Definitivamente, los dirigentes socialistas españoles han consumado su traición. Se quitaron la careta y no les queda otro camino que la huida hacia adelante, la sumisión a los chantajes alauitas. ¡Qué indignidad!
De madrugada, con premeditación y alevosía, los ciudadanos de a pie nos enteramos de que Burita iba a ser recibido por Albares en Madrid, para echarse flores mutuamente y escenificar la sumisión, precisamente en Jueves Santo, aprovechando que la población estaba desmovilizada y ausente, disfrutando de unos días de asueto lejos del imparable genocidio de la población palestina de Gaza.
En el ámbito del Derecho Penal, nocturnidad, premeditación y alevosía son tres circunstancias que agravan la gravedad de un delito. La nocturnidad se refiere a cometer el delito durante la noche; la premeditación indica que se ha reflexionado y planificado el delito antes de cometerlo; y la alevosía implica sorprender a la víctima de manera inesperada, buscar su indefensión o utilizar medios que la hagan vulnerable. En nuestro caso, la víctima es la sociedad española, y no digamos ya el pueblo saharaui, víctima desde hace 50 años de la desprotección y el abandono, la entrega al enemigo y el intento manifiesto de genocidio por parte del invasor marroquí. Así lo describe la prensa española, sin mayor esfuerzo por arrojar luz sobre esta pirueta del Gobierno español: “Visita sorpresa a Madrid del ministro marroquí de Exteriores…” Una actuación cobarde, Sr. Albares, porque usted sabe que acudiríamos en tropel a protestar por esta deriva incalificable.
Previamente a su llegada a Madrid, Burita había estado en Washington, la capital del Imperio trumpista, donde se decide sobre la vida y la muerte, los cambios de fronteras, la supresión de derechos, la expulsión de migrantes ‘terroristas’, la eliminación de enemigos, la limpieza étnica en Gaza y la erección de obscenos resorts turísticos para magnates, los derechos divinos excluyentes, … En Washington, Burita se había reunido con el consejero de Seguridad Nacional del belicoso presidente Trump, en una operación amañada con el criminal Netanyahu, que tiene acceso libre y gratuito a la Casa Blanca, a las armas más letales, a los medios de intoxicación del poderoso lobby judío yankee… carta blanca para seguir matando y destruyendo… No por casualidad, Burita había aterrizado en Washington al mismo tiempo que Benjamín Netanyahu, rostro visible del genocidio en Gaza. Pero Burita no fue allí por Palestina. Fue allí por el Sáhara Occidental. Y lo hizo usando el sufrimiento palestino como moneda de cambio para reforzar la ocupación de otro pueblo. Buscaba repetir la transacción trumpista del 2020: “yo normalizo con Israel, tú me regalas el Sáhara”.
Lo de Albares no tiene desperdicio. Está exultante, saca pecho de sus logros históricos por el bien de la humanidad. Practica el cinismo más contumaz cuando se le pregunta por el respeto de los derechos humanos en Marruecos y en Sáhara Occidental. Y responde –toreando al periodista, como hace también su jefe– que el Gobierno español respeta los derechos humanos en todas partes, que apoya plenamente los esfuerzos de Staffan De Mistura para el Sáhara Occidental y que bla, bla, bla. Utiliza el cinismo más rancio del protagonista del film ‘Casablanca’ y de la escuela gala de arribistas de embajada. Hay una foto muy ilustrativa de Albares pasando, triunfante y cumplidor, por delante de Burita, y bajo su atenta mirada de aprobación y control, en la ‘Reunión de Alto Nivel’ (RAN) celebrada en Marrakech en mayo de 2022. La foto habla por sí sola y dice lo que Albares no dice. O así lo interpretamos algunos ciudadanos abochornados ante tanta miseria moral. Porque, como señala Ignacio Cembrero en X: «¿Qué necesidad tenía el Gobierno de #España de reiterar por enésima vez desde 2022 que apoya la solución (autonomía) que propugna #Marruecos para resolver el conflicto del #SaharaOccidental? José Manuel Albares (@MAECgob) lo hizo hoy, día festivo en Madrid, ante su homólogo marroquí Nasser Bourita. ¿Será parte del precio a pagar para llevarse bien con Rabat?»
