El fútbol como espectáculo deportivo de masas ha sido y es utilizado política, y como no económicamente con increíbles y alucinantes ingresos para numerosas multinacionales, en beneficio de la clase dominante en diferentes momentos y en diferentes países es algo que podemos comprobar fácilmente sin mayores artificios, desde aquel Mundial de Argentina de 1978, cuando […]
El fútbol como espectáculo deportivo de masas ha sido y es utilizado política, y como no económicamente con increíbles y alucinantes ingresos para numerosas multinacionales, en beneficio de la clase dominante en diferentes momentos y en diferentes países es algo que podemos comprobar fácilmente sin mayores artificios, desde aquel Mundial de Argentina de 1978, cuando los goles de la selección argentina acallaban los gritos de dolor de los torturados en cárceles y comisarías de la dictadura militar, hasta el Mundial de 1990 que tan oportunamente ganó la selección alemana en pleno proceso de «reunificación» de las dos «Alemanias» para mayor gloria del gran capital imperialista alemán y sus planes de expansión hacia el Este europeo. Que la clase dominante de cualquier sociedad dada utilice en su propio beneficio el deporte y la cultura, para imponer sus convicciones de toda clase, crear conciencia, y con ella perpetuar su posición dominante en dicha sociedad, es lógico, no puede ser de otra manera.
También los oprimidos han utilizado el fútbol, como espectáculo de masas, para expresar nuestras reivindicaciones, ¿quién no se acuerda de Iribar y Kortabarria luciendo la ikurriña cuando ésta era ilegal? O como siempre en los fondos del estadio Ramón de Carranza en Cádiz han lucido las pancartas de solidaridad con la enésima empresa en crisis de la muy castigada bahía gaditana, junto a omnipresentes banderas con el rostro de Che Guevara y de Andalucía con la estrella roja. El fútbol, el deporte en general, como campo de batalla, o como un escenario más de esa «guerra de posiciones» que las clases mantienen por la hegemonía como señalaba el gran comunista italiano Antonio Gramsci, donde no solo pelean 22 jugadores, sino también, diferentes concepciones del mundo.
Hay que dejar claro que la selección española de fútbol ha sido justa vencedora de esta Eurocopa 2008, con un fútbol brillante y vibrante, con carácter pero sin brusquedades, ordenado pero con toques de genial improvisación individual, dirigida por un más que cuestionado Luis Aragonés, especialmente por el que podríamos llamar «lobby madridista» del fútbol español, al no convocar a Raúl González Blanco. La selección de Luis Aragonés ha vencido a las que podrían ser el Real Madrid y el Barça del fútbol europeo de selecciones, esto es, Italia y Alemania.
Hasta aquí las consideraciones meramente deportivas, porque esta victoria en lo político no puede tener más claro análisis que señalar el objetivo de legitimar la España nacida de 1978, especialmente, la bandera y la monarquía, la España de la oligarquía imperialista, su proyecto político, siempre necesitado de legitimación, porque, a pesar de todas las manifestaciones de españolismo una y otra vez retransmitida por todas las televisiones, el proyecto político nacido de 1978 aún necesita de legitimación, en definitiva, y esto ha sido más que evidente, se ha tratado de reforzar el proyecto nacional español. Aunque los nacionalistas españoles nieguen la mayor, es decir, su nacionalismo, el caso es que como nacionalistas que son luchan por la implantación de su proyecto nacional, por su puesto, un proyecto nacional reaccionario. Para esa tarea, sin embargo, el nacionalismo español ha recurrido, hoy como ayer, es decir, tanto en monarquía borbónica de los «Alfonsos» como en franquismo y postfranquismo, a la utilización y manipulación de determinadas señas de identidad andaluzas: trajes de flamenca, sevillanas, sombreros cordobeses, etc., y todo presentado de una forma ridícula y muy grosera.
