La obra La historia de antes, trata los orígenes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, a partir de una entrevista de Antonio García, actual comandante de la organización, a Fabio Vázquez Castaño, su fundador. En sus páginas se describe el contexto político y los antecedentes del surgimiento de esta insurgencia armada, lo cual debe ser conocido a profundidad, especialmente por las jóvenes generaciones, para derribar los muros de silencio y estigmatización con que se pretende borrar la memoria de las luchas de nuestros pueblos por transformar el sistema de explotación y dominación imperialista y capitalista que padecemos.
No se cuenta una historia oficial, que sirve a los intereses de las clases dominantes, sino que se presentan los testimonios de quienes han buscado cambiar el mundo, en una época de grandes esperanzas que abrió el triunfo de la Revolución Cubana, el 1° de enero de 1959. El ambiente de la década de los sesenta está impregnado de la experiencia cubana, de sus memorables Declaraciones de La Habana, nutrida con los pensamientos de Fidel Castro y el Che Guevara, y también, caracterizado por la radicalización de las luchas, en el caso colombiano, de obreros petroleros y movimientos campesinos y estudiantiles.
El relato, como se asienta en la introducción de Javier Giraldo Moreno, no es precisamente una epopeya de hechos heroicos, que los hubo, sino una historia de luces y sombras, de sueños y conflictos en “los que afloran las luchas por el poder infectadas de toques egoístas, al mismo tiempo que ejercicios de abnegación y generosidad admirables, inspirados en sentimientos altruistas.”
No es una historia maquillada para sustentar una perspectiva política determinada, sino la de una generación que actúa “a contracorriente de los valores impuestos por un entorno que protege las seguridades del yo.”
El medio familiar de Fabio Vázquez Castaño es el de un humilde rancho, con su padre que trabaja de jornalero agrícola, y quien es asesinado, lo que genera “caminos inciertos” en Fabio y sus números hermanos, en tiempos de la violencia entre liberales y conservadores. Se menciona, de nueva cuenta, el impacto de la revolución cubana, y los apoyos que brindó a revolucionarios de toda América Latina, entre ellos, a los colombianos. Se destaca el papel del Che en estas tareas solidarias de la joven revolución. Los debates de la época, en esencia, abordaban la construcción de la organización revolucionaria y el cómo proyectar la lucha armada, en particular, a través del establecimiento del foco guerrillero.
Se describen todos los avatares de la capacitación y el entrenamiento militar, en la sierra del Escambray, el aprendizaje de los códigos de la vida clandestina, la compartición, el uso de las armas, así como las diferentes trayectorias en la vida militar, y de cómo van decantándose los más persistentes, quienes, incluso, dan confianza a otros. Así, del grupo inicial de 29 reclutas, terminan 15 y luego se reduce a 12.
Se relatan aspectos que corresponden a las sordideces de los ámbitos revolucionarios, como la sustracción de fondos destinados a otros agrupamientos, el modus vivendi de algunos compañeros que se pierden en estos vericuetos. Pero, también, la obstinada búsqueda de medios para apoyar los inicios de las luchas, para crear las condiciones revolucionarias, el incesante trabajo de agrupar a los más congruentes, identificar territorios con bases sociales proclives a una lucha armada, conocer su topografía y las posibilidades operativas, contar con el establecimiento de redes urbanas, cruciales para la guerrilla. Todo ello, actuando en el frente estudiantil, principalmente, y en el de sectores de trabajadores, identificando a quienes puedan irse incorporando a la lucha armada, observar sus cualidades de entrega, gente que tenga claros los objetivos políticos por los que se alza en armas, sin vicios.
Impresionante es el relato de la reunión con el Che, en la que todo queda desenmascarado en cuanto a las reales posibilidades de los agrupamientos político militares colombianos, la sobredimensión de algunos, sus contradicciones y conflictos, la necesidad de la información ordenada y veraz para recibir los apoyos internacionalistas de Cuba. Cabe recordar la presencia posterior del Che en África, y su recorrido hasta Bolivia, donde establece su foco guerrillero, siendo capturado y asesinado por ordenes de la CIA, precisamente, el 8 de octubre de 1967.
No olvidar, asimismo, la operación Carlota en 1975, en la que miles de cubanos tendieron su mano solidaria por la liberación de Angola, donde murieron más de dos mil quinientos combatientes internacionalistas. Recomiendo la lectura del extraordinario libro Piero Gleijeses, Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2002.
Se describe la difícil tarea de seleccionar a los compañeros que podían integrar el primer grupo guerrillero, y, lo más importante: identificar y relacionarse con la gente del territorio dispuesta a apoyar al grupo insurgente. Se ubican los lugares, se escogen a los 16 compañeros para el primer grupo guerrillero, que surge el 4 de julio de 1964. Se conoce sobre la creciente labor política del Padre Camilo Torres Restrepo, capellán de la Universidad, que se incorpora a la organización en 1965, muriendo en combate en 1966.
Se observa la importancia de la solidaridad entre los compañeros, y Fabio comenta, “donde muchas veces se nos sale el yo”, comenta sobre los tiempos difíciles cuando hay que mantener la calma, “pues muchas cosas pueden depender de nuestro temperamento, y no hay nada más valioso que la comprensión de las personas, sobre todo, cuando están aprendiendo. También mucha energía para saber ayudar al que flaquea.”
El relato termina con un reconocimiento al hermano de Fabio, Manuel, quien siempre esta donde tiene que estar.
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