En la Provincia de Ocaña y sur del Cesar se celebra el Día de la Madre, el último domingo del mes de mayo. Rondallas, conjuntos musicales, tríos, mariachis y consagrados artistas ocañeros, a las 12 de la noche, entonan serenatas en las escalinatas de la catedral y capilla de la Virgen de La Torcoroma, en […]
En la Provincia de Ocaña y sur del Cesar se celebra el Día de la Madre, el último domingo del mes de mayo. Rondallas, conjuntos musicales, tríos, mariachis y consagrados artistas ocañeros, a las 12 de la noche, entonan serenatas en las escalinatas de la catedral y capilla de la Virgen de La Torcoroma, en el Centro de la ciudad. Desde décadas atrás, el gremio de los comerciantes, fijaron fecha diferente al resto del Departamento de Norte de Santander, para facilitar el trueque de mercancías y difusión de mercado por regiones diferentes a las de Cúcuta y pueblos de la frontera colombo venezolana. El caótico mercado ocañero y demás municipios se engalana con la efectividad de celebración para enaltecer el nombre de unas servidoras que renuncian al horario, a la fatiga, al descanso, por moldear el destino de sus hijos; tal como lo consagró la activista femenina norteamericana, Julia Ward Howe, en 1870, como un día de consagración de «Madres por la Paz».
Pero este año de 2017, requiere de una situación de excepción. Precisa que el pueblo y la comunidad nacional e internacional, destaque la altivez, cual sentimiento de superioridad, por el dolor padecido, por el grupo de madres conocido como EL MOVIMIENTO DE LAS MADRES DE SOACHA. Ellas representan a las madres de 14 jóvenes de Soacha, 4 de Bogotá y 1 de Fusagasugá, que entre el mes de septiembre de 2007 y agosto de 2008, desparecieron de sus lugares de origen y disfrazados con camuflajes, aparecieron dados de baja, «por el enemigo», en la Jurisdicción del Batallón Santander de Infantería, en la Provincia de Ocaña, bajo el remoquete de los llamados «falsos positivos»; que se ha constituido en violento puñetazo al rostro de la dignidad de un país, en un pasaje de crímenes de lesa humanidad, por parte de la institución castrense o ejército colombiano.
Este delito reviste dos aspectos: uno, el del comportamiento institucional en el conflicto armado interno colombiano. Dos, el modus operandi, de la individualidad del sujeto activo del delito, bajo motivaciones netamente económicas. Registremos, que como resultado del programa de recompensas a informantes- mediante la Directiva Ministerial 029 de 2005, puesto en marcha por el ex ministro de Defensa, Camilo Ospina Bernal, durante el Gobierno del innombrable, AUV, recibían entre 200 mil pesos y un millón de pesos, por presentar a humildes muchachos, ataviados con uniforme de campaña, como dados de baja en combate. El Cinep registró, durante la horrible noche de la «seguridad democrática», del innombrable, 5.269 ejecuciones extrajudiciales. El entonces senador Gustavo Petro denunció como responsabilidad del gobierno, el incentivo económico al «sapeo», involucrando en la guerra a los civiles, al ofrecer aproximadamente US$1.900 dólares por cada guerrillero muerto o miembro de grupo armado, colocando un incentivo para asesinar indiscriminadamente, en acciones u operaciones, muchas veces conjuntas, con paramilitares.
El pasado, 19 de mayo de 2017, el innombrable ex presidente, tuvo que pedir perdón a regañadientes o de «dientes p´a fuera» a las Madres de Soacha, por su ofensa pública, por tildar a esos muchachos, como guerrilleros. Estaban presentes Lucero Carmona, María Doria Tejada, María Sanabria y Luz Marina Bernal Parra. Esta última madre de Fair Leonardo Porras Bernal, un joven, en un cuerpo grande, con mentalidad de niño entre 8 o 9 años, quien no podía tomar sus propias decisiones y los militares aprovecharon para engañarlo y llevárselo, en enero de 2008, de los lodazales calles del barrio de Soacha, donde vivía.
Esta madre, junto con las demás madres de Soacha, regresaron al Cerro de las Liscas, vereda del Municipio de Ocaña, en al año de 2013; donde con sus manos desenterraron a sus hijos de las fosas comunes. En honor de ellas registro la presente remembranza histórica.
Cito al inmortal García Lorca:
Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle.
Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua.
Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso.
En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra empapada por ella .
Federico García Lorca, Bodas de sangre (1933)
Y entono el canto fúnebre de un poema:
A los jóvenes de Soacha
La soldadesca hambrienta
En el Cerro de Las Liscas
Los arrojó en fosas
A oscuridad perpetua
Las manos ensangrentadas
De la madre de Soacha
Desenterraron el cuerpo
Y con mortajas de llanto
Enterradas junto a ellos
Ya no serán más víctimas
En el Cerro de Las Liscas
Un monumento a la vida
Una, mil flores sembradas
Es un jardín a la vida.
Desafiante monumento.
Tras la capucha, ojos grises siniestros
Del general clandestino
Tras la capucha, ojos oscuros
Del paramilitar maltrecho
Frente al artillado armatoste
Diana y clarín destemplados
De los perros de la guerra
No interrumpen el desmayo
De las dadoras de vida
Cuánto dolor y pena
Marcado sufrimiento
Muertos jamás olvidados
Marchas y gritos latentes
Luchando por la Justicia.
Sordo arrepentimiento
Malaya de quien lo hizo
Cobraron las recompensas
Y fusilando siguieron.
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