En esta orgía españolista orquestada por los grandes medios de comunicación, especialmente por Cuatro, como en su momento también hizo La Sexta en el pasado Mundial del 2006, numerosos aficionados han lucido, como símbolos españoles proyectados al exterior, el tricornio de la Guardia Civil o los trajes de toreros, a cualquier andaluz de conciencia al ver esas imágenes seguramente se le ha podido venir a la cabeza aquella frase del Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, cuando decía aquello de » Nosotros venimos a vaciar nuestras ideas y sentimientos en los moldes del dolor de nuestra Andalucía hambrienta y vilipendiada, esclava de caciques y prostituta de toreros «. Hay que recordar que mientras los jornaleros andaluces se morían de hambre inmensas tierras eran dedicadas improductivamente por los señoritos a la cría de toros de lidia, mientras que toda protesta jornalera era y aún es en la actualidad aplastada por el cuerpo de represión por excelencia del campo andaluz: la Guardia Civil. Y es que aunque se haya querido vender una nueva imagen de España en estos días, de país prospero y moderno, con éxito, nacido de la Constitución de 1978, el nacionalismo español no puede evitar recurrir a sus «esencias», con todas sus consecuencias. También ha sido muy curioso que los muy poquitos aficionados, pero eso sí, exagerados desproporcionada e intencionadamente por todos los medios de comunicación, que se concentraron en la Plaza Mollua de Bilbao se dirigieran al cuartel de La Salve para mostrar su amor y cariño por la Guardia Civil.
Por otro lado, es cierto, como han señalado varios análisis desde un punto de vista progresista, que la inmensa mayoría de personas que el nacionalismo español ha conseguido movilizar en la celebración del éxito de la selección española lo han hecho de forma inconsciente, o mejor dicho, sin seguir un impulso político e ideológico consciente, son las masas acríticas de las sociedades capitalistas contemporáneas, consumistas, más alienadas que nunca, despolitizadas y desideologizadas, adictas al espectáculo y a las modas dictadas por los medios de comunicación, no olvidemos que en esta cuestión todos los medios de todas las supuestas tendencias han coincidido en su fervor españolista, desde Público a La Razón, desde Antena 3 hasta por supuesto Cuatro, de La Ser a la Cope. Sería un grave error pensar que todas esas personas que se han lanzado a la calle en estos días son unos fascistas, o son derechas, o son nacionalistas españoles, aunque si es cierto que, por un lado, hechos como éste crean conciencia colectiva, por muy endeble que sea, pero la crean, y por otro, que no se puede subestimar la utilización por parte de sectores nazi-fascistas, por muy insignificantes que éstos pueden parecer o aparentar, porque es evidente que se ha creado un ambiente más que propicio para que estos sectores actúen evitando rechazos a priori.
Mientras tanto, a fuerza de goles, este espectáculo ha conseguido tapar todas las noticias económicas tan negativas dadas en estos días, desde la subida histórica del Euribor, el escaso crecimiento previsto para el PIB español, o la subida del paro; por tapar, hasta apenas si se ha hablado de la aprobación por el Parlamento vascongado de la consulta popular formulada por el Lehendakari Ibarretxe. A fuerza de goles, Cuatro ha conseguido ser prácticamente el único medio de comunicación que ha conseguido aumentar sus ingresos por publicidad en un ambiente general de caída de ingresos por este capítulo motivada por la crisis. A fuerza de goles, la oligarquía imperialista española ha querido imponer en las masas su simbología, y con ella, su proyecto nacional, y por supuesto, forrarse con todo lo que supone un espectáculo deportivo consumista de masas como una Eurocopa: merchandising, publicidad, ocio, etc., como es lógico, si algo ha quedado claro es que el españolismo sólo puede movilizar estimulando el consumismo, las «fiebres» de camisetas y banderas, en un ambiente acrítico de despolitización y desideologización. A fuerza de goles, de nuevo España ha utilizado a Andalucía y lo andaluz para tomar identidad y legitimarse, a esa Andalucía a la que siempre mantendrá en la opresión y la dependencia; de las organizaciones andaluzas y andalucistas situadas en la izquierda de clase y combativa dependerá la oposición al proyecto nacional español reaccionario y opresivo con un proyecto nacional andaluz liberador, transformador y solidario que mueva y conciencie a las capas populares y a los trabajadores para que las únicas «mareas rojas» que existan en Andalucía sean las de la fuerza del pueblo y los trabajadores luchando por su futuro y no las del «merchandising españolista».