La suficiencia es una estrategia para reducir, en términos absolutos, el consumo y la producción de productos y servicios de uso final para cumplir con una sostenibilidad medioambiental real. La reducción debe alcanzarse mediante cambios en las prácticas sociales y debe, al mismo tiempo, garantizar una base social adecuada para todas las personas.
Acostumbrados a un sistema socioeconómico basado en un crecimiento continuo, la suficiencia económica es, para muchos, todo un desafío. Pero es poco menos que ineludible, ya que la suficiencia se basa en el reconocimiento de las limitaciones ecológicas. Unas limitaciones que llevaron a la biofísica Donella Meadows a desarrollar su argumentación sobre los límites del crecimiento hace más de medio siglo.
La suficiencia económica se conceptualiza como una idea, programa, doctrina, visión, cosmovisión, paradigma, modo de vida o estrategia que se desvincula de los valores consumistas dominantes en la actualidad. El concepto se relaciona con movimientos sociales y propuestas científicas como la simplicidad voluntaria, el anticonsumo, el consumo lento, el decrecimiento (degrowth o downshifting en inglés) y la adaptación profunda.
Tres raíces y tres premisas
La suficiencia tiene tres raíces disciplinarias principales: la economía ecológica, la ecología política y la filosofía ecológica.
La economía ecológica centra su crítica en la actual dependencia de las medidas de eficiencia, que provocan un considerable rebote de la productividad (y, por tanto, del consumo). Además, para la economía ecológica, capital natural no equivale al capital económico o fabricado por el ser humano, sino que las distintas formas de capital son meramente complementarias. Esto se conoce como la premisa de complementariedad del capital.
La ecología política plantea cuestiones de justicia social, aprovisionamiento y trabajo. La globalización, la urbanización y la modernización que persiguen muchos países se consideran problemáticas. La suficiencia se presenta como una alternativa ecológica y socialmente más sostenible.
La suficiencia implicaría, por ejemplo, una redistribución de los limitados recursos naturales entre el sur y el norte globales. Una idea central de este contexto es la noción de metabolismo social, que describe el flujo de materia y energía provocado por las actividades humanas.
La suficiencia propone una ralentización del metabolismo social debido a los daños ecológicos causados por los actuales modos de producción capitalistas, lo que a veces se denomina “ruptura metabólica” y es la segunda premisa de la suficiencia.
La filosofía ecológica aborda las consideraciones éticas. La suficiencia implica un cambio hacia valores no materiales para mejorar el bienestar y, al mismo tiempo, apoya una distribución más justa de los recursos escasos que proporciona la Tierra. Esto añade un enfoque de justicia distributiva (suficientismo). Se pone énfasis en el nivel mínimo de recursos que debe garantizarse para todos, cuestionando las necesidades frente a los deseos humanos, y abogando por el equilibrio entre ambos como “lo suficiente para una buena vida”.
La suficiencia conlleva tanto preocupaciones ecológicas como ideas filosóficas de frugalidad y autolimitación para aumentar el bienestar. La suficiencia no se limita a las ganancias egoístas, como el placer y la riqueza, sino que implica elementos altruistas. De ahí la tercera premisa, la del altruismo: las personas practican la suficiencia, al menos en parte, por el bien de los demás y de la naturaleza.
¿Cómo ponerla en marcha?
Los científicos y pensadores están divididos a la hora de tratar la suficiencia como una cuestión de consumo o de producción.
En cuanto al consumo, se considera que la suficiencia se manifiesta en un cambio de comportamiento hacia un consumo individual menor y moderado. Requiere una transición macroeconómica hacia una distribución intra e intergeneracional más equitativa de la riqueza.
Por el lado de la producción, la suficiencia se manifiesta en un cambio de paradigma en la lógica empresarial para lograr un mayor ahorro de energía y recursos en comparación con el escenario de “sólo eficiencia”, y requiere de imaginarios alternativos para organizar la actividad humana en sociedad.
Solo unos pocos estudios conectan ambos agentes económicos, consumidores y productores, que se mueven entre las diferentes escalas de la microeconomía y la macroeconomía. Abordar estas conexiones es muy necesario para una implementación real de la suficiencia.
La implantación de la suficiencia se topa con los argumentos de quienes ven que restringiría ilegítimamente las opciones individuales de estilo de vida. Pero, obviamente, la principal dificultad es el enorme cambio cultural necesario para consentir y apoyar las políticas de suficiencia.
Este cambio cultural podría darse si logramos entender y explicar bien que una reducción de los niveles de consumo y producción es inevitable, como demuestra, por ejemplo, el impacto del actual deterioro de la salud en la demografía futura de nuestra especie. Hace falta mucha y muy buena comunicación para que la sociedad comprenda que las políticas de suficiencia aumentarían el bienestar general de muchas personas y harían más fácil eso que llamamos “una buena vida”.
Las asambleas ciudadanas para el clima hablan de suficiencia
Cada vez hay más pruebas científicas de que la suficiencia económica es una estrategia no solo deseable sino inevitable para mitigar el cambio climático y la actual crisis ambiental. La ciudadanía lo tiene cada vez más claro. De un total de 860 recomendaciones de políticas de mitigación del cambio climático recopiladas por Jonas Lage y colaboradores (2023) de diversas asambleas ciudadanas, 332 (el 39 %) incluyen la suficiencia.
Los instrumentos reglamentarios son los medios más propuestos para lograrla, seguidos de los instrumentos fiscales y económicos. En comparación con los Planes Nacionales de Energía y Clima, las recomendaciones de las asambleas ciudadanas incluyen una proporción significativamente mayor de políticas de suficiencia, como las planteadas por la asamblea francesa, que apoyan el decrecimiento económico y una menor producción y consumo de energía, en especial de origen fósil.
Estas recomendaciones pueden interpretarse como un llamamiento ciudadano a un giro hacia la suficiencia y hacia la regulación en la política de mitigación del cambio climático. Estos resultados sumados a la evidencia científica indican que la falta de suficiencia observada en la elaboración de políticas climáticas no se debe a una falta de legitimidad, sino que refleja una reticencia de los gobiernos a aplicar políticas de suficiencia. Lo cual se suma a la existencia de conflictos de intereses económicos y sociales contrapuestos.
Fernando Valladares. Profesor de Investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)