La clase obrera se ha aburguesado y los sindicalistas no han tenido mas remedio que seguirles, si no querían quedarse hablando solos. Este viene a ser, telegráficamente, el mensaje que nos manda Román Alonso, en su articulo publicado en Rebelion, aderezado con elogios a la trayectoria histórica de CC OO y alusiones criticas a los […]
La clase obrera se ha aburguesado y los sindicalistas no han tenido mas remedio que seguirles, si no querían quedarse hablando solos.
Este viene a ser, telegráficamente, el mensaje que nos manda Román Alonso, en su articulo publicado en Rebelion, aderezado con elogios a la trayectoria histórica de CC OO y alusiones criticas a los grupos políticos de extrema izquierda que militaban en el sindicato.
Evidentemente, un análisis demasiado simplista para quienes, como yo, hemos vivido dentro del sindicato los años 80, 90 y parte del 2000, en primera línea de fuego, en la GM de Zaragoza, codo a codo con Ramón Górriz y otros que también han terminado con algún cargo dentro del sindicato. Con la sana costumbre de escribir sobre la marcha todo lo que sucedía en los conflictos que se dieron en ese período, y de conservar los documentos necesarios para su comprobación. (hojas sindicales, recortes de periódicos, actas de las reuniones, etc.).
En Alemania, donde trabajé y milité, o agité, o como queramos llamarlo, durante 6 años, adquirí otra sana costumbre, que los alemanes me contagiaron: la de querer conocer la formación de aquellos con los que estaban conmigo en la trinchera. Respecto a mi propio origen y formación, remito a quien esté interesado a una autobiografía mía que está siendo publicada en la Revista Laberinto, (http://laberinto.uma.es).
Entré en la GM en 1982, ya con 45 años encima y casi de inmediato me afilié a CC OO. Naturalmente, nadie conocía las costumbres alemanas, nadie me preguntó nunca sobre mis andanzas, experiencias o posturas ideológicas. En la Sección Sindical pululaban nada menos que 5 corrientes, todos «marxistas» (PCE (renovadores), carrillistas, PT la LCR, el MC y el PCPE) que no tenían, a su entender, nada que aprender de nadie. Yo no era nadie para ellos porque no hablaba amparado en unas siglas, sino a cuerpo limpio. Pero esto me permitió varias veces ganar votaciones en la Comisión Ejecutiva aprovechando situaciones en las que los jefes de fila de los grupos no habían tenido tiempo de marcar sus consignas a los segundones.
Su preocupación principal era la de extender cada uno su área de influencia dentro de la fábrica. Dividían la plantilla en «sectores». Un sector que sigue a UGT, otro que nos sigue a nosotros, etc. El que no «sigue» a nadie no cuenta, y mucho menos el que discute las opciones que le presenta el sindicalista, muchas veces ingenuamente, partiendo de sus propias opiniones.
Puede imaginarse la tormenta que se desencadenaba cuando llegaban las elecciones sindicales. La lista se trabaja y retrabaja, porque sin saber cuantos delegados se van a conseguir, ninguno de los grupos quiere quedarse fuera.
Fui Delegado Sindical entre 1985 y 1990. En 1995 entré en una candidatura de los «críticos» y asistí al Congreso Regional de Aragón y al I Congreso Minerometalúrgico de Barcelona. Esto me permitió conocer la mecánica de los Congresos y lo que se «cuece» detrás de las bambalinas.
Cuando dimití de Delegado escribí un extenso informe de lo que había vivido y lo envié, junto con 42 documentos probatorios al Secretario General, a la sazón Antonio Gutiérrez. Aparte del acuse de recibo no he recibido hasta hoy la más mínima satisfacción. No hace falta decir que no me sorprendió en absoluto.
De este informe extraigo un párrafo del último capítulo, que revela el grado a que había llegado el distanciamiento entre trabajadores y sindicalistas en 1990.
Resultado: Los comentarios respecto a los miembros del Comité se van tiñendo de cinismo y se va generalizando un tipo de ataque al Comité que antes era aislado y conducido por una minoría, a la que se puede calificar sin titubeos de marginal, suficientemente conocida por los demás y caracterizada por su servilismo a la GM. Cada día se oye mas lo de «Están en el Comité para tener 40 horas al mes pagadas sin trabajar», y su respuesta habitual: «Hacen bien, si yo pudiera haría lo mismo». La distancia entre esto y las ilusiones que se hacían hace 8 años con respecto al Comité es abismal. Ayer esperaban lo mejor de los sindicalistas. Hoy, justifican lo peor. Queda no obstante, un núcleo bastante importante de trabajadores que no se resigna totalmente, como se pudo comprobar en la Asamblea General del Convenio 1990, que sorprendió (esta vez de verdad) al Comité, y mi mismo, tanto por la gran asistencia, como por la actitud crítica de los presentes hacía la mayoría del Comité.
