La explotación animal como fuente histórica de todas las panzootias y pandemias y los falsos discursos sobre la gripe aviar y otras patologías infecciosas
Recientemente ha saltado de nuevo a los medios la alarma de gripe aviar altamente patógena, en realidad activa ya desde 2023, que otra vez ha llevado al confinamiento y “sacrificio” de millones de aves de corral. Pero se ha ignorado que la selección y manipulación de otros animales a lo largo de los tiempos con el fin de obtener beneficios económicos, particularmente en la industria alimentaria, ha devenido en la aparición y dispersión de enfermedades que provocan millones de muertes de individuos no humanos y humanos, explotados, como las vacas lecheras, y libres, tan diversos como el urogallo o el lobo marino. Si se quiere acabar con problemas como la gripe aviar y, en general, la transmisión de enfermedades infecciosas mediada por animales vertebrados, hay que acabar con la explotación animal, no poner parches eludiendo al elefante en la habitación.
El pasado 1 de octubre de 2025 volvían a sonar las alertas como consecuencia de la súbita aparición de un episodio infeccioso en una instalación dedicada a la explotación animal; esta vez se trataba del primer foco de dermatosis nodular contagiosa (DNC) en España. El brote se detectó en una granja de cría de bovino de leche situada en el municipio de Castelló d’Empúries, en la comarca del Alt Empordà (Girona).
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación confirmaba oficialmente el 3 de octubre la presencia de la DNC en varias explotaciones catalanas, que llega después de que la enfermedad se haya expandido en el continente europeo con 67 focos notificados en Francia y 47 en Italia, países donde la DNC ya está presente de forma estable.
De las granjas a los ecosistemas: dermatosis nodular contagiosa y gripe aviar
La dermatosis nodular contagiosa es una enfermedad vírica que afecta exclusivamente al ganado bovino y a los búfalos, si bien existen otros hospedadores como impalas o jirafas. Descrito por primera vez en Zambia en 1929, podría tratarse de una variante derivada de un virus presente en animales rumiantes silvestres.
Esta patología se transmite principalmente por insectos hematófagos, en menor medida por heces o secreciones, y cursa con fiebre, nódulos en la piel, en membranas mucosas y órganos internos (estos nódulos son característicos y le dan su nombre a la enfermedad), extenuación, inflamación de los ganglios linfáticos, edema cutáneo y en ocasiones la muerte. A pesar de que rara vez produce el fallecimiento, es de declaración obligatoria y supone el “vaciado sanitario”, eufemismo para evitar decir que todos los animales irán a parar al matadero. La razón es puramente económica, porque causa un acusado descenso en la producción, particularmente en vacas de leche, de modo que el hecho de que los animales bajen su ritmo de generar dinero es motivo suficiente para matarlos.
Según la página del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la situación de la DNC a día de hoy y las actuaciones llevadas a cabo han sido las siguientes: “Desde entonces, según los datos disponibles a través de la Red de Alerta Sanitaria Veterinaria (RASVE), a fecha de 31 de octubre de 2025, los Servicios Veterinarios Oficiales (SVO) de la Generalitat de Catalunya han confirmado un total de 18 focos hasta el momento: 17 localizados en la comarca del Alt Empordà (Figueres) y 1 en la del Gironès. Todos ellos se encuentran en la provincia de Girona, dentro de la zona de restricción de 50 km establecida tras la confirmación de los primeros focos. El censo total afectado ha sido de 2.556 animales y ha afectado a explotaciones de reproducción producción de leche y carne, cebaderos y explotaciones de recría de novillas. Desde la detección del primer foco, las autoridades veterinarias de la Generalitat de Cataluña implementaron las medidas de control contempladas en el Reglamento Delegado (UE) 2020/687, que incluyen la inmovilización y vaciado sanitario de las explotaciones afectadas, la eliminación de cadáveres y productos potencialmente contaminados, y la realización de una investigación epidemiológica para determinar el origen del brote y los contactos de riesgo. Asimismo, se estableció una zona de restricción formada por una zona de protección de 20 km y una zona de vigilancia de 50 km alrededor de los focos confirmados, con restricción de movimientos de bovinos y de sus productos, así como inspecciones clínicas y toma de muestras en las explotaciones situadas dentro de dichas zonas.” La administración masiva de vacunas pretende reducir en lo posible la duración del brote. Sin embargo, ya se cuentan por miles las vidas perdidas.
