La reforma fiscal y los cambios en la ley electoral tendrán que esperar. La prioridad del nuevo presidente es el empleo. La reforma laboral que está preparando Rajoy va a ser la buena, ahora sí, el mileurismo y la inestabilidad merecerán la pena. Ya hemos perdido la cuenta del número de reformas laborales que llevamos […]
La reforma fiscal y los cambios en la ley electoral tendrán que esperar. La prioridad del nuevo presidente es el empleo. La reforma laboral que está preparando Rajoy va a ser la buena, ahora sí, el mileurismo y la inestabilidad merecerán la pena. Ya hemos perdido la cuenta del número de reformas laborales que llevamos en este país bajo la eterna promesa de crear empleo para todos y todas. Ojalá que, esta vez, el camino recorrido por los anteriores gobiernos sirva para algo.
Desde los pactos de La Moncloa de 1977, llevamos más de quince reformas laborales que insisten en la moderación salarial, la reducción paulatina de las prestaciones por desempleo, el abaratamiento progresivo del despido, la facilitación de la contratación temporal, las desgravaciones fiscales a las empresas, el debilitamiento de los mecanismos de presión sindical y la facilitación de los despidos masivos a través de EREs. Las consecuencias de tantas reformas son más que conocidas, pero no podemos tirar la toalla. Todos cruzamos los dedos para que los casi cinco millones de parados consigan un mini-empleo o un contrato en prácticas.
A la enésima va la vencida, sólo hay que dar más confianza a los grandes empresarios y esperar a que los bancos suelten crédito. Nuestra esperanza son sin duda las empresas del IBEX 35, las cuales sumaron 50.000 millones de euros en beneficios durante 2010. Hay que ser comprensivos y entender que las enormes fortunas y las grandes empresas defrauden un poco al fisco, incluso que sean las responsables del 71% de la evasión fiscal. De ellos dependemos los demás mortales, y si deciden no pagar impuestos no hay que enfadarse, sino darles todas las facilidades para que nos saquen de esta crisis.
El nuevo presidente está barajando una serie de medidas y los sindicatos mayoritarios, a la altura de los tiempos, se han sumando al cambio deseándole suerte para abaratar más el despido, disminuir las prestaciones por desempleo y obligar a los trabajadores a hacer lo que haga falta para encontrar trabajo. Como no hay mucha información sobre los movimientos en Génova, nuestra teoría es que las reuniones entre Rajoy y los grandes banqueros tras la victoria electoral debieron ser muy productivas gracias a la técnica brainstorming (lluvias de ideas). Seguro que bastaron diez minutos para extraer propuestas de incalculable valor para tranquilizar a los mercados.
Como dijo Mª Dolores de Cospedal, «el gobierno gobernará» y cualquier pérdida de prestaciones y derechos laborales será un mal menor si se trata de acabar con el paro. Tenemos que pensar que los empresarios saben de negocios y que sin su dinero no hay trabajo del bueno, del que te pagan, aunque sean 400 euros en un mini-empleo. Sí, hay que aceptarlo, cuidar a alguien, hacer la comida, formase o interactuar en internet producen riqueza, pero sólo el empleo, escaso en estos tiempos, te asegura (por ahora) un sueldo para poder vivir.
Si cada minuto que los jóvenes españoles se pasan en internet viendo vídeos, jugando y contándose sus vidas en las redes sociales están produciendo no pocos beneficios para una serie de multinacionales, ¿por qué no pensar que a lo mejor muchos jóvenes parados estarían dispuestos a dar su tiempo por el bien del país? El ejemplo son aquéllos que estudian másteres universitarios y pagan enormes cantidades de dinero para abrirse camino con alguna beca.
Si la la reforma que prepara Rajoy llegara a fracasar y el sacrificio de los trabajadores no fuera suficiente, proponemos que se tomen las medidas necesarias. Por ejemplo, los parados de larga duración y jóvenes sin experiencia podrían pagar a los empresarios para que les contraten y trabajar gratis durante un tiempo, hasta que demuestren su productividad. Tampoco es descabellado pedir a los trabajadores que arrimen el hombro y que coticen como autónomos o asuman algunos riesgos como cualquier empresario. Lo principal es ayudar a las empresas para que un día no muy lejano salgamos de la crisis. Será entonces cuando vuelvan los buenos contratos y se acabe el fraude fiscal.
Fuente: http://madrilonia.org/2011/12/a-la-enesima-reforma-laboral-va-la-vencida/