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50 AÑOS SIN FRANCO

¿Trienio de la reconciliación?

Fuentes: Nueva Tribuna

Decir, como ha hecho una diputada del PP, que los años que van de 1975 a 1978 son los más felices y los mejores de la historia de España es un insulto para una gran parte de la sociedad.

Parteros de la reconciliación

La diputada del PP, Aurora Nacarino Brabo escribía en un artículo que “los tres años que van desde la muerte del dictador hasta la Constitución son los mejores de nuestra historia” (El País, “¿Año Franco? ¡El Trienio de la Reconciliación”, 31.1.2025).

¿Años de esa felicidad evangélica? Los que van desde 1975 a 1978. Ni uno más, ni uno menos. Su autora pretendía responder así a la campaña propuesta por el gobierno de Sánchez para celebrar los “50 años de España en Libertad”. Cuestionaba que la fecha del comienzo de la libertad fuera el 20 de noviembre de 1975. Pues, al hacerlo, se incurría en una “mentira” que calificaba de perniciosa. Cierto que la libertad en España no empezó en 1975 con la muerte del Dictador. Tendremos ocasión de comprobarlo, pero “mentira perniciosa”, no sé. Es verdad que, cuando empieza una revolución nadie lo sabe, ni siquiera cuáles son sus signos anunciadores. Con la libertad pasa lo mismo. Son términos abstractos y no hay ningún agrimensor en posesión de un metro político mágico que pueda concretar sus comienzos y finales, incluso aunque hayan pasado cincuenta o cien años. Lo que para unos es libertad y revolución, para otros es libertinaje y zoología. Piensen en lo que fue el comienzo de la II República para unos y lo que fue para otros. Y cómo terminaron unos de zanjar tal diferencia de opiniones.

suarez
Adolfo Suárez.
torcuato
Torcuato Fernández Miranda.

En lo que mostraba ningún titubeo la diputada era en señalar con carácter apodíctico que quienes “alumbraron” ese comienzo luminoso de libertad fueron el emérito a posteriori, el “bourbon” y psicalíptico Juan Carlos y los falangistas Adolfo Suárez, ministro secretario del Glorioso Movimiento Nacional, y Torcuato Fernández  Miranda, profesor de Derecho Político de Juan Carlos y presidente del Gobierno de las Cortes, que no del Congreso, desde el 6 de diciembre de 1975 al 15 de junio de 1977.

Obviamente, a esta analista del PP no le interesaba recordar el papel del pueblo soberano, ni de la ciudadanía, ni de la juventud universitaria de izquierdas, ni de los partidos y sindicatos clandestinos antifranquistas, ni de las siempre voluntariosas comunidades de base… Menos aún de las huelgas, de las manifestaciones y, en definitiva, de los muertos que cayeron defendiendo una democracia sin cambalaches ni “reconciliaciones” imposibles. Por lo demás, jugar con la semántica de las palabras que son abstractas -como lo es reconciliación-, se termina siempre falsificando la realidad o,  por lo menos, haciendo de ella una caricatura. Aquí cabría parafrasear la frase que “en su nombre” se cometieron infinidad de crímenes. No solo la Revolución y la Libertad los produjeron, también lo hizo esa pretendida y pretenciosa reconciliación, impulsada por dos falangistas y un rey nombrado por un Dictador, que no por elección popular.

el pueblo

Redentores de la guerra

Gracias a estas luminarias, procedentes del Glorioso Movimiento Nacional de las FET de las JONS, se consiguió la amnistía, la legalización de los partidos, la del PCE, la vuelta de Tarradellas, los Pactos de la Moncloa, y, por supuesto, la Constitución de 1978. Y lo hicieron ellos solitos con el objetivo de reconciliar a España entera, en “los años que van desde la muerte del autócrata hasta la aprobación de la Constitución. Años que conforman el corazón de la Transición” ( -¿el hígado, no?-, y “constituyen un verdadero trienio de la reconciliación. Son los años mejores, redentores de los tres peores que abarcó la Guerra Civil” (Aurora Nacarino).