La aparición de este brote de la DNC coincide en el tiempo con el agravamiento de otro de gripe aviar que avanza diezmando poblaciones totalmente fuera de control. Las aves acuáticas migratorias, sobre todo los patos salvajes, son el reservorio natural de los virus de la gripe aviar ( un grupo de subtipos del virus Influenza A); sin embargo, en ellas no suele provocar enfermedad o, si ocurre, es de tipo leve, simplemente actúan como portadoras. El problema con los virus es su alta capacidad de mutación y este caso no ha sido una excepción: en 1996, en China, un ganso de granja se convirtió en la primera ave del mundo en ser diagnosticada con una nueva cepa altamente patógena del virus, conocida como H5N1, que es la que está causando la mortalidad de gran cantidad de especies y también de mamíferos. Por tanto, la gripe aviar altamente patógena es una enfermedad que ha salido de los corrales, no ocurre en la naturaleza, sino que tiene su origen en la domesticación de los animales.
Si bien ciertamente las explotaciones industriales son más propensas a diseminar la enfermedad debido al gran número de animales que mantienen en poco espacio, los animales domesticados siempre están en unas condiciones de hacinamiento y de insalubridad que jamás se darían en el ecosistema. Una vez más, usar a los demás animales provoca graves enfermedades de las que se les hace responsables evitando reconocer que la base del problema ha sido la propia domesticación, la selección que, a lo largo de los años, ha generado individuos que proporcionan mayor beneficio económico (en las aves las puestas han pasado de 30 huevos al año a unos 300; o el caso más sangrante de los pollos broiler, tan pesados que apenas pueden mantenerse en pie) pero que son mucho más vulnerables a los agentes patógenos.
No obstante, en la actualidad asistimos inversamente a la aberración de culpabilizar a las aves migrantes de dispersar dicha gripe aviar surgida de la granjas, y resultando en el “sacrificio” de millones de aves de corral explotadas y el confinamiento de millones más que campaban al aire libre. Se acabaron las gallinas felices que, en realidad, nunca existieron, que ahora deben estar siempre hacinadas en interior (aumentando con ellos los posibles brotes pandémicos) y se encarcela a las aves rescatadas en refugios y santuarios. Por supuesto jamás se menciona la verdadera causa del problema: la explotación animal.
El virus H5N1 está devastando la vida salvaje del planeta, con casos en 485 especies de aves y más de 48 especies de mamíferos.
En noviembre de 2023, un panorama dantesco aparecía en la costa sur de la Patagonia Argentina: montañas de aves muertas en la playa, miles de elefantes y lobos marinos agonizando. Las investigadoras recogieron muestras cerebrales de los cuerpos de leones y lobos marinos y tejidos de distintas aves diseminadas por la costa de la provincia de Chubut, en la Patagonia. Todas dieron positivo para la cepa del virus de la gripe aviar altamente patógena, H5N1. Los resultados de los análisis arrojan las primeras evidencias del escenario más temido: el patógeno había mutado y se estaba transmitiendo entre mamíferos.
A partir de ese fatídico mes de noviembre de 2023, 26 países han notificado casos en 485 especies de aves -patos, palomas, codornices, avestruces, loros, entre otras- y en más de 48 especies de mamíferos, entre ellos osos, ratones, alpacas, gatos, cabras, zorrinos, delfines, pumas, visones, zorros y vacas lecheras. Este brote se ha hecho global alcanzando los seis continentes: ya se ha reportado un caso de muerte de oso polar en Alaska.
La gripe aviar altamente patógena llega a la Antártida y a las granjas lecheras
En febrero de 2025 , la expedición científica CSIC-UNESPA presentó un completo informe sobre la dispersión del virus de la gripe aviar altamente patogénica (HPAI H5N1) en la Antártida. Los resultados de la campaña muestran la presencia de H5N1 en 188 animales de 13 especies distintas analizados en 24 localizaciones del mar de Weddell y la península antártica occidental, entre ellos: pingüinos, cormoranes, gaviotas, lobos y focas.
