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Acerca del artículo de Raúl Zibechi «El estado (colonial) y la revolución»

Fuentes: Rebelión

Nos llama la atención que un periodista tan culto y atento a los movimientos sociales y a su historia, sostenga que la principal crítica hacia el Estado provenga del marxismo, tanto del pensamiento de Carlos Marx y Lenin. Incluso sostiene que los marxistas planteaban la destrucción del Estado, no su desaparición o extinción. Con ello […]

Nos llama la atención que un periodista tan culto y atento a los movimientos sociales y a su historia, sostenga que la principal crítica hacia el Estado provenga del marxismo, tanto del pensamiento de Carlos Marx y Lenin. Incluso sostiene que los marxistas planteaban la destrucción del Estado, no su desaparición o extinción.

Con ello desconoce el corazón del debate entre marxistas y anarquistas, específicamente entre Marx y Bakunin. Mientras Marx planteaba la necesidad de tomar el poder del Estado a través de la «dictadura del proletariado», Bakunin sostenía que el Estado -todo Estado- debía ser destruido e instalarse en su lugar una organización social «de abajo a arriba», federalista.

«Poned al obrero más rojo en el Zar de todas las Rusias, y será peor que el propio Zar». Esta célebre frase fue dicha por Mijail Bakunin en respuesta a la propuesta estatista de Marx. Es más, justamente la corriente marxista fue tildada de «socialista autoritaria» a raíz de su concepción estatista y dictatorial y en cambio, la concepción anarquista fue llamada «socialista revolucionaria». Es curioso que hechos tan conocidos no sean mencionados o tergiversados en el artículo en cuestión.

No fue Marx -y muchos menos Engels- y ningún miembro de la corriente marxista en todas sus variantes, crítico del Estado. La vía para acceder al poder era el Estado, como si el poder fuera un objeto que se pudiera tomar y no un conjunto de relaciones que circulan por la sociedad, como lo ha señalado Michel Foucault.

Es más, prácticamente todas las corrientes marxistas reconocen en las elecciones una táctica válida (o estrategia en la mayoría de los casos) para acceder al control coyuntural del Estado y realizar algunas reformas o modificaciones a ciertas políticas. Fue justamente el anarquismo quien ha criticado las elecciones como un engaño y un medio para mantener en el poder a los de siempre, generando una ficción de participación y democracia. Esta critica radica en el profundo rechazo a la concepción estatal.

Fue justamente Lenin, quien en «El Estado y la Revolución» (título tomado de otro libro de otro autor socialista) intenta mantenerse a flote de una concepción dual: destrucción/conservación del Estado, sosteniendo que éste debe ser abolido. Una lectura a cualquier capítulo del libro nos lleva a encontrar múltiples contradicciones en el planteo de Lenin, quien si bien sostiene que el Estado es un instrumento de dominación de clase, debe ser «tomado» en el período de transición por el Partido (ya no por la clase) para reorganizar la sociedad, y luego lentamente se irá extinguiendo. ¡Qué extraña formulación! Es necesario conservar un organismo de dominación de una clase sobre otra para lograr la abolición de las clases y la felicidad humana!!!

El libro «El Estado y la Revolución» de Lenin fue realizado en base a «La guerra civil en Francia» de Carlos Marx, sin duda su obra más libertaria. Allí Marx se plantea que la «Comuna» -con la experiencia fresca de la Comuna de París- es la forma organizativa más adecuada para la construcción de una sociedad socialista. Pero como señala Arthur Lehning en «Marxismo y Anarquismo en la Revolución Rusa», fue Lenin quien retocó el texto de Marx y le hizo decir cosas a Marx que no están escritas en dicho libro, es decir, realizó un plagio para justificar esa navegación a la deriva en que estaba envuelto Lenin y su partido. Todo ello puede ser consultado en dicha obra.

Pero más aún nos llama la atención, el desconocimiento profundo que evidencia Zibechi respecto a la obra de Bakunin. Y eso que fue uno de los expositores en una actividad de conmemoración de los 200 años del nacimiento de esta figura revolucionaria. Bakunin -y todos los anarquistas- han criticado con dureza al Estado y han rechazado la vía estatal para transformar la sociedad. Ese es un punto identitario del anarquismo; todas sus corrientes lo comparten.

Por eso no entendemos por qué Zibechi se empeña en buscar en el marxismo la crítica al Estado, algo que no existió prácticamente en dicha corriente, salvo algunas contadísimas y breves excepciones. Habría que esperar a Nicos Poulantzas para que dicha corriente realizara un interesante estudio sobre el Estado y lo entendiera como una de las estructuras del sistema, que interrelacionadas con otras, generan la estructura de clases de la sociedad.

Sin quitarle mérito al griego, ello ya había sido planteado por el anarquismo en el siglo XIX, desde Proudhon, luego Bakunin, Kropotkin y Malatesta, habían señalado que el Estado es fuente de privilegios y que produce y reproduce las clases sociales.

Sería bueno buscar las respuestas en los lugares correctos y no estar como exégetas analizando la filigrana en los «textos sagrados» de maestros, cuyas propuestas el desarrollo histórico ha descalificado como inválidas e inviables. El socialismo libertario tiene mucho para decir y ya ha dicho bastante. Es más, las experiencias puntuales de socialización que se han desarrollado han sido de la mano del anarquismo. Creemos que con las colectivizaciones de España alcanza como botón de muestra.

Pero también podríamos mencionar que muchos luchadores a lo largo del mundo han buscado en el anarquismo respuestas. Tal el caso de Abdullah Ocalan, líder del PKK Kurdo, preso hace 18 años, quien buscó en Murray Boochkin, teórico del anarquismo y la ecología social, respuestas que el marxismo- leninismo no podía brindarle a la lucha del pueblo kurdo. Ese modelo ya se había desgastado.

Nathaniel Clavijo, militante de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.