No creamos en la unidad como en un rezo infalible, una unción sin la cual nada puede ser, un mecanismo que hay que construir contrariando la gravedad. Piense mejor en la articulación. Aquello que funciona y optimiza su función está articulado más que unido. El húmero y el cúbito, el fémur y la tibia, son ejemplos al alcance de la mano.
Partamos por el convencimiento de que no pensamos todos de igual manera y que habiendo dos personas de izquierda hay tres opiniones. Emparejar el pensamiento va en contra de la naturaleza que nos hace diferentes, ni mucho menos es posible uniformar la reflexión. Se trata, sobre todo si es desde la izquierda, de entender que la gracia está en que pensamos diferente, que no somos iguales, que nos separan matices, pero debemos reconocer la virtud de coincidir en lo fundamental: en este caso, que el capitalismo es todo lo contrario de lo humano.
Si estamos de acuerdo en esto, el resto es conversar y, sobre todo, hacer juntos.
No intente convencer a nadie. No solo es una falta de respeto sino un esfuerzo de colonización de lo más maravilloso que tiene el ser humano: su conciencia. Es la diferencia, la divergencia, los pareceres impares, lo complementario, los sutiles, bellos y trascendentes detalles lo que nos hace únicos en este planeta y nos permite que nos conozcamos y luchemos juntos y que en ese proceso nazcan las complicidades, los amores, las causas y las victorias. Y, por qué no, la derrotas, aquellas deslumbrantes oportunidades a las que casi nos hemos acostumbrado.
Pero si a ti te estremece la injusticia y el sufrimiento de un niño, eres mi hermano. No importa si usas un gorrito para celebrar a tu dios o solo tomas vino blanco.
Por siglos, los malvados nos han tratado de convencer de que somos todos iguales y que las diferencias lejos de ser la parte graciosa del ser humano, es algo que hay que combatir. O destazar en el potro. O quemar en la hoguera. O degollar.
En los regimientos son todos iguales porque se trata de despersonalizar al soldado que deberá ir a la guerra a defender a quien lo explota y no se dé cuenta de ese detalle en esa uniformidad que lo hace no persona.
No creamos en la unidad como en un rezo infalible, una unción sin la cual nada puede ser, un mecanismo que hay que construir contrariando la gravedad. Piense mejor en la articulación. Aquello que funciona y optimiza su función está articulado más que unido. El húmero y el cúbito, el fémur y la tibia, son ejemplos al alcance de la mano.
¿Conoce el linchaco o nunchaco, esa mítica arma china? Piense el porqué de su letalidad. ¿Pegan los palos juntos? ¿Dónde reside su fuerza e inteligencia?
En que se juntan en aquel punto preciso en el que optimizan la fuerza y da eficiencia al arma. No son necesariamente iguales ni actúan unidos: pueden ser diferentes, pero golpean articulados.
Si antes fue al hato de colihues que nos hacía difícil de quebrar, ¡ojo!: lo que en la práctica no funcionó, pensemos ahora en dos simples y débiles varillas que actúan de consuno unidas solo en aquello que los hace uno solo. En dos personas de acuerdo, articuladas, en el punto en que hacen más efectivo su golpe. Su arte. Su amor. O lo que sea.
De modo que, siempre pensando desde la izquierda, lo que nos hace falta es saber aquello en que tenemos pleno consenso y convencimiento, lo que nos articule para hacernos más eficientes e inteligentes, y dejar de lado lo accesorio o íntimo.
Consideremos ahora que en todo discurso que se precie de izquierda, hay una palabra que aparece como la que encarna todos los males: el capitalismo y su versión más criminal, el neoliberalismo, por ahí puede que vaya la cosa.
Pero ¿qué es el neoliberalismo? Digamos de entrada que es eso que está en crisis en el mundo que lo creó y que está definiendo una nueva estructura de poder en el planeta.
Estados Unidos, el campeón del capitalismo neoliberal, cojea de varias patas y ya no puede hacer lo que le dé la gana al menos con gran parte le mundo. Con países y pueblos débiles, sí. Con los países con dirigentes yanaconas y colonizados, también. Pero no con los pueblo que han decidido poner fin a la tiranía de los poderosos, prepotentes y genocidas.
Ya vemos que con potencias que se han levantado sobre otra matriz económica y política que proponen un mundo multipolar, el respeto y colaboración mutua, el decidir sobre su propio presente y futuro, ya no puede imponer sus políticas invasoras, criminales, antihumanas.
