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El acuerdo entre la UE y Estados Unidos malvende las ambiciones climáticas europeas

Fuentes: Viento sur

Europa se ha comprometido a comprar 750 000 millones de dólares en “productos energéticos” a Estados Unidos en el marco de las negociaciones sobre los aranceles. Pero esta promesa es irrealista y pone de manifiesto hasta qué punto Bruselas ignora la urgencia climática.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, concluyó el domingo 27 de julio un acuerdo comercial con el presidente estadounidense, Donald Trump, que impone un 15 % de impuestos a la mayoría de los productos europeos importados a Estados Unidos. Este compromiso incluye, en particular, la compra por parte de la Unión Europea (UE) de productos energéticos –principalmente petróleo, gas natural licuado (GNL) y combustibles nucleares– a su socio estadounidense por un valor de 750 000 millones de dólares en tres años.

Ursula von der Leyen argumenta que este acuerdo permitiría a la UE dejar de depender definitivamente de los suministros energéticos rusos para 2028. Pero esta promesa está fuera de toda realidad industrial y económica.

Como explica a Mediapart Patrice Geoffron, profesor de Economía en la Universidad Paris-Dauphine y director del Centro de Geopolítica de la Energía y las Materias Primas: “A grandes rasgos, la UE importa cada año alrededor de 400 000 millones de dólares en productos energéticos, de los cuales 70 000 millones proceden de Estados Unidos, compuestos en dos tercios por petróleo y en un tercio por gas”.

En otras palabras, para alcanzar los 250 000 millones de dólares anuales a los que se ha comprometido la UE, habría que “multiplicar por cuatro” las importaciones estadounidenses, precisa el investigador. Teniendo en cuenta que Estados Unidos ya es el primer proveedor de GNL y petróleo de la UE.

Así pues, o bien la industria petrolera estadounidense tendrá que producir mucho más, o bien tendrá que vender su petróleo y su gas a la UE a un precio mucho más elevado. “En ambos casos, es material o económicamente insostenible”, estima Patrice Geoffron.

Por otra parte, según la Agencia de Información sobre la Energía, Estados Unidos exporta a todo el mundo alrededor de 30 000 millones de dólares al mes en productos energéticos. “Esto significaría que, durante los próximos tres años, más de dos tercios de las exportaciones energéticas estadounidenses se destinarían únicamente a la UE, ¡lo cual no tiene ningún sentido!”, afirma Bastien Cuq, responsable de energía de la Red Acción por el Clima.

Una demanda de gas en descenso

Este acuerdo, que asciende a 750 000 millones de dólares en compras de energía, también se contradice con la demanda del mercado europeo. De hecho, tras la crisis energética desencadenada por la guerra en Ucrania, la UE ha logrado reducir su consumo de gas en un 15,6 % entre mediados de 2024 y mediados de 2025, en comparación con su consumo medio anual entre 2017 y 2022, gracias, en particular, al despliegue de las energías renovables.

Según el grupo de reflexión independiente Institute for Energy Economics and Financial Analysis, las importaciones europeas de gas podrían incluso reducirse en un 25 % de aquí a 2030.

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Una trampa tendida por Washington

¿Podemos comprometernos con objetivos que no dependen de nosotros? El lunes 28 de julio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó que no podía garantizar los 600 000 millones de dólares de inversiones adicionales en Estados Unidos incluidos en el acuerdo comercial firmado con este país, ya que estas decisiones dependen de actores privados. Lo mismo podría decirse, por cierto, del gasto relacionado con los productos energéticos.

En realidad, las cosas son más complejas. En primer lugar, porque los Estados miembros y la UE disponen evidentemente de medios para presionar a los actores privados en cuanto a sus decisiones de inversión. En segundo lugar, porque estas cifras astronómicas incluidas en el acuerdo serán una bendición para la administración Trump y una oportunidad para volver a presionar a la UE. Dado que la UE se ha comprometido a cumplir estos objetivos, Washington podrá alegar su incumplimiento para exigir nuevas concesiones, en particular en materia de derechos de aduana. Estos objetivos, difíciles de alcanzar, parecen una trampa.