En marzo de 2024, se notificó por primera vez un brote de influenza aviar altamente patógena (IAAP) del subtipo H5N1 en vacas lecheras. Fue la primera vez que se detectaron estos virus de la influenza aviar en ganado bovino. Estos brotes se han extendido por varios estados de EE. UU. y se suman a los ya observados a lo largo del planeta en otros mamíferos como leones marinos, gatos o visones. Además, como consecuencia de la propagación del virus en los animales domesticados, se han descrito también infecciones en trabajadores que estuvieron en contacto con individuos infectados, así como en otros animales residentes en las granjas, como gatos y, por supuesto, aves. El virus también se detectó en la leche de vaca y se piensa que podría ser una ruta de transmisión.
De las granjas no solo
salen enfermedades, sino también medicamentos que afectan gravemente al entorno
y a sus habitantes, hasta el punto de acelerar su extinción.
Un equipo compuesto por técnicos de diversos centros
investigadores) ha descubierto la exposición de los urogallos
pirenaicos (Tetrao urogallus aquitanicus) a fármacos de uso
veterinario. El urogallo pirenaico es un ave sedentaria, extremadamente
sensible a los cambios de su entorno. Los censos anuales realizados en los
últimos años han confirmado un marcado declive de la especie, hasta estar en
peligro de extinción . En los bosques habitados por el urogallo pirenaico,
la presencia de ganadería semi-extensiva es frecuente durante los
meses de verano y otoño y los
resultados mostraron la presencia de antibióticos o antiparasitarios de
uso veterinario en todos los bosques estudiados, los usados habitualmente para tratar infecciones bacterianas, y también
el antiparasitario ivermectina. La presencia de estos medicamentos de uso
ganadero en el medio natural indica una contaminación ambiental química de
origen humano. Diversos estudios alertan sobre la presencia de fármacos en las
heces del ganado, que a menudo se utilizan para fertilizar el suelo.
La explotación animal como fuente histórica y presente de la práctica totalidad de panzootias y pandemias
Si bien más arriba nos centrábamos en panzootias (enfermedades infecciosas que se diseminan en grandes poblaciones de animales no humanos) es importante recordar que igual que las panzootias surgen de la explotación animal, también lo han hecho así las pandemias humanas, y en general las zoonosis, enfermedades de origen animal que constituyen el 75% de patología humanas. Hay una continuidad entre las zoonosis y las panzootias, no son dos cosas separadas, tienen el mismo origen y ambas pueden convertirse en pandemias.
El estudio de Sikora et al.(2025) deja claro que las pandemias y epidemias surgieron en el Neolítico con la explotación de otros animales, desde hace unos 6.500 años. En líneas similares los estudios de Seersholm et al. (2024) y Rascovan et al. (2019) apuntan a la peste (de origen zoonótico) como fuente del declive Neolítico hace unos 5.300 años, donde poblaciones humanas de Eurasia habrían sustituido por completo a las locales europeas, diezmadas por las pandemias.
Por otro lado los informes de la ONU sobre pandemias, como el del IPBES de 2019 dejan claro que la fuente actual de las pandemias es también la explotación animal, y la disrupción de ecosistemas que se le asocia, con la ganadería en el centro y seguida del tráfico de especies salvajes. En la misma línea David Quammen, en su célebre libro Spillover (traducido al castellano como Contagio) expone este mismo origen, no solo para las pandemias históricas y presentes, sino para el 75% de todas las enfermedades humanas, que son de origen zoonótico, o sea animal. Como vemos, dichas pandemias y zoonosis afectan tanto a animales libres como domesticados, humanos y no humanos, y la misma lógica se aplica a los monocultivos de plantas.
A esto se añade la resistencia antimicrobiana, de la cual, más de un 80% surge del abuso de antibióticos en granjas terrestres y también de acuicultura, y la radical toxicidad de dichas granjas terrestres y de acuicultura por los fármacos y químicos que se usan, las enfermedades que crean y la contaminación extrema que generan sin parangón a nivel planetario con ninguna otra industria; sin mencionar que la dieta de origen animal es la principal causa de enfermedades no transmisibles, todo lo cual se expone en el informe Alimentos de destrucción masiva.