Los sindicalistas, por su parte, se quejan hoy de que los trabajadores hacen horas extraordinarias, acuden a los Círculos de Calidad y a las fiestas que da la empresa y no se rebelan. Pero cuando se rebelan, como ya se ha podido ver en el informe, con los calendarios de mantenimiento, los sindicalistas se asustan y ponen todos los medios a su alcance para volver a la «normalidad.
Hay que reseñar que, en esos 8 años, (consta en el informe) en varios conflictos los trabajadores llegaron a ponerse por delante de los miembros del Comité, que tuvo que aceptar el papel de cortafuegos.
Con todo este bagaje a cuestas, no puedo aceptar las tesis de Román Alonso sobre el desarrollo del sindicalismo en España a partir de la etapa que se denominó como la «transición». Por varias razones.
- Esos » ciertos revolucionarios con título autoadjudicado», esos partidarios del «entrismo» (como dice Román Alonso)que formaban lo que entonces se llamaba la «Izquierda Sindical», son precisamente los que hoy dirigen el Sindicato, y merece estudiarse las razones por las que han sufrido tamaña transformación.
- El «obrero aburguesado» que ellos veían ya en la década de los 80, no tuvo ningún inconveniente en entrar en una lucha larga y dura en 1987 aunque más de uno me confesó que tenía que coger un préstamo adicional para pagar la hipoteca del piso. Más de una vez tuve que decirles que tenían que visitar Alemania para saber lo que es un obrero aburguesado.
- Dice Román «Los mecanismos de subyugación ideológica (medios de comunicación, escuela, familia, grupo, etc.), controlados por el capital, educan para la sumisión y el conformismo». Pero esto es tan viejo como el capitalismo y basta con leer «La situación de las clases obreras en Inglaterra», de Federico Engels, para comprobarlo. El antídoto ya se apunta en los Documentos de la Internacional Comunista, donde reza más o menos así (cito de memoria): En todo centro de producción podemos dividir los trabajadores en tres grupos: 1º Los que son incondicionales del patrón, generalmente, una pequeña minoría. 2º: Los rebeldes por naturaleza, con poca o ninguna adscripción ideológica y 3º: Los que solo buscan mantener su familia y no meterse en líos, pero son susceptibles a escuchar la «llamada de la selva» cuando se entra en un conflicto y hay que tomar partido. Estos compone la mayoría. Nuestra labor tiene que consistir en atraernos a los rebeldes intentando canalizar esa rebeldía hacía acciones colectivas, creando situaciones que arrastren a los vacilantes e indecisos. Por eso son tan importantes las huelgas, cuando se sale de la rutina diaria y se conversa con otros trabajadores. La huelga es la escuela de los trabajadores.
En estos Documentos se cita una y mil veces a los sindicatos burocratizados como servidores del capital, sin parase en ningún momento a justificar porqué han asumido ese papel.
El problema es mucho más profundo y hunde sus raíces en las carencias y debilidades de nuestro comunismo, ya desde la fundación del Partido. En «El único camino», de Dolores Ibarruri, en los discursos de José Díaz, en el «¡Basta!» de Enrique Lister, en «Eurocomunismo y oportunismo» de Adriano Romero, y en algunos más, podemos conocer la formación ideológica de sus lideres, así como en «Grandeza y Miseria del PCE», de Gregorio Morán seguir las vicisitudes del PCE durante los años de la dictadura franquista. Infelizmente, es de los cuadros comunistas dentro de CC OO y no de independientes o socialdemócratas, de donde ha salido la actual dirección del sindicato.
Causa pasmo, además, que en estos momentos históricos, cuando las contradicciones del capitalismo aparecen de manera tan brutal, sacando a la luz su carácter monstruoso, arrasando, como único medio para subsistir, con todo el aparato de protección social que se llamó «Estado de Bienestar», esto es, cuando se dan las condiciones más idóneas para agitar las conciencias contra él, nos ponemos a justificar, o si se quiere, a «entender» el porqué del proceder de estos «sindicalistas». Como lo veía venir, en mi intervención en el I Congreso Minerometalúrgico de Barcelona me dirigí a Tojo y a Górriz tratándoles de usted, y de señor.
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