Todo salía a la perfección en A Coruña: las distintas divisiones del Ejército formaban por las calles de nuestra ciudad, los ritmos marciales y el vuelo de los aviones Harrier resonaba en cada calle y en cada barrio, en el Ayuntamiento todos enjuagaban sus gargantas con un buen vino al grito unánime de «Por España» […]
Todo salía a la perfección en A Coruña: las distintas divisiones del Ejército formaban por las calles de nuestra ciudad, los ritmos marciales y el vuelo de los aviones Harrier resonaba en cada calle y en cada barrio, en el Ayuntamiento todos enjuagaban sus gargantas con un buen vino al grito unánime de «Por España» a iniciativa del Monarca. Los poderes fácticos se reunían para celebrar la unidad de España y hacer una demostración de «fuerza» militar mientras todos sus vasallos admiraban detrás de las vallas cuan orgullosos debían sentirse de «su» Ejército. La fiesta le salía redonda a Francisco Vázquez, un alcalde con aires de Emperador.
Mientras tanto, y con el mutismo absoluto de los medios de comunicación, la sociedad civil organizada y los grupos políticos que no ceden al chantaje de ese alcalde mal llamado socialista, se reunían lejos del «perímetro de seguridad» impuesto por las Autoridades. Del barrio de Los Castros salía una concentración de entre 500 y 600 personas que mostraban su más unánime rechazo a ésta demostración de autoritarismo y españolismo, rechazo a una institución anacrónica y de triste recuerdo en la Historia de éste Estado.
Con el esfuerzo de unos pocos pudo reunirse a personas de las tendencias más diversas, desde anarquistas a comunistas pasando por independentistas o simples ciudadanos individuales hartos del Estado de excepción impuesto en su ciudad. Todo discurrió sin ningún incidente salvo el provocado por el propio Ejército cuando, a sabiendas del recorrido previamente establecido, atravesó la manifestación con un camión militar en un acto que olía a todas vistas a provocación. A pesar de eso, la festividad y la reivindicación pacífica fueron las notas denominantes de toda la jornada.
Pero el camino para llegar a organizar a la población civil en una ciudad despolitizada y desmovilizada no fue una tarea fácil. Desde hace semanas el control policial era asfixiante en un despliegue sin parangón en la historia de la ciudad; la aleatoria toma de documentación a diario exasperaba al más pacífico de los ciudadanos, todos los cauces de comunicación de las diversas organizaciones eran espiados por las autoridades policiales haciendo imposible cualquier tipo de acto reivindicativo y con la intención de amedrentar a todos los detractores del acto. Todo esto sucedía mientras la ciudadanía era lobotomizada por los grandes cauces de comunicación oficiales que se esforzaba en mostrar el «lado humano del Éjercito» en vender la falsedad de que «el Ejército somos todos» y que las misiones de ocupación y exfolio eran «demostraciones del humanitarismo de nuestra Armada» en un acto de presdigitación semántica sin precedentes.
Y a pesar de todo se pudo crear una Asamblea contra el Desfile Militar, se pudieron hacer actos reivindicativos y de carácter anti-militarista de todo índole, las organizaciones políticas honestas y coherentes con sus ideas se movilizaron para que la militarización que sufría la ciudad no fuese en nuestro nombre y que culminó con una manifestación más numerosa de lo que se podía esperar a raíz del silencio al que fuimos sometidos.
Sólo me queda decir que esperamos que la lucha no sea en vano, que la chispa de la unidad que se prendió estos días sirva de precedente para poder articular una sociedad civil concienciada políticamente en nuestra ciudad. Con o sin medios, pero con unidad se pueden hacer grandes cosas. Gracias a todos.