Faltando 48 horas para que la conferencia del clima llegue a su fin en Bali, la expectativa general es que la 13ª Conferencia de las Partes produzca una diluida «hoja de ruta de Bali» que refleje la forma en que los países otra vez se inclinan y retroceden buscando seducir a Estados Unidos para […]
Faltando 48 horas para que la conferencia del clima llegue a su fin en Bali, la expectativa general es que la 13ª Conferencia de las Partes produzca una diluida «hoja de ruta de Bali» que refleje la forma en que los países otra vez se inclinan y retroceden buscando seducir a Estados Unidos para que se sume a un proceso multilateral pos-Kioto, destinado a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
La declaración esperada supuestamente debe plasmar un acuerdo entre las partes para forjar laboriosamente los detalles de un marco de negociación para la 14ª Conferencia a realizarse en Polonia en 2008, y lograr un acuerdo final para la 15ª Conferencia en Dinamarca en 2009.
También se espera que contenga una referencia a una reducción de entre 25 y 40 por ciento en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2020, respecto de los niveles de 1990, a pesar de que Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) salió rápidamente a desmentirlo, diciendo que ésta no era «una meta».
Australia vuelve al rebaño
La sesión de apertura del «segmento de alto nivel» del encuentro, que ha estado deliberando durante casi 10 días, estuvo marcada por la dramática aparición del nuevo primer ministro australiano Kevin Rudd, quien asumió su cargo apenas 10 días antes, y que entregó personalmente el instrumento de ratificación del Protocolo de Kioto aprobado por su país al Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-Moon. Bajo el mando del gobierno anterior encabezado por John Howard, Australia se había aliado con Estados Unidos y no había ratificado el protocolo. En la actitud de quien intenta expiar los pecados de su antecesor, Rudd hizo público su apoyo al nuevo acuerdo multilateral, presentando metas de emisión obligatorias y prometiendo una reducción del 60 por ciento de las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) para el año 2050, respecto de los niveles de 1990. «No hay plan B» dijo a los participantes. «No hay escapatoria a otro planeta».
Algunos activistas por el clima, sin embargo, no quedaron conformes con las palabras de Rudd, quejándose de que éstas no se reflejan todavía en la conducta de los negociadores australianos, que aparentemente siguen prisioneros del paradigma obstruccionista del régimen de Howard.
Obstruccionistas S.A.
Las intervenciones reiteradas en reclamo de metas vinculantes contrastan con las realidades de un trasfondo signado por la falta absoluta de una actitud positiva de la parte de Estados Unidos, el obstruccionismo de Canadá -el país que ha reemplazado a Australia en el papel del mejor aliado ideológico de George W. Bush-y el mal disimulado retroceso de Japón respecto de las reducciones obligatorias de las emisiones, como resultado de la enorme presión de la industria japonesa. Por otra parte, China y el Grupo de los 77 sorprendieron a algunos observadores que monitorean desde hace tiempo el proceso de Kioto, mostrándose dispuestos a hacerse cargo de su cuota parte, si el mundo desarrollado estuviera dispuesto a decretar reducciones significativas de los GEI y financiara el desarrollo y la transferencia de tecnología para asistir a los países en desarrollo en la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono.
Norte – Sur
Ha habido fuertes tensiones entre el Norte y el Sur, y el martes 11 de diciembre las conversaciones se interrumpieron en torno a tres temas, uno de ellos, el problema clave de la transferencia de tecnología para ayudar a los países del Sur a hacerle frente al calentamiento global. Según el embajador paquistaní Muir Akram, presidente del bloque del Grupo de los 77 y China, el desacuerdo se generó en torno a si se debía emplear el término «facilitar» como querían los países en desarrollo o «programar», la palabra preferida del Norte. En opinión de un subsecretario de medioambiente de un país en desarrollo que no quiso ser identificado, «Estados Unidos mandó dinosaurios a estas negociaciones, y por eso es que estamos trabados en 80 por ciento de los temas». Washington es la bestia negra en Bali, y los más frustrados con esta situación son los activistas estadounidenses frente al cambio climático que constantemente se están disculpando por la intransigencia de la administración Bush.
