Y como de las togas ya hablamos mucho en esta casa me gustaría centrarme en lo segundo, porque no deja de ser terrible que en este país toda cloaca que se destape tenga que tener mujeres prostituidas en su trama.
Decía Pablo Iglesias en Ara que “Putas y Togas” podría ser el título de una peli de Sorogoyen. Podría. Aunque creo que sería más nuestro, más berlanguiano, decir “Farlopeando con periquitas” que es como Villarejo hablaba en su día de los escarceos del juez Franciso Javier de Urquía, grabado y extorsionado por el marido de Ana Rosa Quintana durante el caso Tándem, caso en el que fue imputado en su día el hoy abogado defensor del recientemente detenido Cándido Conde-Pumpido Jr., Ricardo Álvarez -Ossorio.
Vale, vale, vale. Puede que os hayáis perdido. No me extraña. En esta peli, o casi mejor esta serie de Netflix, hay décadas de jueces, periquitas y cloacas regadas con polvo de hadas y agüita con misterio, como decían en Sálvame (DEP), y sobre todo, demasiados apellidos con guiones. Todo es tan abrumadoramente corrupto, cloaquero y sucio que una teme terminar como esos personajes de las películas que contemplan una pared llena de recortes de prensa unidos por chinchetas e hilitos de lana mientras intentan explicarse entre aspavientos y con la mirada desquiciada. Probablemente acabe así.
El caso es —resumidamente— que el hijo del Presidente del Tribunal Constitucional ha sido detenido y puesto en libertad sin cargos por una acusación de agresión sexual grupal interpuesta por una mujer que podría ser prostituta, y todo esto pasa en el contexto de un país tensionado al extremo en la víspera de la investidura de Pedro Sánchez, investidura, —amnistía mediante—, que la derecha quiere frenar por todos los medios. Para su defensa, el joven abogado acusado de agresión ficha a su amigo Álvarez-Ossorio, penalista experto en narcos con despacho en Sotogrande, subiendo al cielo, bajando al moro. Ambos fueron recientemente premiados con la Toga de Oro por una Fundación de Fomento Social y Cutlural que se inventaron Anson y Galiacho el año pasado para dar premios y certificaciones a cosas excelentes —sean chefs, abogados, la Hispanidad o una empresa de sanidad privada, van a tope con todo— y que cuenta con una Junta Directiva donde todos son señores hombres de más 50 años y luego está Carmen Posada, que para el caso es lo mismo. y el Padre Ángel, que siempre viste mucho.
Ya, ya lo sé, empiezo a sonar como el de los papelitos en la pared. El caso es que leo que Conde-Pumpido junior tiene la misma edad que yo, treinta y cinco, que son los nuevos veinte, sobre todo si tienes un chalet en Canillejas, un grupo de rock que se llama Alijo, —que se inspira no te lo pierdas, en Nirvana y Extremoduro— y ya te has visto enredado en temas de proxenetismo, coacciones, y hasta dicen en Libertad Digital que le apuntó a un cliente con una pistola, me da igual, me voy a poner Deltoya sin parar. Y pienso en qué mal nos lo hemos montado las millennials sin apellidos compuestos ni fundaciones que nos den premios ni periquitas ni perico ni nada de nada. Me da hasta un poco de pena su padre, porque uno no tiene culpa de lo que hacen sus hijos y seguro que habría sido todo un poco más sencillo apañándole unas oposiciones como se ha hecho de toda la vida, pero cuando uno sale rebelde, pues sale rebelde, se lo puede decir mi madre a Cándido (padre) que ella también me decía aquello hija mía deja el punk y sácate las oposiciones.
Pero en realidad, sí, putas y togas. Y como de las togas ya hablamos mucho en esta casa me gustaría centrarme para terminar en lo segundo, porque no deja de ser terrible que en este país toda cloaca que se destape tenga que tener mujeres prostituidas en su trama. Porque violencia sexual y poder van de la mano: por eso hizo tanto daño el sólo sí es sí. Por eso el Constitucional ha intentado cubrir esta vergüenza atacando de nuevo a Irene Montero. Por eso cuando todo falla, siempre queda el recurso de tirar por la ventana a una mujer. Como abolicionista irredenta que no cree en el concepto de trabajo sexual, para mí cualquier putero tiene la categoría de violador implícita en su condición, bien poco importa lo que diga un juez, pero debate aparte, a nadie debería sorprender ya la rapidez con la que la defensa del acusado ha saltado a cuestionar el relato de la mujer denunciante para desmontar la confabulación contra Pumpido Jr., porque esa peli —esa cinta, más bien— ya la hemos visto antes. De nuevo se ha vuelto a poner sobre la mesa las mujeres como moneda de cambio de su cloaca, como hipócrita medida de la perdición y de la mácula, y a su vez como eximente, como condición indispensable del ejercicio de poder y de su puesta en escena. Libertad Digital titula el caso “prostituta, ¿loca o dirigida?” y Álvarez Ossorio en la defensa de Conde-Pumpido en Telecinco habla de «delirio» y de «problema mental» de una mujer que “no se quitaba ni con agua caliente», y que si no era prostituta “lo parecía”.
Recuerdo aquella conversación de Villarejo con Dolores Delgado a cuenta de esos encuentros con menores de edad de jueces y fiscales españoles en Cartagena de Indias, cuando el ex comisario alardeaba de abrir «una agencia de modelos» —en clara referencia a un prostíbulo— y Delgado lo celebraba con la expresión «éxito garantizado». Recordarla también vosotras, compañeras, cuando os prometan abolir la prostitución en campaña electoral quienes callaron con tantos y tantos titos Berni.
Lo dejo ya, que vuelvo a sonar como la de los recortes de prensa y los hilitos de lana. Solo un apunte: “Putas y Togas” no es una peli de Sorogoyen, ni una serie de HBO, es un régimen, un país, un Estado. Y como ciudadanía, no deberíamos resignamos a existir solo como meros extras fuera de plano.
Fuente: https://diariored.canalred.tv/opinion/putas-y-togas/