Sin duda al ministro Albares le esperan tiempos gloriosos: no solo le concederán el wissam alauita por los servicios prestados, sino que también se hará merecedor de una todavía inexistente medalla “al mérito marroquí” por violar las resoluciones de la ONU y el Derecho Internacional al asumir la imposición alauita de “autonomía” para el Sáhara Occidental, anexionando así el territorio saharaui, declarado “territorio distinto y separado de Marruecos” no solo por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sino también, mucho antes, en 1975, por el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ), la más alta instancia judicial de la ONU.
La imposición forzada y unilateral de esa pretendida “autonomía” supone la denegación del derecho de autodeterminación a la población saharaui –que es la perjudicada en primera y última instancia– y, por tanto, la negación de todos los demás derechos humanos que se derivan de la autodeterminación. No alcanzamos a comprender por qué no se otorga la (presunta) autonomía a las poblaciones marroquíes del Rif y de Tarfaya y, en cambio, se quiere imponer una ilegal y presunta autonomía a una población y un territorio ajenos a Marruecos, como son el territorio saharaui del Sáhara Occidental y el pueblo saharaui.
También esto se quiere “normalizar” como si tal cosa. ¿Sería acaso ‘normal’ que Cantabria, por ejemplo, se convirtiera en una autonomía de Francia? ¿O Salamanca, en una autonomía de Portugal? Pues eso es, mutatis mutandis, lo que el Gobierno español aspira a perpetrar con el Sáhara Occidental y su población saharaui, sometiéndose al diktat de Rabat. Numerosos autores han explicado sobradamente este asunto; desde los estadounidenses Frank Ruddy, Stephen Zunes, Jacob Mundy o George McGovern, hasta los españoles Carlos Ruiz Miguel, Juan Francisco Soroeta, Isaías Barreñada, Pablo-Ignacio de Dalmases, Julio Caro Baroja, Ramón Criado, Juan Carlos Gimeno, Julio González Campos, … Pero a todos ellos, ni caso, Sr. Albares. El Gobierno español está a lo que digan Trump, Netanyahu y Nasser Burita, este último siguiendo los designios divinos del Comendador de los creyentes.
El Sr. Albares hace oídos sordos a la reclamación popular de que España, en su condición legal de antigua metrópoli y potencia administradora del Sáhara Occidental, proteja a los presos políticos saharauis y exija su liberación, en lugar de hacer dejación de sus obligaciones internacionales. Desde hace más de cuatro años (¡más de 100 semanas!), miembros del Movimiento por los Presos Políticos Saharauis (MPPS) en cárceles marroquíes nos concentramos ante el Ministerio de Albares en Madrid con esa reclamación al ministro. Pero este, como quien oye llover, ha mantenido el más absoluto mutismo y no ha movido un solo dedo ni contestado a una sola de las muchas cartas que se le han dirigido y registrado en su Ministerio. Condescendencia y total atención para su colega Burita, sí; a los presos saharauis y sus familiares, y a los miembros del MPPS, que les den. Tales son los actuales ‘valores’ socialistas del Sr. Albares.
Saca pecho, como su jefe, por haber reconocido el Estado Palestino (¡a buena hora!), pero tiene que acudir a Washington a “dar explicaciones” de ello al amigo americano (Blinken), a hacerse visible y a que le den palmaditas en la espalda. A acumular méritos para el ascenso y un buen destino como corresponde. ¿No podría “explicárselo” por teléfono –como ha hecho con el trumpista Marco Rubio— y evitarnos así a los ciudadanos la factura del viaje, hotel y merendola? Mientras tanto, aquí seguimos comiéndonos la tierra de Palomares, contaminada de radiactividad por las bombas nucleares estadounidenses y que el amigo americano se niega a llevarse a su propio país. Pero esto es materia silenciada en los viajes y conversaciones, telefónicas o presenciales, del ministro Albares.
