No ha habido rama de la defensa nacional ni de las policías, que no se haya visto involucrada en monumentales robos a los dineros que se suponen son para defender la patria.
Investigaciones periodísticas independientes, cifraron en doce toneladas la droga que los equipos de Pinochet, a su solicitud, habrían traficado a Europa. Sume usted que jamás se sabrá la cantidad de dinero de las arcas fiscales que Pinochet, su familia y sus asesores más cercanos, robaron en diecisiete años de perfecta impunidad. El desposte del Estado por la vía de regalar empresas nacionales a sus amigos y familiares es un registro casi imposible en cifrar en términos de dinero.
¿Se acuerdan de las joyas que las mujeres empingorotadas regalaron para la reconstrucción del país, a poco del Golpe de Estado? Pues se las robó aquella primera dama.
El de Pinochet no solo fue un régimen sanguinario, cruel y en extremo violento. Fue además un dictador ladrón hasta la médula. E hizo escuela.
El caso es que esa cultura enquistada hasta la mitocondria en el entramado institucional que da forma al Estado está viva por la gestión de los herederos del dictador que jamás se fueron, y que, al contrario, hicieron cultura.
Los cacareados valores militares, integridad, patriotismo, espíritu de cuerpo, disciplina, lealtad, honor, valor, abnegación, profesionalismo y lo que usted quiera agregar, son más bien declaraciones ampulosas que no se condicen con lo real. Al menos en sus cuerpos superiores, aquellos altos oficiales que han robado a manos llenas lo que se supone son los medios que les otorga la nación para su defensa y seguridad.
No ha habido rama de la defensa nacional ni de las policías, que no se haya visto involucrada en monumentales robos a los dineros que se suponen son para defender la patria. Las cifras cogoteadas al país que juraron defender hasta dar la vida si fuera necesario, son casi ininteligibles por su tamaña extensión.
Los policías acusados y sometidos a juicio por su vinculación con delitos, muchos de los relacionados con el narcotráfico, suman decenas.
Hace algunos días fueron detenidos seis suboficiales de la Segunda Brigada Acorazada de Cazadores de Pozo Almonte que transportaban 192 kilos de cocaína y pasta base, todo avaluado en $3 mil millones.
Y ahora uniformados de la Fuerza Aérea son descubiertos traficando peligrosas drogas en momentos en que arrecian en el país mafias que han hecho del territorio un pasadizo de drogas para el mundo.
Por si esto fuera poco, sucede un motín que debiera llamar la atención: la Fuerza Aérea se niega a entregar a los traficantes y a decir sus nombres grados y droga traficada. Peor aún, el comandante en jefe de la FACH, en un acto de desobediencia por el que debiera ser llamado a retiro, desconoce públicamente la facultad del presidente Boric, su superior jerárquico, de darle una orden que no resultaba nada lesiva: solo se trataba de entregar los antecedentes de los aviadores traficantes a la justicia.
No es difícil colegir, pensar mal es un derecho, que esa demora se debe a la necesidad de armar la historia contable luego de saber cuántas veces se hizo el tráfico, cuántos y quiénes más están metidos en el negocio, si hay oficiales de mayor rango, si tienen vinculaciones con el crimen organizado y hasta qué punto está involucrada la aviación.
¿Qué está pasando?
Para decir las cosas como son, nada fuera de lo esperado en un país en el que las políticas aplicadas por la supuesta transición democrática han disminuido al Estado, alentado y perfeccionado la corrupción, institucionalizado la impunidad y estimulado la debilitación de las instituciones al extremo de que resultan una excepción aquellas reparticiones públicas en las que no se haya descubierto una estafa de proporciones increíbles.
Lo que sucede es la demostración de un rasgo sustancial al capitalismo extremo que se aplica con el beneplácito y la inestimable colaboración de algunos que se dicen sus enemigos: el capitalismo es esencialmente corrupto e inhumano.
Es necesariamente corrupto e inhumano.
Hay un desfonde moral que cruza nuestra sociedad en la que los corruptos y criminales han corrido los límites de lo posible en términos de delincuencia, lo que va a terminar muy mal.
Vea cómo aumentan los niños involucrados en violentos crímenes. Y vea qué hace el Ministerio de Educación respecto de esos muchachos que debieran estar en la escuela y que se suman a esa enorme cantidad de desertores del sistema escolar: nada. Ni siquiera se sabe la cantidad de niños y adolescentes que han abandonado las aulas.
La ONU se refiere a un país que ha perdido la capacidad de cumplir con sus funciones básicas, como mantener el orden, proteger a sus ciudadanos, proveer servicios esenciales y ejercer control efectivo sobre su territorio de una forma muy clara: Estado fallido.