¿Redentores? Era lo que nos faltaba por oír. ¿Redentores, digo? Vale, pero ¿de qué y de quiénes? No, desde luego, de los miles de asesinados en la guerra cuyos huesos seguirían en las cunetas sin que estos piadosos reconciliadores cristianos y católicos movieran una pestaña por darles digna sepultura y, al mismo tiempo, manteniendo las calles y plazas del país con edificios y esculturas exaltando a los golpistas. No hubo tal redención. Para que la hubiera tenían que haber “hecho morir” muchas cosas y haberse hecho el harakiri ideológico empezando por ellos mismos, cosa a la que no estuvieron jamás dispuestos. Franco no, pero sin desmantelar su tejido institucional fundamental. Lo que esa “redención reconciliadora” hizo fue dar carpetazo a los crímenes del franquismo, olvidar cómo se perpetraron y toda aquella mácula que ennegreciera el pasado de quienes estaban ya instalados en el nuevo régimen y pronto se declararía “demócratas” de toda la vida.

Franco, ese autócrata

En su artículo, la diputada del PP ni siquiera nombraba a Franco por lo que fue: Dictador y Genocida. Mal presagio. Lo trataba como autócrata, que es, curiosamente, como llaman ahora a Maduro. Juan José Linz, en 1964, aun fue más condescendiente: describió el franquismo como “régimen autoritario” dando origen a una productiva producción intelectual inútil.

Franco implantó una dictadura militar y, como dijo su ministro de educación, el monárquico Pedro Sáinz Rodríguez, “dirigió la sociedad con la moral de la guerra”. Es decir, una dictadura autocrática, valga la redundancia en el caso de Franco.

Ante los tiempos presentes tan calamitosos para cultivar una dialéctica reconciliadora, Nacarino brindaba al sol por repetir la experiencia “redentora” de 1975 a 1978, añadiendo que “aún estamos a tiempo de celebrar el trienio de la reconciliación”. Estupendo, pero ya se dirá cómo piensa reconciliarse el PP con el PSOE cuando trata a Sánchez como “el peor presidente de la historia de España”, superando incluso a J. L. Rodríguez Zapatero. Y cómo se reconciliará con esa sociedad española que aún sigue exigiendo verdad, justicia y reparación con sus familiares asesinados durante esa guerra, a las que, al parecer, “redimieron de sus culpas” desde 1975 a 1978, cuando en realidad no se hizo absolutamente nada en política de la memoria. Miento: se hizo todo lo posible para olvidar.

No hubo tal reconciliación

POLICIA REPRIMIENDO

Por lo menos no la hubo con quienes debería haberse llevado a efecto: la sociedad vencida salida de la guerra. Idealizar ese “trienio de la reconciliación” va por barrios ideológicos y por los réditos ideológicos que puedan obtenerse del pasado para reafirmarse en el presente. Decir que los años que van de 1975 a 1978 son los más felices y los mejores de la historia de España es un insulto para una gran parte de la sociedad. Y la mejor manera de comprobarlo es repasar la hemeroteca de la época. Concluiremos que la palabra menos indicada para describir ese período sea el de la reconciliación. Lo más característico de esta política reconciliadora fue la represión ejercida durante este tiempo, con asesinatos cometidos impunemente por la Guardia Civil y la Policía armada, bajo la mirada, si no complaciente, autoritaria del nuevo régimen alumbrado.

Basta para ello recopilar algunos de esos asesinatos perpetrados por los cuerpos de seguridad del Estado para mantener el Orden Público, un orden público férreo, represivo e impropio de quienes aspiraban a reconciliar la sociedad entre sí. Si piensan que lo consiguieron, lo fue a base de una violencia tan extrema como lo había sido durante el franquismo puro y duro. Recuérdese que Carlos Arias Navarro, el carnicero de Málaga, fue presidente del Gobierno desde el 31 de diciembre de 1973 al 2 de julio de 1976.

suarez pasionaria

La única reconciliación posible que existió fue la que llevaron a cabo ciertos políticos. No con la sociedad, que no tenía representación en ningún organismo institucional. En el resto de las cuestiones, consideradas como avances, seguro que se hubieran conseguido sin tanto crimen ni violencia. ¿Por qué? El resto de los países europeos democráticos lo exigía de una manera imperativa. Y la sociedad española estaba con ese cambio. La imagen que refleja el “entendimiento” entre Fraga y Carrillo fue la representación más caricaturesca de lo que pudiera entenderse por esa cacareada reconciliación tan aparente como vacía de fundamento.  El resto de los años lo confirmaría con largueza.

fraga carrillo
fraga carrillo

Un espectáculo trágico y siniestro

Veamos la trágica enumeración de los asesinados exigidos por santa Reconciliación, virgen y mártir. No están todos los que fueron asesinados, pero sí todos los que están.

Año 1975

VICTOR
Víctor Manuel Pérez Elexpe.

