas para asesinar la iglesia nacional cubana en su nacimiento, recrudecen desde entonces el conservadurismo y la colonialidad en la jerarquía católica de la Isla.
Contra los mambises
La jefatura colonialista de la Iglesia católica fue la que bendijo a los más de 300 mil soldados y oficiales monárquicos y las tropas asesinas de voluntarios, que trataron de impedir a fines del siglo XIX que la nación en resistencia y combate floreciera en república libre y soberana.
La misión contrarrevolucionaria de la jerarquía católica fue acompañada por el Vaticano. El Papa León XIII envió en mensaje de 10 de septiembre de 1896 “su santa bendición” al ejército español que venía a combatir contra los libertadores cubanos”.
Esta es una historia bien conocida. Existen los testimonios de los mambises que historiaron sus propias hazañas. La historiografía cubana la ha investigado y estudiado durante todo el siglo XX, y aún existen cajas de documentos, diarios y testimonios inéditos que incorporar. No existe un solo historiador decente a la izquierda, al centro o la derecha del espectro ideológico y político, que no haya sustentado el comportamiento horrible de la jerarquía católica y de la mayoría de los sacerdotes durante las contiendas de la independencia cubana, cuerpo clerical donde a su vez eran mayoría los nacidos en España.
Martí anticlerical
La Iglesia católica bendijo a los que nacidos en esta tierra que en cifra considerable, se incorporaron a las filas del ejército enemigo. La definición de apóstata en 1869, escrita en carta a un condiscípulo que ingresó en el ejército enemigo, llevó al joven de 16 años José Martí Pérez (1853-1895) y a su amigo un año menor Fermín Valdés Domínguez (1852-1910) a la cárcel y a un juicio sumario. Dado que Martí asumió con vehemencia ante el tribunal militar la autoría del hecho que se les imputaba a ambos acusados, terminó en el más cruel presidio político.
Tras vivir el infierno del presidio político, en una celda colectiva que estaba a menos de seiscientos metros de la Catedral y el Obispado de La Habana, el joven Martí, ya desterrado publica en Madrid -a dos años de su arresto y condena- la denuncia titulada “El presidio político en Cuba”, donde ya se coloca fuera de la Iglesia católica.
Martí, nuestro Héroe Nacional sería un crítico pertinaz y agudo de los desmanes de los curas deshonestos y las jerarquías colonialistas, no pocas veces corruptas. La mayoría de los autores que han estudiado sobre el tema religioso en Martí, coinciden en calificar el pensamiento martiano como anticlerical. Coincido.
Quien tenga dudas basta que lea “Hombre de campo”, escrito que aparece entre los apuntes más íntimos de Martí, cuando ya en su madurez intelectual anotaba en cuadernillos las ideas que consideraba interesante, en las que luego pensaba trabajar para posibles publicaciones, intercambios y discursos (https://biblioteca. clacso.edu.ar/Cuba/cem-cu/20150114054048 /Vol19. pdf),.
Disculpas, respeto y honor
Considero que en ejercicio de ese hacer de noble y modesto magisterio para la paz y la reconciliación, que realiza el Papa Francisco, la Conferencia de Obispos de Cuba, en tanto representante del pasado y el presente de la Iglesia Católica en el país, debe ofrecer disculpas y honores a la nación y al pueblo cubano.
Nos deben disculpas por cuatro siglos de participación en la invasión, la ocupación, la explotación y represión colonial. Por el genocidio y etnocidio de la guerra de “los Reyes Católicos” contra las comunidades indígenas. Tienen una deuda ahora mismo con las más de 800 familias cubanas de probada descendencia indígena, que sobrevivieron el genocidio y el etnocidio.
Nos deben disculpas por los horrores de la esclavitud, por el racismo y el abuso. Por las crueldades y crímenes que permitieron, por las cárceles inmundas, las torturas y los castigos degradantes. Por ser un contendiente derrotado en las guerras de independencia.
Nos deben respeto y honor por nuestra resistencia y lucha. Nos deben respeto y honor como vencedores.
Nota:
- Eduardo Torres Cuevas: Los orígenes de la ciencia y con-ciencia cubanas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995, p 69; Felipe de J. Pérez Cruz: “La sociedad cubana en tiempos de transito; Una colonialidad a subvertir”. En: Cuba en el movimiento independentista Nuestroamericano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2012, p 27-30.
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