Las diferencias al interior del Grupo de los 77, aunque mucho menos visibles, no han estado ausentes. Malasia, por ejemplo, sorprendió a los delegados de los países en desarrollo al comienzo de las negociaciones cuando su representante apareció siguiendo fielmente la línea Estados Unidos, al decir que quería un resultado institucional de las negociaciones que fuera «flexible» y «no vinculante». En un evento paralelo auspiciado por el gobierno de India, realizado el miércoles 12 de diciembre, uno de los expositores sugirió que los compromisos de reducción de emisiones de GEI debían depender de si el país pertenecía a la OCDE o a un bloque rico, a los países del tercer mundo, o a una tercera categoría integrada por «un gran país». Esto ultimo en una referencia obvia a China, cuya presencia en el Grupo de los 77 hace que muchos se sientan incómodos -en particular los pequeños Estados insulares que reclaman con urgencia asistencia de emergencia para enfrentar el ascenso del nivel del mar que ya los está ahogando-, al ver que sus intereses quedan entreverados en la dinámica de las negociaciones entre el Norte y China. Los países ricos quieren que China, que está en camino de superar a Estados Unidos como el mayor emisor de GEI y experimenta un crecimiento económico record pero desestabilizador del medioambiente, eventualmente sea incluida en un régimen de reducciones de emisiones obligatorio. Sostienen esta misma demanda, aunque no con la misma fuerza, respecto de Brasil y de India.
Las transnacionales irrumpen a toda máquina
Bali probablemente sea recordada como la conferencia en que las grandes empresas ingresaron al debate sobre el cambio climático a lo grande. Un número importante de eventos paralelos se han centrado en las soluciones de mercado para el problema de los GEI, tales como los programas de comercio de emisiones. En el marco de estos programas, los países que emiten GEI intensamente pueden «compensar» sus emisiones, pagándoles a otros que emiten poco para que renuncien a actividades altamente contaminantes, con el mercado oficiando como mediador.
Shell y otros contaminadores de gran envergadura se han dedicado a pregonar que el mercado es la mejor solución para la crisis del clima, una posición que se articula muy bien con la del gobierno de Estados Unidos en contra de las reducciones obligatorias de las emisiones. Los funcionarios de Naciones Unidas justifican la mayor presencia del sector privado diciendo que el 84 por ciento de los US$50 mil millones necesarios para combatir el cambio climático en los próximos años deberá provenir del sector privado, y que éste debe ser «incentivado».
Los activistas por el clima han visto atónitos y horrorizados cómo las transnacionales se han adueñado del discurso del cambio climático. Un activista de la India salió de una sesión sobre «tejiendo vínculos entre los mercados de comercio de emisiones», mascullando entre dientes: «No lo puedo creer. Estos tipos tienen su propia jerga especializada. No entendí ni una palabra de lo que dijeron».
Según Kevin Smith de la Durban Network on Climate Justice (Red de Durban sobre Justicia Climática), «al principio, el mercado de carbono era una parte muy menor de la arquitectura para hacerle frente al cambio climático, un punto que los activistas por el clima aceptamos para poder sumar a Estados Unidos al tren de Kioto. Pues bien, resulta que Estados Unidos nunca se subió al tren, y ahora nosotros estamos embretados con los mercados de carbono orientando el proceso, porque las grandes empresas descubrieron que se puede hacer dinero con el cambio climático».
Smith y otros sostienen que el mercado de carbono como solución es una panacea que solamente sirve para que los contaminadores del Norte sigan contaminando, en tanto que le permite al sector privado del Sur desplazar a los pequeños agricultores para establecer plantaciones de árboles, sin monitoreo ni regulación, que supuestamente absorberían el dióxido de carbono de la atmósfera.
El Banco Mundial provoca protestas
El Banco Mundial también ha tenido una presencia importante en la conferencia. Esto no ha sido del agrado de muchas de las partes. Durante más de una semana, los negociadores estuvieron discutiendo sobre el mecanismo de administración de los fondos que se destinarán a la asistencia de los países que están en la primera línea de fuego de la crisis del clima. Los países desarrollados querían que el Banco Mundial fuera el fideicomisario de los fondos y que el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) oficiara como administrador. Esto no fue del agrado de los países en desarrollo, que tienen muchas experiencias negativas del GEF bajo el mando del Banco. La situación se resolvió solamente cuando las partes acordaron establecer un «Directorio del Fondo de Adaptación», compuesto fundamentalmente por países en desarrollo, que estará a cargo de supervisar la administración de los fondos a cargo del GEF.
