El viernes participó en un coloquio sobre ciudadanía y participación en la UPV-EHU, y el jueves se acercó al gaztetxe Kukutza de Bilbo para dar a conocer la experiencia de Marinaleda, una práctica de transformación social y económica que, lejos de ser una utopía, ya lleva treinta años siendo una realidad. Mientras que en Euskal […]
El viernes participó en un coloquio sobre ciudadanía y participación en la UPV-EHU, y el jueves se acercó al gaztetxe Kukutza de Bilbo para dar a conocer la experiencia de Marinaleda, una práctica de transformación social y económica que, lejos de ser una utopía, ya lleva treinta años siendo una realidad.
Mientras que en Euskal Herria la vivienda viene a ser casi un lujo, en Marinaleda uno se puede construir una casa de 90 metros cuadrados sólo por 15 euros al mes.
La experiencia de Marinaleda se centra en la participación activa de las personas. ¿Cómo describiría Marinaleda?
Se trata de una experiencia de utopía convertida en realidad. Hace falta dar cabida a la gente para que sean ellos los agentes protagonistas de la transformación. ¿Qué hemos hecho? Hemos municipalizado todo el suelo; se lo regalamos a quien quiera hacerse su casa; le ponemos los albañiles y los arquitectos gratis, y el autoconstuctor pone su trabajo. Así se consiguen viviendas de 90 metros cuadrados y 100 de patio, por 15 euros al mes.
Y eso, ¿cómo se logra?
La tierra es un derecho, no un negocio. Por eso hemos luchado durante doce años por unas tierras del Duque del Infantado. Así hemos conseguido 1.200 hectáreas y creado ocho cooperativas, otra de segundo grado, y que un pueblo de pleno paro se convierta en un pueblo de pleno empleo. La democracia política es una gran mentira. Y hoy, en plena crisis económica, en Marinaleda hay pleno empleo.
Usted defiende, por ejemplo, que la experiencia de Marinaleda es la prueba de que la sociedad sí se puede transformar.
Es una de las mayores experiencias prácticas de que cuando se piensa en el bien común se pueden hacer cosas.
Por ejemplo, en la tierra que hemos conquistado antes sólo trabajaban cuatro personas, y ahora son una media de 400. Sí es posible. Como con la vivienda. En Andalucía hay 633.000 viviendas vacías y 250.000 personas que no la tienen. En Marinaleda cualquiera tiene su vivienda asegurada.
Y en la práctica, en la toma de decisiones, ¿cómo funcionan?
Tenemos una cosa que se llama el presupuesto participado. Vamos por la calle con cartulinas explicando los ingresos que llegan y los gastos que va a haber.
En cada barrio eligen una obra o un proyecto, y luego con voz y voto de todos los vecinos se decide lo que hay que gastar. Todo se decide en asamblea y, además, si en un barrio hay un problema concreto, vamos a ese barrio, reunimos a todos los vecinos y son los vecinos quienes toman las decisiones. Es un proceso asambleario en el que no se les llama a los vecinos cada cuatro años, sino que se hace todos los días.
No sé si habrá estado en un gaztetxe, pero en este país son castigados y criminalizados.
Yo he ocupado viviendas. Si la vivienda es un derecho, no puede haber viviendas vacías. Y si alguien ocupa una vivienda vacía, está haciendo lo que tenía que hacer el Estado. Creo que el movimiento de ocupación de viviendas es justo.
¿Qué mensaje lanzaría a los jóvenes vascos?
Que se rebelen. Porque en este momento se ha producido un golpe de estado político, porque se ha impedido que más de cien mil personas tengan el derecho a voto. Y por tanto es un gobierno ilegítimo. Es una aberración.