El veinte de enero fue asesinado por la guardia civil Víctor Manuel Pérez Elexpe, cuando repartía octavillas de la huelga de Potasas en Portugalete.

Josu Mujika Aiestaran fue tiroteado por la Policía Armada el 30 de julio de 1975 en Madrid. En agosto, Julio Pacheco Yepes, del partido comunista, en 1975 sería torturado. Y fue el primer caso en la historia española en la que un Juzgado español toma declaración a una víctima de torturas durante la dictadura franquista. ¡Sucedió en mayo de 2023! Sin comentarios

PACHECO YEPES

El 28 septiembre, dos meses antes de la muerte del dictador y para que no olvidáramos su legado criminal, firmaría las penas capitales de José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui. Un año antes, 2 de marzo de 1974, había sido ejecutado con garrote vil  Salvador Puig Antich.

SEPTIEMBRE 1975

Año 1976

Masacre en Vitoria

El 3 de marzo se consumó la masacre en Vitoria donde la policía armada asesinó a cinco obreros y produjo la friolera cifra de 150 heridos.

fraga vitoria
VITORIA-DEIA
MONTEJURRA
zabala

Asesinatos de Montejurra

Asesinatos de Montejurra, en 9 de mayo, dos muertos, Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos y tres heridos; María Norma Menchaca Gonzalo en Santurce (Vizcaya) el 9 de julio; Francisco Javier Verdejo Lucas, el 13 de agosto; Jesús María Zabala Erasun, el 8 de septiembre; Bartolomé García Lorenzo, el  22 de septiembre; José Javier Nuin y Santiago Navas el 28 de noviembre; Ángel Almazán Luna el 20 de diciembre. 

Año 1977

Matanza de Atocha

ATOCHA PORTADAS PERIODICOS
ATOCHA ABOGADOS (1)

En este año, la Policía cargó de manera violenta contra 788 manifestaciones en España. Asesinados: Matanza de Atocha/semana Negra madrileña, del 23 al 29 de enero, cuatro abogados muertos y un sindicalista; segunda semana pro amnistía, mayo, siete muertos; José Vicente Casabany, el 7 de enero; Juan Manuel Iglesias, el  9 de enero; Arturo Ruiz García, el 23 de enero; María Luz Nájera Julián, el 24 de enero; Emilio Suárez Valdés, el 18 de febrero;  José Luis Aristizábal Lasa, el 13 de marzo; Ángel Valentín Pérez e Isidro Susperregui Aldako, el 30 de marzo; semana pro amnistía 7 de mayo: cinco muertos. José Luis Cano Pérez, Luis Santamaría Miquelena; Miguel de Caño asesinado por un guardia civil que lo embistió con su coche patrulla; Manuel Fuentes, Francisco Rodríguez Ledesma, el 8 de julio; Carlos Gustavo Frechen Solana, el 11 de septiembre; Juan Peñalver Sandoval, el 20 de septiembre; Miquel Grau, el 6 de octubre; Manuel José García Caparrós, el 4 de diciembre; Jesús Fernández Trujillo, el 13 de diciembre.

EMILIO SUAREZ

Año 1978

RUEDA

Asesinados: Agustín Rueda en la cárcel de Carabanchel 14 de marzo; Elvira Parcero Rodríguez el 13 de abril; Sanfermines, tras el despliegue de una pancarta a favor de la amnistía total, un muerto, Germán Rodríguez Saiz, y 150 heridos por la policía armada. Gustavo Adolfo Muñoz Bustillo el 11 de septiembre.

pancarta sanfermines
sanfermines

Y para cerrar el círculo -ya con la Constitución aprobada-, el 3 de junio de 1979, en Tudela, Gladys del Estal fue asesinada por las FOP. Un modo contundente de manifestar cómo las gastaban los políticos “redentores” y “transicionales” y a qué estaban dispuestos a ceder con tal de que la calle se mantuviera callada, al igual que lo hizo durante los cuarenta años de franquismo.

foto Gladys

Bastaría sólo un nombre de la lista anterior para cuestionar el carácter reconciliador de aquel trienio y quinquenio posteriores. Resulta bien elocuente que ninguno de los nombres de estos muertos producto de esta maravillosa transición redentora sonaron alguna vez en las Cortes franquistas de 1976 y en el Congreso de 1978, presentados como héroes en defensa de una democracia que jamás verían. Sucedió lo contrario. La losa del olvido cayó sobre sus nombres y, por el contrario, muchos de esos agentes de la Policía Nacional que, en principio serían acusados y condenados por los asesinatos cometidos,  serían ascendidos y galardonados a lo largo de su carrera policial. Así sucedió en el caso  de Josu Zabala y Bartolomé García y verdugos,  pero no fueron los únicos.