Biodiversidad y control natural de poblaciones: Buen vivir animal es salud planetaria y humana
Todo lo descrito obedece a una lógica muy simple: la de la biodiversidad y la integridad de los ecosistemas, que estamos destruyendo en la era de monocultivos y fragmentación de la biosfera. La biodiversidad está en la base de lo que se denomina “control natural de plagas” (o sea poblaciones desequilibradas, en general por actividades humanas, siendo “plaga” un termino acuñado para justificar su matanza) y de la llamada “inmunidad de paisaje”, que hace que, ante una perturbación en un ecosistema, aparezcan múltiples respuestas que evitan que dicha perturbación prospere. En cambio en un monocultivo cualquier perturbación, como por ejemplo una “plaga” o explosión poblacional, avanza de forma devastadora y sin resistencia. Esta lógica de la biodiversidad la explica muy bien Vandana Shiva en el célebre libro Monoculturas de la mente. Por su parte Plowright et al. (2021) explican bien como nuestro uso y abuso del suelo (con la ganadería en el centro) perturban dicha inmunidad de paisaje.
Lo mismo se aplica a la salud de todo ecosistema, o la regeneración del aire, la tierra o el suelo, los ciclos de carbono y nutrientes, etc., todo ello basado en la remezcla molecular continua que se produce en el movimiento libre de animales, semillas, microbios y flujos de materia. El animal salvaje libre participa de ese proceso, dispersa semillas, contribuye a enriquecer los suelos y participa de redes simbióticas que contribuyen a la diversificación de la vida. En cambio desde el Neolítico, se fue imponiendo la lógica inversa: del monocultivo y la fragmentación biosférica, como se narra en el libro Metacuerpos, un proceso basado en crueles técnicas de confinamiento y mutilación de animales no humanos.
Esto lleva a otro principio fundamental: que no puede haber salud planetaria y de los ecosistemas sin buen vivir del animal libre, sin las que, por supuesto, tampoco puede haber salud o vida del animal humano. Decimos buen vivir y no bienestar porque este ultimo término ha sido vaciado de significado al pretenderse que pueda haber bienestar animal en granjas, incluso industriales, y cooptado por falsas posturas «bienestaristas» de organizaciones falsamente animalistas. Buen vivir es un término acuñado por indígenas de Abya Yala que implica una vida digna y libre.
Buen vivir animal = salud de ecosistemas = salud humana = salud planetaria.
Hay que dejarlo claro: desde sus inicios la explotación animal y la domesticación nos embarcaron en la autopista a la extinción. No es una ley natural sino una aberración contraevolutiva y un fracaso evolutivo sin futuro ninguno. Pero el supremacismo humano ha querido presentar una visión completamente invertida de este proceso, presentando ese fracaso como cúspide de la evolución: un delirio psicótico donde los haya. Un ejemplo de este delirio y percepción alterada es que ahora se culpa a las aves migrantes libres de una gripe aviar creada por la explotación humana de otros animales.
Si se quiere acabar con la gripe aviar y todo el resto de supuestas amenazas pandémicas, causadas en realidad por nuestra radical invasión de la biosfera y nuestro delirante trasiego, explotación y manipulación de especies, hay que acabar con la explotación animal, y dejar de poner parches eludiendo al elefante en la habitación.
Ha de enmarcarse además este problema en el más amplio de la actual emergencia climático-ecológica, cuyos fundamentos son los mismos que los descritos para las pandemias y zoonosis, y que, a tenor de los más sólidos y conservadores informes actuales, plantea una amenaza de extinción para la humanidad y millones de otras especies durante este siglo: ¿Para cuándo salir de la psicosis supremacista y entender que la actual vía no tiene ni unas décadas de futuro? ¿Para cuándo dejar de ponerle tiritas al Titanic que se hunde y sacar los botes salvavidas, que solo pueden ser de un cambio profundo? Nada de ello es posible si el propio activismo ecosocial sigue reproduciendo su propia versión edulcorada del supremacismo humano.
