Leyendo la prensa y oyendo los programas de radio y televisión en varios medios de Madrid, me preocupa que se estén reproduciendo algunas percepciones de lo que ocurre en Catalunya que no se ajustan a la realidad. De ahí que sienta la necesidad de aclarar algunos aspectos relacionados con estas percepciones, aclaraciones que hago con […]
Leyendo la prensa y oyendo los programas de radio y televisión en varios medios de Madrid, me preocupa que se estén reproduciendo algunas percepciones de lo que ocurre en Catalunya que no se ajustan a la realidad. De ahí que sienta la necesidad de aclarar algunos aspectos relacionados con estas percepciones, aclaraciones que hago con gran respeto, e incluso estima, hacia varios reproductores de estas percepciones con los cuales comparto muchas otras visiones de las realidades que nos rodean. Comencemos pues:
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Las izquierdas, no las derechas, han sido en Catalunya las que siempre han liderado -incluso en los tiempos de la dictadura- la defensa del carácter nacional de Catalunya. El limitadísimo conocimiento de la historia de Catalunya por parte de las derechas, e incluso muchas voces de izquierda españolas, dificulta mucho la comprensión de lo que ocurre en Catalunya. El Estatuto del 2006, que reconoce a Catalunya como nación, fue iniciado y desarrollado por las izquierdas, no por las derechas.
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El derecho de autodeterminación de los distintos pueblos y naciones de España ha sido una exigencia constante de las izquierdas catalanas y también, por cierto, de las españolas. Lean los documentos del PSOE en la clandestinidad y lo verán. Que abandonaran este compromiso en la Transición, debido a la presión del Monarca y del Ejército, no quiere decir que no lo tuvieran históricamente. El PSOE nunca ha explicado por qué renunció a este compromiso.
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Reivindicar el derecho de autodeterminación no es, como constantemente se interpreta (con frecuencia maliciosamente), equivalente a pedir la independencia. El derecho de autodeterminación es, como su nombre indica, el derecho de determinar qué es lo que la población desea y, en el caso catalán, su relación con el Estado español. Una alternativa, pero no la única, es la secesión. Tampoco es equivalente el soberanismo al independentismo. Ser soberano es tener la capacidad de decidir. Y el poder de decidir implica tener el derecho a escoger. Un país puede ser soberano y no ser independiente. En EEUU, el Estado de Texas tiene la potestad de separarse de EEUU si así lo deseara, potestad que muchos progresistas en EEUU desearían que realizara debido a su enorme conservadurismo. Pero ha escogido continuar siendo un Estado en un Estado Federal.
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El hecho de que las izquierdas históricamente hayan pedido el derecho de autodeterminación es consecuencia de la visión que históricamente las izquierdas catalanas (y en algunos periodos históricos, las españolas) han tenido de que España es plurinacional. Dicho derecho se refiere a este reconocimiento, proveyendo los medios para que las naciones decidan si desean la unidad, de manera que esta sea voluntaria y no forzada. El derecho de autodeterminación es lo que ahora se llama el derecho a decidir, que debería ir mucho más allá que la decisión sobre su identidad.
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La gran mayoría de izquierdas catalanas no han sido secesionistas. Ni el gobierno Companys ni el gobierno Macià pidieron la separación, sino el establecimiento de un Estado catalán dentro de una federación. En realidad, el secesionismo ha sido minoritario históricamente en Catalunya.
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Se está convirtiendo en mayoritario, sin embargo, porque los hechos parecen demostrar que el Estado español está controlado por una casta responsable del enorme retraso social de España, incluyendo Catalunya, y que nunca aceptará la plurinacionalidad de España. De ahí que al 20% de la población que siempre ha sido independentista, se sume otro 20% (y continúa creciendo) que votaría SI / SI, es decir independencia, debido al rechazo al Estado español.
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La casta española siempre se ha aliado con la casta catalana para defender sus intereses económicos y financieros. La enorme influencia de las fuerzas conservadoras sobre el Estado español (tanto central como autonómico) es la mayor causa del enorme subdesarrollo social, político y cultural de España (incluyendo Catalunya).
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La gran mayoría de aquellas personas que, siendo de izquierdas, votarían SI / SI en una consulta no son anti-España sino anti-Estado español, una diferencia esencial que nunca se hace en el resto de España debido a la interpretación maliciosa y sesgada que promueve el nacionalismo españolista, el único que no se presenta como nacionalista.
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Los mártires cuya derrota se recuerda del 11 de septiembre (la fiesta nacional de Catalunya) no eran secesionistas. En realidad querían una Catalunya en la que se respetaran sus derechos e identidad, dentro de otra España, distinta a la borbónica (véase mi artículo «El conflicto entre dos visiones de España». Público, 03.09.14). Así lo dijeron antes de ser brutalmente reprimidos y asesinados.
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Es lógico, por lo tanto, que el llamado problema catalán no sea un problema catalán, sino español, creado por la incapacidad de la estructura de poder de España de aceptar que hay otra España posible, plurinacional.
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Todos los argumentos legales que se dan (sobre si la Constitución española u otro documento permiten lo que se plantea) carecen de relevancia, pues la relación de Catalunya con España no es un tema legal, sino político. Si se desea se cambia la Constitución con suma facilidad, como ocurrió recientemente.
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Esperar que el establishment político y mediático basado en Madrid cambie, es pedirle peras al olmo. El cambio vendrá -está ya ocurriendo- de las movilizaciones populares dentro y fuera de Catalunya. Existe hoy un gran número de movimientos españoles, algunos iniciados en Madrid, que aceptan el derecho a decidir y la plurinacionalidad de España y que correctamente definen la lucha por la diversidad nacional como paralela, cuando no idéntica, a la lucha por la democracia y la justicia social.
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Hay, así, posibilidades de alianzas muy importantes entre movimientos que comparten un rechazo de este Estado, tan poco democrático, tan poco social, tan pobre, tan corrupto, tan poco redistributivo y tan insensible a la plurinacionalidad.
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Una de las ovaciones más intensas que se oyeron en la manifestación del 11 de septiembre en Barcelona fue cuando en la sección de la «V» donde estaba el movimiento político social Procés Constituent, en la mayor plaza de la «V» (Diagonal con esquina Paseo de Gracia), fue cuando trabajadores de Madrid, de Andalucía y de Galicia indicaron su apoyo al derecho a decidir, una demanda que hicieron suya, indicando que el Estado español, responsable del enorme retraso social de los distintos pueblos y naciones de España, era el mismo Estado que negaba la riqueza y diversidad de España. Especialmente aplaudido fue el delegado de Madrid. Era el representante y heredero de aquellas clases populares que lucharon hasta el último día de la Guerra Civil en contra del fascismo y a las cuales el Presidente Companys se dirigió diciendo «Madrileños, Catalunya os ama». En aquella plaza, abarrotada como nunca, se mostró que aquellos catalanes también amaban al Madrid popular.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
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