Política de intangibilidad

Las consecuencias inmediatas de esa pretendida e imposible reconciliación se tradujeron en una política de intangibilidad, traducida en un no tocar ni raspar los pilares en los que se sustentaba la dictadura franquista: una monarquía impuesta por Franco; la represión de la Policía Armada, de la Guardia Civil; la permanencia de una Judicatura inmutable en sus creencias franquistas y manteniendo una represión sin cortapisas contra huelguistas y obviando las denuncias contra la tortura impune, una situación que se mantendría durante décadas. Para colmo, y como ejemplo de esa continuidad jurídica de brazos caídos, se han reconocido oficialmente más de 5000 casos de tortura en estas últimas décadas.

No se conoce el nombre de un fiscal o de un juez que realizase una investigación al respecto. Todo ello herencia de esa redención que nos dejó “el trienio de la reconciliación” y que, al parecer, algunos consideran hoy día digno de repetirse.

La cúpula bancaria y empresarial, cómplice del golpe del 18 julio, y la Iglesia, que bendijo aquella santa Cruzada, siguieron a lo suyo, sin sufrir ninguna merma en su capital y celestial manera de seguir embolsándose sus depósitos y cepillos respectivos.

Que se diga que todo ello se hizo -incluso asesinatos-, por una España reconciliada, más que sarcasmo, es un insulto. Que a esta situación, resultante de esa política conciliadora, se la pueda denominar democrática es una obscenidad. Otorgar al rey la jefatura del Estado y declararlo inviolable por cualquier delito cometido, ¿es democrático? Reconocer al Ejército el carácter de garante de la unidad española y no a la soberanía popular, ¿lo es? Mantener unas prácticas policiales criminales, amparadas por la Ley de Secretos Oficiales y la Ley de Amnistía, ¿lo es?

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Suárez junto al rey y Torcuato Fernández Miranda.

Colofón

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Imagen de portada. (Wikipedia).

Quien afirme que hubo una Transición democrática es que sus conceptos de democracia y de transición son muy condescendientes, por usar una palabra blandengue. También es verdad que causa tristeza, mucha tristeza, que, después de haber tenido tres años de “maravillosa transición reconciliadora” y pasar de una dictadura a una democracia, lo poco o nada que se ha hecho en cuarenta años. Los seis años, que van desde 2019 hasta 2025, en materia de memoria, han dejado en la más humillante vergüenza esos cuarenta años de supuesta democracia. 

Una razón de este fracaso ha sido el comportamiento revisionista y negacionista de las derechas con relación a la historia de nuestro país, no solo con su artera revisión de la guerra y de la dictadura, sino, también, el precipitado inmovilista  del  llamado trienio de la reconciliación, donde se asesinó impunemente y se reprimió la libertad de la ciudadanía como si se estuviera, no en un Estado de Derecho, sino en un Estado de excepción permanente. ¿Cómo se podría llegar a una reconciliación cuando la utilización de la represión, violencia, tortura y asesinatos no desapareció de las prácticas habituales de un Estado lo más parecido a un Estado totalitario?

grimaldos

Pero no sólo han sido responsables las derechas de esa visión idílica aplicada a la transición. J. Colomer en su libro La transición a la democracia: el modelo español (1994), la juzgó en su día como un “modelo ejemplar”, tanto que la presentó como un modelo a seguir por otros países “para pasar de un régimen autoritario a otro democrático”. Colomer valoraba que el precio de esa transición se caracterizó por  el bajo coste social -solo le faltó decir el bajo coste humano-, gracias al “toque pactista y pacífico” con el que se desarrolló. Pactista y pacífico.

Paradójicamente, no le impidió afirmar que la democracia surgida de esa transición fue de muy baja calidad. Más bien, una democracia de chichinabo, habría que es decir. Pero, como suele decirse, “menos es nada, ¿no?”. Claro. Así nos va… Con una derecha que a este paso nos ha ido comiendo el pan del morral.

Como réplica bien documentada sobre esta visión nada edulcorada de esta transición siempre nos quedará el libro de Grimaldos (2004). A él remito.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/trienio-reconciliacion-transicion-espanola/20250220125408235665.html