Bueno, eso que está en crisis y que está generando numerosos polos de poder que desafían al mundo unipolar que ha regido hasta ahora y que esquilma a los pueblos, quita sus riquezas y explota a sus habitantes, eso se llama neoliberalismo y ha entrado en una fase de debilidad y franco retroceso. Vea qué les ha pasado a las potencias imperiales europeas en África y Asia.
¿Y cómo se expresa el neoliberalismo en Chile?
En que los corruptos poderosos, esos mismos que estuvieron detrás, al lado y delante del golpe de Estado de 1973, se han apropiado de prácticamente todas las riquezas de nuestra tierra. Dato relevante: el 1 %, es decir, menos de 200 mil personas se llevan el 50 % de toda la riqueza. El resto, casi veinte millones de chilenos deben conformarse con la otra mitad.
¿Recuerda que el 11 de julio de 1971 se nacionalizó el cobre? El caso es que esa ley aún está vigente: es decir, el cobre y todas las riquezas del subsuelo chileno son de Chile. Pero, cosa extraña, el 72 % de las minas chilenas son propiedad de empresas privadas y solo el 28 % restante es propiedad del Estado.
¿Por qué? Porque esa es una práctica impuesta por el neoliberalismo y, peor aún, muy difícil de retrotraer.
¿Usted sabe por qué la educación es mala en Chile? ¿Sobre todo, la pública que sobrevive solo porque hay algunos profesores que creen en sus profesiones?
Porque según las consideraciones neoliberales la educación no es un derecho, sino un negocio con el cual se puede ganar dinero, y mucho. Observe este dato: el presupuesto total de educación para el próximo año es de $17 billones (17.000.000.000.000 de pesos), y le aseguro que la educación pública va a seguir igual o peor.
¿Por qué? Porque la educación es un negocio y gran parte de esas enormes cantidades van a parar a los que hacen de la educación de los hijos del pueblo un negocio más. Inmoral, indecente, inhumano, repulsivo, pero un negocio más.
Bueno, para no aburrirnos, diremos que eso mismo pasa en la pesca, la agricultura, las carreteras, las universidades, y hasta en los goles el domingo.
Por si no sabe, las aguas más prístinas, limpias y puras del planeta están siendo infectadas por mierda de salmón, animal que cuando se escapa, lo que pasa siempre, arrasa con cuanto pescadito es propio de esas aguas. ¿Quiénes se benefician con esa desgracia? Un puñado de miserables chilenos y extranjeros. Si quisiéramos tener un símbolo del neoliberalismo, propongo que sea la imagen de un salmón cagando.
¿Por qué compramos garbanzos, trigo, lentejas, porotos, sal, azúcar y lo que se le ocurra en el extranjero si esos productos históricamente se produjeron en Chile? Porque para el neoliberalismo es más barato comprar en el extranjero que producir aquí. Lo que no es cierto, pero que beneficia a los empresarios de siempre. ¿Cuáles? Los de ese uno por ciento, el hablábamos supra.
Chile no tiene industrias de prácticamente nada pudiendo tener de todo. Los acuerdos de libre comercio prohíben tener industrias que afecten a los socios de esos acuerdos. Gabriel Boric firmó el más gravosos de todos: TPP 11, luego de posar con una camisetita que decía “NO al TPP 11”. Bueno, también se puso la amarilla de “NO más AFP” y ya vimos.
Habría que inaugurar el tiempo de la camiseta en la se lea “NO más Borices”.
Entonces, desde el punto de vista de una óptica de izquierda, y para articularnos en aquello que nos hace más eficientes, sería cosa de proponer un camino de inmediato, corto, mediano y largo plazo, cuyo horizonte estratégico sea superar este orden por otro que ponga al ser humano y no a la ganancia como el centro de su quehacer.
Y podríamos partir por decidir salirle al encuentro a quienes han hecho lo que han querido solo porque la izquierda no neoliberalizada, ha estado esperando algo que se sabe bien qué ha sido.
Y disputarles sus espacios, hasta expulsarlos y ganarles sus poltronas y ponerlas al servicio de una gran movilización que se proponga, al menos, que el siguiente estallido parecido o mayor que el de octubre de 2019, no se extinguirá por no tener un propósito definido, dirigentes legítimos y valorados, una estrategia hacia donde apuntar y la inteligencia suficiente para rascar donde pica, aunque no pensemos igual. Y precisamente por eso.
*Imagen, Pixabay