“Para entender la política exterior de cualquier Estado –señala Noam Chomsky–, es útil comenzar por explorar su estructura social interna. ¿Quién determina el diseño de estas políticas? ¿Qué intereses están representando estas personas? ¿De dónde emana su poder? Es razonable suponer que estas políticas reflejan los intereses particulares de quienes las defienden…” Pues bien, nuestro ministro de Exteriores, procedente de la escuela francesa promarroquí, por su cargo de embajador en la República Francesa y sus relaciones conyugales, no quiere ni oír hablar del embargo de armas al Gobierno genocida de Israel, ni de romper relaciones –siquiera las diplomáticas—con el Gobierno de ese país, cerrar su embajada en España, expulsar a su personal, imponer sanciones… Por mucho menos se adoptaron esas y otras sanciones al régimen de apartheid en Sudáfrica, aunque también en ese caso varios países importantes trataron de zafarse ilegalmente.
Pero, en cambio, se le cae la baba recibiendo a Burita. En realidad, se le cae a ambos, a tenor de las fotos del encuentro, ambos henchidos de gozo e hinchados de satisfacción, tras pisar una vez más y con tanta impunidad al maltratado pueblo saharaui. A Burita, que se moría de ganas de echar de la sala de comparecencias a la hoy ya exministra González Laya cuando, en una declaración conjunta en Rabat, ella, muy digna, repetía una y otra vez, en las mismísimas narices de su homólogo marroquí, que el Sáhara Occidental era, es, una cuestión de descolonización que debe resolverse en el marco de la ONU. Burita, estupefacto y con los ojos como platos, no daba crédito a lo que veía y oía: ¡¿Una cuestión de descolonización?! ¡¿En el marco de Naciones Unidas!? ¡¿Pero qué dice esta mujer?! No sabemos qué hubiera pasado de no haberse encontrado ambos ante las cámaras y los periodistas…
Después de aquello, Burita –o sea, Palacio— exigió la cabeza de González Laya. Y la consiguió a los pocos días de esa declaración conjunta en Rabat. A ella la enviaron a París y colocaron en su lugar al promarroquí Albares, que ya venía aprendido de sus relaciones francesas proidem y que le habría musitado al oído a Pedro Sánchez sus planes para la excolonia y sus molestos habitantes, que no se someten a los cantos de milonga. El fiel Albares, azote de los saharauis, que tanto viaja, como su jefe, no ha tenido la delicadeza de hacer siquiera una breve visita –mucho más barata que a Washington– a los Campamentos de la Dignidad en Tinduf, en donde malviven con entereza los ciudadanos saharauis que España entregó a Marruecos y este los bombardeó fraternalmente con napalm y fósforo blanco. Y ahora, hipócritamente, nos quieren enternecer culpabilizándonos de los padecimientos de esas gentes aherrojada por ellos en medio de la nada, como si ellos, ¡pobrecitos!, no tuvieran nada que ver con esa situación. Maestros de la hipocresía, de la refinada hipocresía gala, los mentores de la dinastía alauita de la que huyen en patera los propios súbditos marroquíes; huyen de un país hoy declarado “seguro” por las autoridades comunitarias. Una “seguridad” muy rara…, sin duda.
Antes que Burita, ya pasó por aquí hace tiempo su antecesor, el hoy exministro Salaheddine Mezouar — actualmente presidente de la Confederación General de las Empresas de Marruecos (CGEM),la Gran Patronal–, quien se jactaba en la prensa española de que el Sáhara era propiedad de Marruecos (“España sabe que el Sahara es nuestro”, El País, 04/07/2010), como hace ahora el señor Burita, a pesar de todas las resoluciones y dictámenes de Naciones Unidas, de la Unión Africana, del Tribunal de Justicia de la Unión Europea o del Tribunal de La Haya, cuyo dictamen reclamó precisamente Marruecos, no ya para ignorarlo, sino para afirmar gratuitamente todo lo contrario.
Y encima, tienen la cara dura de afirmar que España defiende los derechos humanos en todo el mundo, cuando los gobernantes españoles no hacen sino seguir los pasos del delincuente Donald Trump, que se permitió el lujo de pasarse a los saharauis por debajo de su “ass”—como él dice–, saltándose la ONU y entregando la soberanía del territorio saharaui a su peón norteafricano, a cambio de que “normalizase” las relaciones con el Estado sionista y el Gobierno del criminal Netanyahu.
