Ocurre, Mario, que este martes diecinueve de mayo prolonga el lunes dieciocho y, sí, al abrir los ojos hemos confirmado, entre pellizcos y despertadores, tu cambio de oficina. Por eso proponemos tres días de duelo en el alma y la suspensión temporal de los paseos nocturnos por los jardines botánicos. Simple declaración de intenciones éticas […]
Ocurre, Mario, que este martes diecinueve de mayo prolonga el lunes dieciocho y, sí, al abrir los ojos hemos confirmado, entre pellizcos y despertadores, tu cambio de oficina. Por eso proponemos tres días de duelo en el alma y la suspensión temporal de los paseos nocturnos por los jardines botánicos. Simple declaración de intenciones éticas ahora que tu hermano cuerpo de compromiso nos ha dejado tras trabajar a músculo y a estómago y a nervios y a riñones y a bronquios y a diafragma. Quiero decir, claro, a corazón abierto.
Cuando hace ya unos cuantos años nos regalaste para la eternidad aquel edicto maravilloso de que «uno no siempre hace lo que quiere pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere», sonreímos al unísono porque entendimos por fin que sí, que los árboles son siempre solidarios y que los seres humanos seguimos en proceso de adaptación terrenal. Sueños de vals y de tango, Mario, para un futuro que se acerca despacio, despacio. Pero viene. Claro que viene. No sé todavía si será desde ahí abajo donde hombres y mujeres como tú siguen aprovechando el sol y los eclipses o desde aquí arriba donde las cuentas no les salen y toman pastillitas a destajo al ver que los muros se desmoronan. Pero viene. Claro que viene. Mero cálculo de probabilidades poéticas sin dioses ni fantasmas, sin nubes ni zapatos.
Hoy, Mario, quisiéramos llamar finalmente a la huelga general de tres meses (innegociables) para releer sin pausas ni plusvalías tus cuentos y tus novelas, tus versos y tus canciones, tus crónicas y tus ensayos por las plazas, estadios, selvas, islas y desiertos del mundo. Simple cuestión de defender la alegría. Y de seguir comprobando, como nos recomendaste, que en la calle codo a codo somos mucho más que dos.