Está bien, no hizo nada, no fue digno de su encargo, se desdijo de cuanto figuró como su convicción más profunda, dio la espalda a los que lo eligieron, se alineó con el imperialismo estadounidense, trató mal a los más maltratados, se agachó ante la derecha más criminal, no defendió las riquezas de todos los chilenos, pero no usó corbata.
Un precandidato presidencial se refiere a la corbata. Dice que la usa, aunque, precisa, solo a veces. Critica al presidente por no usarla. Pero la profunda reflexión del honorable respeto del adminículo no tiene tanto que ver con la moda o las formalidades del vestuario, como con lo superficial y leve de las ideas que sustentan las personas más representativas de esta camada de nuevos líderes, los que, venidos de la nada, van yendo hacia ninguna parte.
Desde el punto de vista de lo que parecían encarnar, al menos en el discurso y en la cierta desfachatez con que accedieron a la política formal, se esperaba que estos jóvenes audaces despertaran una cierta fascinación digna de ser emulada por nuevas generaciones de jóvenes políticos, de dirigentes estudiantiles, de artistas, de una nueva sabia que hiciera pie en un legado de esta generación. Una canción. Una cierta moda. Un modo Boric de ser.
Por eso es legítimo preguntarse por lo que va a dejar esta gente.
¿Habrá en breve un efecto Boric que encante a nuevos jóvenes que se sientan impelidos a emular al actual presidente en discurso, actitud, impronta, estilo, tono poético, mística o producción intelectual?
¿Qué quedará aconchado en la historia nacional luego de su paso?
¿Cómo se recordará a esta generación de políticos que en vez de mover el avispero como lo advirtieron, terminaron achanchados en el poder que tanto criticaban?
¿O solo serán recordados por la gracia sutil y etérea de voltear la chaqueta cuando faltaron ideas y/o gónadas?
Pudieron haber dejado un nueva constitución, pero los consumió el temor reverencial a la derecha y jugaron a ser imparciales.
Pudieron haber salvado la educación pública que sobrevive por inercia, pero le dejaron el negocio intacto a los mismos de siempre.
Pudieron haber buscado caminos de solución al conflicto del Estado con el pueblo mapuche, pero prefirieron asumir el discurso racista de la ultraderecha y militarizaron la región.
Pudieron haberse deshecho de las AFP y las ISAPRES, pero pudo más el miedo al qué dirán del facherío.
Pudieron salvar las aguas australes de la voracidad de las salmoneras, pero ahí están los canales pudriéndose con mierda de peces en cautiverio.
Pudieron haber dado algo más que migajas a los viejos profesores y a los jubilados, pero las cifras no cuadraban para ellos.
Pudieron haber tenido el decoro de decir derechamente no somos capaces, pero se rindieron ante aquellos que hasta hace poco eran todo malo y lo que urgía superar.
No habrá una mítica que los salve porque no arriesgaron nada. No fueron capaces de enarbolar una mística que hiciera de ejemplo y que formara en ese espíritu a quienes los deberían seguir.
Fue un ejercicio yermo, estéril, una semilla vana.
Quizás tenga razón el diputado de la corbata y sea ese adminículo el que los deje en la historia.
Está bien, no hizo nada, no fue digno de su encargo, se desdijo de cuanto figuró como su convicción más profunda, dio la espalda a los que lo eligieron, se alineó con el imperialismo estadounidense, trató mal a los más maltratados, se agachó ante la derecha más criminal, no defendió las riquezas de todos los chilenos, pero no usó corbata.
Quizás ese toque revolucionario y trascendente se enseñe en los textos escolares de aquí a poco.