Nada es casual en los tejemanejes de estos personajes: ni el “inesperado” encuentro Albares / Burita en Madrid, ni el “error” en el BOE de Iceta / Urtasun, ni el mapa de Marruecos difundido por la AEMET anexando el Sáhara Occidental, ni que el Huffpost sitúe a Dajla en Marruecos, ni el que en los libros de texto escolares se celebre “la fiesta de la Marcha Verde”, …, ni que al presidente Sánchez le roben los datos de su móvil. A los gobernantes marroquíes les pasa como a Netanyahu: nada ni nadie les detiene.
Pero aunque les pese a Albares y a Burita, fue Felipe González – en su etapa joven–quien utilizó para llegar a La Moncloa aquello de «el Pueblo Saharaui va a vencer en su lucha. Va a vencer, no sólo porque tiene la razón, sino porque tiene la voluntad de luchar por su libertad». Esas palabras quedaron inmortalizadas por Mariem Hassan en su cantata ‘Shouka’ (La espina,) para vergüenza eterna de los dirigentes socialistas.
Y después de Felipe González vino su mano izquierda, Alfonso Guerra; y cuando decía en una entrevista que el Frente Polisario había “perdido apoyos” y el periodista le preguntaba “qué apoyos”, él eludía la contestación y respondía: “Yo solo digo que ha perdido apoyos” … Pero ¡hombre!, dígalo usted alto y claro, Sr. Guerra, diga que ha sido el PSOE no solo quien le retiró su apoyo (que tan bien le había venido para llegar a La Moncloa), sino que además lo ha traicionado, ¿por presiones del amigo americano, Sr. Guerra?, ¿de Francia?, ¿de Marruecos? Felipe González nunca lo explicó. Tampoco Pedro Sánchez.
Son unos maestros en ocultar verdades al pueblo español. ¿Por qué si no mantienen sin desclasificar los documentos relativos al Sáhara Occidental?, ¿Por qué ocultan toda esa documentación de los gobiernos franquistas? ¿Por qué no han denunciado por ilegales los Acuerdos Tripartitos de Madrid? ¿Por qué conservan pulcramente y en silencio esa herencia franquista y no proporcionan reparación a las víctimas?
Van a conmemorar, a bombo y platillo, los 50 años de la muerte (en la cama) de Franco, pero no contemplan en esos actos los 50 años de daño al pueblo saharaui, mientras Albares y Burita se frotan las manos y pisotean los derechos legítimos, inalienables e imprescriptibles de ese pueblo.
Mucho recriminar a Donald Trump, pero ellos no hacen sino seguir sus pasos. Felipe González ‘el joven’ no erró entonces, cuando arengó a los saharauis en los Campamentos de la Dignidad. Erró después, cuando traicionó al pueblo saharaui. Y hoy tenemos aquí a sus furibundos alevines, con el lobista Rodríguez Zapatero a la cabeza.
¡Qué ironía!: Mientras Estados Unidos sostiene y fomenta el genocidio en Palestina, y Netanyahu se ríe impunemente del Tribunal Penal Internacional, Marruecos –que invadió a sangre y fuego el territorio saharaui practicando un terrorismo genocida—pretende que la Administración Trump declare ‘terrorista’ al Frente Polisario. ¡Cuánta hipocresía y cinismo!
¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el régimen marroquí para mantener su ocupación del Sáhara Occidental?, se preguntan los saharauis. Un régimen que ha sobornado al Parlamento Europeo, inutilizado la MINURSO, hackeado teléfonos de jefes de Estado con el programa Pegasus, vendido su alma a Israel, y ahora pretende utilizar el genocidio palestino para legitimar su propia expansión colonial. Todo ello, “presuntamente”, no vaya a ser que estas palabras les molesten y se pongan a perseguir a periodistas y escribientes.
¡No en nuestro nombre, Sr. Albares! Otra vez avísenos con tiempo y con algo más de transparencia. Y no tenga miedo, nosotros no invadimos ni masacramos. Como usted muy bien sabe, el pueblo español está con el pueblo saharaui y su justa causa. Hasta la victoria final.
Luis Portillo Pasqual del Riquelme es doctor en Ciencias Económicas, miembro del Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental (CESO) de la Universidad de Santiago de Compostela y autor de En defensa de la Causa Saharaui. Testimonios de denuncia, resistencia y solidaridad (Círculo Rojo).
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