El ecologismo mundial se afana en la vía suicida de defensa de la ganadería extensiva, cuando está demostrado que ese modo de vida falsamente “bucólico” ha sido la principal causa de deforestación y pandemias desde hace más de 5.000 años, de la crueldad hacia los otros animales, y de la desigualdad humana, pues desde el Neolítico hasta hoy el surgimiento de la propiedad y del estatus social está ligado a la explotación de otros animales. Eso explica que aun hoy los países pobres y economías emergentes en la carrera suicida de la economía de crecimiento aspiren a multiplicar exponencialmente sus consumos de animales no humanos en vez de ir hacia la eliminación de dichos consumos como se requiere para evitar el colapso climático-ecológico. Por supuesto todo ello se acentuó en el S. XX. con la ganadería industrial, que es infinitamente peor para los otros animales. Pero no debemos caer en la tentación de reivindicar “tradiciones” que son el cimiento histórico de todos los problemas actuales.
El cambio profundo necesario implicará una resilvestración total de la biosfera, para empezar con una transición a dietas vegetales que es la medida más urgente en la actual emergencia climática y de biodiversidad. Si bien esto a la larga no basta: ha de ir acompañada de un decrecimiento profundo, incluido demográfico voluntario, desmantelando nuestra delirante invasión de la biosfera y reaprendiendo a ser solo una más de los 8,7 millones de especies, en coevolución con el resto de lo viviente, a realizar, como única opción sostenible y realista, en el colapso que viene, como plantea la propuesta VegAnarQueer. Podemos activarla nosotres o esperar a que suceda cuando la humanidad desaparezca en la extinción en curso. Pues este es sin duda el télos de la extinción generalizada de la vida que estamos causando con el afán de control de todo lo viviente.
La raíz del problema está
en el especismo; la principal solución, en dejar a los demás animales
fuera del menú.
A pesar de la abrumadora evidencia sobre las
capacidades cognitivas y sociales de los demás animales y que plantea un dilema
ético en cuanto a seguir usándolos, o sea abusándolos, la cuestión de
la explotación animal sigue fuera de las agendas gubernamentales, lo que tiene
cierta lógica, aunque sea una lógica de naturaleza perversa, teniendo en cuenta
que el Estado es garante de la economía y del beneficio
económico basado en la acumulación y la propiedad sobre todas
las cosas; y también, lamentablemente y de manera mucho menos justificable,
del ideario de las grandes organizaciones ecologistas, que no solo
insisten en obviar la cuestión ética que debe llevarnos a respetar a los
demás animales y los nefastos impactos de la ganadería, la pesca o cualquier
otra de las miles de formas en las que los utilizamos sobre los ecosistemas,
terrestres o acuáticos, sino que también defienden una presunta convivencia
entre la explotación de los animales domesticados y la vida de los silvestres;
una convivencia, a todas luces, imposible, pues la ganadería extensiva es
la principal causa de degradación de ecosistemas y extinciones terrestres.
No podemos seguir jugando a falsos posibilismos. Hay que ayudar a l*s ganader*s, sí, a transformar su nefasta industria sin futuro en industrias regeneradoras, de cultivos y/o santuarios de animales, como demuestran que es posible iniciativas como transfarmation.
Exhortamos para ello a las entidades ecologistas a sumarse a nuestra Carta abierta a las grandes organizaciones ecologistas para frenar esta deriva suicida que se limita a ponerle parches al Titanic que se hunde.
El rechazo a la explotación animal libera a los propios animales, tanto a los domesticados como a los silvestres, libera tierras, permite la reforestación, recupera corredores ecológicos y reduce el conflicto human*-animal.
Tenemos que dejar de considerar a los demás animales como recursos a nuestra disposición eligiendo el veganismo (basado en productos de proximidad, temporada y libres de agrotóxicos) incorporando la perspectiva de especie del mismo modo que, en su día, se incorporaron las perspectivas de género o de raza por considerar la dominación de unos seres humanos sobre otros como algo intolerable. Debemos exigir a los movimientos ecosociales, los medios de comunicación y los gobiernos que dejen de silenciar esta cuestión clave y la activen sin demora, pero haciéndolo ya todes nosotres sin esperar a que ningún estado paternalista o megacorporación tecnológica lo haga, pues ello es improbable. Romper el muro de silencio es la clave. Si bien la filosofía de la liberación animal parte de una base emocional, está ampliamente justificada por la ciencia: la ética y la razón nos llevan a considerar a las demás especies animales como merecedoras de consideración y de respeto, como compañeras de viaje en el planeta Tierra, un viaje que no tendrá futuro alguno sin ellas.
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