Romaric Godin

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Ahora bien, lo más importante es que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha concluido un acuerdo fósil que va en contra de la urgencia climática. Y ello a pesar de que Europa es el continente que más se está calentando y que en 2024 registró el año más cálido jamás medido.

Lanzado a finales de 2019 por Ursula von der Leyen, el Pacto Verde (o Green Deal) tiene como objetivo reducir para 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE en un 55 % respecto a los niveles de 1990 y convertir al continente en el primero del planeta en alcanzar la neutralidad en carbono en 2050.

Desde 2023, esta hoja de ruta climática europea muestra serios signos de agotamiento. Y en el Parlamento de Estrasburgo, la derecha aliada con la extrema derecha parlamentaria tiene la clara ambición de desmantelar el plan climático de los veintisiete Estados miembros.

La firma de un acuerdo comercial ilusorio con Washington que obliga a importar más energías fósiles estadounidenses demuestra hasta qué punto la presidenta de la Comisión Europea ha decidido malvender las ambiciones climáticas de la UE, a pesar de sus promesas de un nuevo objetivo de reducir en un 90 % las emisiones europeas en 2040.

El GNL que consumen los europeos es, además, especialmente perjudicial para el clima. Su producción y transporte emiten grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento 84 veces superior al del CO2 en un periodo de veinte años. El GNL podría ser, por tanto, al menos tan perjudicial para el calentamiento global como el carbón.

Peor aún, en 2023, el 78 % del GNL producido por Estados Unidos procedía del gas de esquisto, cuya extracción es desastrosa para los ecosistemas, en particular para las capas freáticas. Su explotación está prohibida en muchos países europeos, entre ellos Francia desde 2011.

Ceguera ecológica

“Este acuerdo no va a frenar nuestros objetivos de descarbonización, ya que la producción de energías renovables sigue siendo muy rentable y el coste de la electricidad verde es notablemente bajo”, matiza Bastien Cuq. “Pero es una señal política desastrosa, que pone de relieve cómo Europa sigue profundamente dependiente de las energías fósiles”. Dos tercios de la energía consumida en la Unión Europea sigue siendo hoy en día de origen fósil.

“Sobre todo, permite a Washington mantener el discurso trumpista de la América triunfante. Por parte de la UE, Ursula von der Leyen sabe muy bien que, en cualquier caso, este anuncio grandilocuente será irrealizable. En mi opinión, se trata de una medida de decoro para valorizar el acuerdo en torno al arancel global del 15 %, analiza por su parte Patrice Geoffron.

En noviembre de 2024, Ursula von der Leyen ya había propuesto a Donald Trump, incluso antes de que fuera elegido, que Estados Unidos suministrara más GNL a la UE. “Seguimos recibiendo mucho GNL de Rusia, así que ¿por qué no sustituirlo por GNL estadounidense, que es más barato para nosotros y reduce nuestros precios energéticos?”, se preguntaba entonces la presidenta de la Comisión Europea.

“Este anuncio se produjo en un contexto en el que Von der Leyen empezaba a hablar cada vez más de la soberanía energética europea, ya no como una forma de autonomía estratégica, sino como una diversificación del suministro. Con el acuerdo firmado el domingo, la dependencia de Europa de Estados Unidos sería unilateral”, lamenta Marie Toussaint, eurodiputada y vicepresidenta del Grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo.

Y concluye: “El vasallaje de Europa está inscrito en su ceguera ecológica. Así es la Europa liberal: siempre necesita encontrar nuevos amos, un día sometida al gas ruso, al día siguiente a los combustibles fósiles estadounidenses”.

Texto original: Mediapart

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/el-acuerdo-entre-la-ue-y-estados-unidos-malvende-las-ambiciones-climaticas-europeas/