El lanzamiento de su Fondo para Reducir las Emisiones mediante la Protección de los Bosques (Forest Carbon Partnership Facility) -una iniciativa que se propone utilizar mecanismos de mercado para compensar a los países en desarrollo que tienen grandes extensiones de bosques, incluyendo al país sede Indonesia, por no talarlos-fue acompañado de una reacción aún más fuerte. Unos 100 activistas realizaron una manifestación relámpago de una hora de duración en el Grand Hyatt Hotel, que puso al Presidente del Banco Robert Zoellick a la defensiva. Los manifestantes, entre ellos miembros del Foro de la Sociedad Civil indonesa, Amigos de la Tierra Internacional, el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, la Coalición Mundial de Bosques, Jubileo Sur, la Durban Network on Climate Justice y Focus on the Global South, advirtieron que la incorporación de los bosques al mercado de carbono no es otra cosa que garantizar su traspaso a manos de grandes intereses privados.
Una de las preocupaciones centrales de los manifestantes fue la suerte de las comunidades indígenas. La iniciativa propuesta por el Banco, advierten en una declaración, «podría ser el detonante de nuevas expulsiones, mayor conflicto, y violencia. A medida que el valor de los bosques se incremente, se los declarará de acceso prohibido para las comunidades que viven en ellos o dependen de ellos para su sustento».
La sociedad civil mundial irrumpe en la escena
La acción de masas contra Zoellick dentro de la sede de la conferencia revela otro de los motivos por los cuales Bali será recordada. Marcó el ingreso del movimiento por la justicia mundial en las negociaciones del cambio climático. No solamente asistieron las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en comercio y desarrollo como Oxfam y World Development Movement, sino también redes de movimientos populares como Vía Campesina y Jubileo Sur. Se montó un espacio denominado Villa de la Solidaridad por un Planeta sin Calentamiento a menos de un kilómetro de la sede de la conferencia, organizado por Gerak Lawan o el Movimiento del Pueblo Indonés contra el Neocolonialismo y el Imperialismo, conjuntamente con otros movimientos y organizaciones sociales regionales e internacionales, que sirvió para alojar una conferencia paralela que contó con centenares de participantes. En este evento que duró una semana participaron entre otros representantes de los refugiados ambientales de las Islas del Pacífico, de los pueblos indígenas amenazados por los programas de comercio de carbono forestal, y campesinos de Vía Campesina.
La irrupción en escena de los activistas por el desarrollo y la justicia en el comercio introdujeron una atmósfera de conflictividad a las negociaciones -semejante a la de las reuniones ministeriales de la OMC-que anteriormente habían estado marcadas por una relación civilizada e incluso amistosa entre los negociadores del gobierno y los cabildantes por el clima. «Esta apertura del proceso a gente que pone nuevos temas -como el comercio y la justicia y el empoderamiento de los pueblos-a tallar en la ecuación ha sido un poco desconcertante para las ONG que tradicionalmente han seguido las negociaciones sobre el clima» declaró Emma Brindal de Amigos de la Tierra Australia.
«Justicia Climática» fue la consigna que reunió a los distintos grupos en la Villa de la Solidaridad. En una declaración hecha pública al finalizar el encuentro, los participantes expresaron: «Por justicia climática entendemos que los países y sectores que han contribuido más a la crisis climática -los países ricos y las empresas transnacionales del Norte-deben pagar el costo que implica garantizar que todos los pueblos y futuras generaciones puedan vivir en un mundo saludable y justo, respetando los límites ecológicos del planeta. En Bali avanzamos un nuevo paso en pos de la construcción de un movimiento mundial por la justicia climática».
Bali, 13 de diciembre de 2007.
*Walden Bello es el analista principal del instituto de investigación Focus on the Global South con sede en Bangkok, y profesor de sociología en la Universidad de Filipinas. También es presidente de la Coalición por la Liberación de la Deuda de Filipinas. –
Publicado en Enfoque Sobre Comercio, boletín de Focus on the Global South (FOCUS) – http://www.focusweb.org