El historiador Julián Vadillo Muñoz señala en su introducción al libro los aspectos que unen en este caso al biógrafo y al biografiado, ambos abogados y sindicalistas y ambos con aficiones literarias. Son éstas circunstancias óptimas para acercarnos a la vida de una figura clave en la defensa de obreros y sindicalistas en los tribunales […]
El historiador Julián Vadillo Muñoz señala en su introducción al libro los aspectos que unen en este caso al biógrafo y al biografiado, ambos abogados y sindicalistas y ambos con aficiones literarias. Son éstas circunstancias óptimas para acercarnos a la vida de una figura clave en la defensa de obreros y sindicalistas en los tribunales de las primeras décadas del siglo XX en España, un aposentado registrador de la propiedad que escogió vivir las luces y sombras de la bohemia madrileña, y al mismo tiempo un republicano federal afiliado a la CNT y diputado de la II República que tuvo un papel relevante en la Cataluña revolucionaria. En la estela de los trabajos recientes de Julián Bravo y Marcelino Laruelo, el libro trata de sacar del olvido a un personaje tan destacable como ignorado.
Eduardo Barriobero y Herrán vino al mundo en Torrecilla de Cameros en 1875, primogénito de los cinco retoños de un militar y una maestra. Estudió el bachillerato como alumno libre en Logroño, y después derecho y medicina en Zaragoza, donde comenzó a militar en el Partido Republicano Democrático Federal (PRDF) de Castelar, a quien admiraba tanto como para viajar a Madrid sólo con la esperanza de conocerlo personalmente. Tras terminar la carrera de derecho, Eduardo obtiene el número uno en las oposiciones a registrador de la propiedad, y pasa a ocupar una plaza en San Martín de Valdeiglesias, donde vive con su esposa, Araceli González, de familia adinerada, y tiene dos hijos, nacidos en 1899 y 1902. Sin embargo, la apacible vida burguesa no le resulta soportable al literato subversivo y republicano, que se separa de su mujer y se establece en Madrid.
En 1901 Eduardo comienza a escribir de manera continua en Madrid Cómico y da su primer mitin conocido, contra el impuesto de Consumos. Desde entonces su actividad periodística es constante, y pronto es popular también como autor de novelas en las que explora las trochas del progreso social. Como era de suponer, visitas a cárceles y comisarias por delitos de imprenta y contra el orden público no se hacen esperar. Sus ideas son las del federalismo, pero en su vertiente más radical y obrerista, que no anda lejos del anarquismo de Proudhon, con el iberismo como otra de las claves de su pensamiento. La represión indiscriminada y el desamparo legal de cuantos se oponían al régimen de la Restauración es lo que le empuja a desempolvar sus librotes de derecho y comenzar a ejercer de defensor de activistas y sindicalistas. En octubre de 1909, tras la Semana Trágica barcelonesa, está entre los fundadores en Madrid de la Asociación Libre de Abogados.
El libro nos acerca a los procesos más sonados en los que interviene Eduardo Barriobero por toda la geografía española en los años siguientes. Su elocuencia, habilidad y rigor técnico cosechan éxitos que lo convierten muy pronto en uno de los letrados estrella de la CNT, a la que se afilia con el carnet número 5 del Sindicato de Profesiones Liberales en 1912, mismo año en que se tiene constancia documental de que ya había ingresado en la masonería. Es una época en la que continúa publicando artículos y novelas, y logra acta de diputado republicano en las elecciones a cortes de 1914, 1918 y 1919. En 1920, durante el viaje que dará lugar al libro Cómo está Europa, es testigo en Italia de las revueltas obreras que democratizan las fábricas y serán ahogadas pronto por la bota negra del fascismo.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, Eduardo Barriobero sigue publicando, aunque con mayores restricciones, y trabajando como abogado, además de participar en las conjuras republicanas que se suceden y que lo llevarán varios meses a la cárcel. Acusado por Lerroux de haber sido el delator que hizo fracasar la sanjuanada de 1926, en octubre de ese año sufre un atentado que está a punto de costarle la vida; se trataba de una imputación sin fundamento, pero que lo perseguirá bastante tiempo. Tras la renuncia del dictador, Eduardo, bestia negra del republicanismo burgués, intenta una reorganización del PRDF buscando la alianza con el obrerismo radical. No obstante, los propios sindicalistas cegarán esa vía, ajena a sus principios antiparlamentarios.
En los años de la II República, Eduardo Barriobero sigue insistiendo en una política federal de izquierda que cree compatible con el programa de la CNT a través de la idea de la República Social. En las elecciones de 1931 es elegido diputado por Asturias, y pronto el grupo que capitanea en el congreso es definido por Ortega y Gasset como los «jabalíes», la extrema izquierda intransigente. El libro repasa la trayectoria de sus integrantes, personajes como Ángel Samblancat, Ramón Franco, José Antonio Balbontín y muchos otros. En las elecciones de 1933, con la debacle del PRDF, Eduardo pierde su condición de diputado y se refugia en la escritura y la abogacía; en las de febrero de 1936, es propuesto por el PRDF como candidato del Frente Popular por Asturias, pero el veto de Azaña lo deja fuera. El 18 de julio es un miliciano más en las calles de Madrid.
En el comienzo de la Guerra Civil, Eduardo es llamado a Barcelona para hacerse cargo de la Oficina Jurídica creada para aplicar la justicia del nuevo orden. Allí sufre la dualidad de poderes existente entre la Generalitat y los comités, y tras ochenta días de intenso trabajo, la actividad de la oficina es transferida a cuatro juzgados de primera instancia, mientras se vierten acusaciones contra él de enriquecimiento en el ejercicio de su cargo, que sirven de base para detenerlo en septiembre de 1937. En noviembre del año siguiente se celebra el juicio, en el que es absuelto. Con los franquistas a las puertas de Barcelona, cansado y enfermo, Eduardo Barriobero decide permanecer en la ciudad. Será fusilado el día 10 de febrero de 1939 en el Campo de la Bota.
Además de la aproximación biográfica, Carretero nos presenta a lo largo del libro sinopsis y reseñas de muchas de las obras de Barriobero, tanto literarias como jurídicas. Según él, en su amplia producción narrativa, a la que dedicó sus energías hasta el final, descuellan sobre todo los acercamientos costumbristas a la bohemia y los bajos fondos de sus primeras novelas, como La cofradía de los mirones, con buenas dosis siempre de humor y crítica social. Respecto a sus textos jurídicos, el más notable es Delitos de la multitud, de 1934, donde argumenta vigorosamente a favor de una consideración especial para los «delitos políticos» guiados por un afán de mejoramiento social y para los delitos en los que las masas son protagonistas.
Eduardo Barriobero destacó como defensor entregado y generoso de los obreros revolucionarios, pero fue también un novelista fecundo y un teórico del derecho que trató de llevarlo a un equilibrio con la justicia. Ejerció como voz de los sin voz en el parlamento y buscó un encaje entre su ideología federalista y el sindicalismo ácrata. Son muchos sus méritos, pero con mal acomodo en los santorales de este tiempo nuestro. De ahí el valor de esta obra de José Luis Carretero Miramar y su ajustado retrato de un personaje fundamental en las luchas sociales de los comienzos del siglo XX en España.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
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