Antes me fijaba más en las cartas de los lectores, por si alguna oxigenaba la cuadra de opinadores profesionales. Hoy he leído una que o bien no he llegado a entender o «francamente» su in crescendo era una fusión monárquico-republicana tan original que deja hueca la colección de oxímorons de Eduardo Galeano. La […]
Antes me fijaba más en las cartas de los lectores, por si alguna oxigenaba la cuadra de opinadores profesionales. Hoy he leído una que o bien no he llegado a entender o «francamente» su in crescendo era una fusión monárquico-republicana tan original que deja hueca la colección de oxímorons de Eduardo Galeano. La publicación de la carta del lector opinante me pasma: de verdad, el periódico Público se suma a la ceremonia de la confusión reinante desde más de 30 años, puesto que también nos quiere convencer de que el rey -a estas alturas- sería el mejor presidente republicano, con lo que para qué elegirlo democráticamente, si ya lo tenemos. Que esto sea continuidad con el régimen anterior que fue quien lo nombró no es más que una casualidad, a la que algunos retorcidos queremos sacar punta. Concretamente, el sr. Taracena escribe: » Lejos de heredar del franquismo la situación actual, los treinta años de democracia se alimentan de los valores republicanos de la Constitución de la República de 1931″.
Pues bien, cuando supuestamente culminaba la transición estudiaba derecho político. En ningún momento me enteré de que se restableciera el orden y legalidad republicanos y mucho menos sus valores superiores. Los actuales me da que tienen más que ver con sus propios padres constituyentes, como Fraga o Cisneros que durante el franquismo velaban armas para armarse caballeros democráticos (que por el camino se les escapara algún tiro por mejor servir Franco o ya al mismo rey, pues peor para los mineros o currantes de turno). Y por poner un ejemplo, el laicismo de Azaña yo hoy en 2008 no lo veo por ninguna parte. La democracia cristiana que ni por entonces ni con la «restauración» democrática prosperó, si dejó sus valores en la clase política, incluida la izquierda católica. ¡Y bien que se ve!
Tampoco me he apercibido de la plena rehabilitación de las autoridades republicanas y de quienes, las más de las veces simples ciudadanos la sirvieron con su vida, en muchos casos, dándola incluso. En cambio, hemos asistidito a la consagración de franquistas (no sé porque me acuerdo ahora de Martín Villa, por ejemplo). A quienes, a la postre, no les faltan motivos para ponerse medallas (o no sé si peor aún, que se las pongan) por su notable participación en lo que tenemos. Por otra parte, cuando dice » la memoria histórica se ha impuesto» se contesta él mismo según continúa la proclama «al menos se ha escuchado la voz en forma de ley de aquellos que sufrieron la discriminación, la persecución y el crimen». Ya conocemos en que ha quedado la ley y sus efectos.
Por tanto, su inicial referencia a la Historia como » posicionador» incontestable del golpe y de la guerra fratricida en «su lugar» (debe entenderse el que le corresponda) es más que discutible. (Cito textualmente: » Tampoco es necesario remarcar aquello que la Historia ha posicionado en su lugar»).
No sólo porque la Historia no es inapelable, se escribe o se inventa, como decía Machado acerca de la verdad, día a día; es que historiadores, no precisamente oscuros revisionistas, como Francisco Espinosa y antes Reig Tapia, tienen claro que los promotores del golpe siguieron con él a sabiendas de su fracaso, que contaron con una guerra como solución de sus intereses, y que no se trata de una guerra civil o fratricida. No puede llamarse de este modo a un exterminio de población civil trabajadora -genocidio- fríamente previsto e impunemente ejecutado por unos militares y paramilitares auxiliados por los fascismos y silencios exteriores.
Después ya la misiva comentada adquiere tintes insuperables de onirismo político: » Esta normalidad democrática restaurada debería impulsar al Estado y al mismo rey de España a señalar oficialmente el día 14 de abril como fecha a conmemorar un hito en la Historia de España.» (síc).
Normalidad democrática, ¿grosso modo? El rey presidiendo actos oficiales pro republica in memoriam (¡!), a ver si ya de paso su padre y abuelo eran también criptorrepublicanos.
Claro, este señor, cómo no va a sorprenderse de que después de restablecidos los valores republicanos persista » la nula contemplación del 14 de abril como día de la llegada de la República.» (cita completa: existe una descomunal desproporción entre las 40 celebraciones del 18 de julio como día del Alzamiento Nacional y la nula contemplación del 14 de abril como día de la llegada de la República.» (¡ Y tanto! Que se dé prisa el Borbón si quiere compensar los 18 de julios que celebró por los 14 de abril que le quedan por celebrar).
Su final es un designio tan real como indescifrable: » Es el propio rey de España, haciéndose eco de su propio Gobierno, quien debería alejarse de posturas recalcitrantes de antaño. Sin prejuicios y sin complejos -igual que la posderecha, para entendernos (comentario mío)-, es el Jefe del Estado de una República (¡?) cuyo presidente es un monarca -cabe, tal vez en su sentido etimológico: comentario mío- más aún, una institución monárquica. La Corona. El rey.»
«Mientras los españoles no sepamos discernir entre estos dos hechos igualmente históricos, no alcanzaremos la madurez que han alcanzado, por ejemplo, los alemanes».
Desde luego que esta carta tampoco ayuda a discernir, en todo caso ayuda a madurar, al tiempo que lo refleja públicamente, el estado de «confusión reinante». Un republicano como Bergamín tuvo la mala suerte de llegar a verlo. Acudan por favor los españoles maduros a preguntarle a su tumba, allá por Hondarribia, si pudo contemplar la normalidad democrática y si la constitución de 1978 reponía el orden republicano del 31 en ese mismo año en que escribía sobre la confusión reinante.