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Entrevista a Francisco Báez Baquet sobre la industria criminal del amianto

«Además de la invisibilidad de las propias víctimas, hay que añadir también la de algunas de las patologías asbesto-relacionadas»

Fuentes: Rebelión

Francisco Báez, extrabajador de Uralita en Sevilla, autor de Amianto: un genocidio impune, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, ha reseñado […]

Francisco Báez, extrabajador de Uralita en Sevilla, autor de Amianto: un genocidio impune, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, ha reseñado y destacado su obra 

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Sigo con más preguntas. De una carta suya: «Como consecuencia de tales asesoramientos, he tomado la decisión de excluir de mi texto la cuestión del supuesto o real nexo causal o mera correlación estadística positiva, entre «amianto» y «patologías cardio-vasculares», por ser un tema todavía demasiado «verde», contando con un único trabajo prestigioso en el su autor «se moja» con rotundidad». Sin asegurar nada, ¿tiene usted alguna conjetura sobre esta correlación amianto-patologías cardiovasculares?

A mí no hace falta que me convenza nadie. Tengo, al respecto, mi trabajo, publicado en dos partes:

– Patologías cardiovasculares en expuestos al asbesto (I) «Rebelión», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199971, 15/06/2015.

– Patologías cardiovasculares en expuestos al asbesto (II) «Rebelión», ht HYPERLINK «http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199972»tp://www.rebelion.org/noticia.php?id=199972, 16/06/2015.

Otra cuestión bien distinta es, en cambio, que sea suficiente, a día de hoy, el necesario consenso científico generalizado, para que esté justificado que se adopten las medidas legales pertinentes, con arreglo al Principio de Precaución. Es discutible que dicha situación se haya llegado a alcanzar ya. Yo, desde luego, abogaría porque así fuera, en beneficio de las víctimas así afectadas por esta modalidad de mórbido padecimiento, en relación con una exposición comprobada, al asbesto.

Una traducción suya del resumen de un artículo sobre el tema de la mortalidad: «La mortalidad por todas las enfermedades malignas y no malignas relacionadas con el asbesto sigue siendo desconocida. Los autores evaluaron la incidencia y los factores de riesgo para todas las muertes relacionadas con el asbesto.» ¿Se conocen resultados?

Imagino que ha querido referirse a los trabajos del «Swedish Council on Health Technology Assessment» (2017), y de Hardig et al. (2009), ambos en relación con la mortalidad por patologías cardiovasculares, cuando ha habido exposición previa al asbesto.

Sí, sí, no di la referencia. Disculpas.

Se trata de una cuestión que podría afectar, en su momento, a la posible integración de tales enfermedades en el cuadro español de las consideradas como profesionales, con las implicaciones judiciales que automáticamente esa pretendida incorporación conllevaría. A tenor de esas consideraciones, yo me he permitido recabar de lo más granado del estamento médico español especializado en amianto, un pronunciamiento, en el sentido en el que cada cual de los interpelados considere pertinente.

Creo que usted está liado ahora con sentencias judiciales. ¿Qué está investigando concretamente? Creo que alguna abogada del Colectivo Ronda le ha dado alguna pista.

La indagación, para bien o para mal, es de mi exclusiva autoría, y consiste, primero, en un análisis estadístico de aquellas resoluciones judiciales, relativas a afectaciones por mesotelioma, que en España han determinado un resultado desfavorable para la parte demandante, el propio afectado y/o sus familiares, y desde la primera con esas precisas características.

El resultado más significativo es una gráfica, que en su momento será publicada, demostrativa de la deriva temporal que ha habido en esto, con todo lo que eso lleva ya implícito.

De forma más sintética, le adelanto que la probabilidad, en el año 2016, de ver denegada la indemnización, resulta ser casi cuatro veces menor de la que correspondió al año 1998, en el que ya era sobradamente conocida la etiología por asbesto de la susodicha patología maligna, y en el que asimismo era igualmente de generalizado consenso científico, las características peculiares con las que la afectación se produce, o sea, bastando exposiciones muy breves, y/o dosis muy débiles, concentraciones de fibras en atmósfera, netamente inferiores a las que habitualmente se registra en cualesquiera de los puestos de trabajo de cualquier centro laboral en el que el amianto haya intervenido en el proceso productivo -frecuentemente, incorporado al producto final- o alternativa o complementariamente, con profusa presencia del mineral maldito en las propias instalaciones fabriles.

Por consiguiente, tales diferencias de probabilidad, organizadas en una gráfica ascendente, no pueden ser atribuidas a ninguna característica intrínseca de las propias condiciones particulares contempladas por las respectivas sentencias. Y si esto es así, la conclusión ineludible a alcanzar, es que en esas sentencias han influido factores determinantes, que nada tienen que ver con la serena e imperturbable impartición de una verdadera justicia, imparcial, equilibrada y ecuánime.

La segunda parte, consiste en el análisis crítico de los argumentos esgrimidos en esas sentencias denegatorias españolas, para armar la tramoya de sostén del sentido dado a esas resoluciones judiciales. Como quiera que abundan las repeticiones, en sucesivas sentencias, de similares argumentos, nuestra panoplia de ejemplos trata de ahorrarle al lector tanta repetición, implícita o explícita, para ceñirnos a aquellos casos que pueden resultar arquetípicos, y en los que se recurre a diferentes argumentaciones o matices distintos, de las mismas.

Espero ansioso el resultado de sus investigaciones. Un artículo: Greenberg M «Experimental asbestos studies in the UK: 1912-1950» Am J Ind Med. 2017 Sep 14. doi: 10.1002/ajim.22762. [Epub ahead of print]. Su traducción del resumen:

La industria del asbesto se originó en el Reino Unido en la década de 1870. En 1898, el asbesto tenía muchas aplicaciones y se informó que era una de las cuatro principales causas de enfermedad profesional grave. En 1912, el gobierno británico patrocinó un estudio experimental que informó que la exposición al amianto produjo no más de un mínimo de fibrosis pulmonar en cobayas. En la década de 1930, el recién creado Consejo de Investigación Médica, con la asistencia de la industria, patrocinó un estudio de los efectos de la exposición de los animales al amianto por inyección (intratraqueal y subcutánea) y por inhalación en el entorno de la fábrica. Los informes del gobierno, las publicaciones y los registros contemporáneos obtenidos por descubrimiento legal se han revisado en el contexto de la etapa de desarrollo científico y la historia de los tiempos. Los experimentadores participaron en un proceso de aprendizaje durante el período 1912-1950, y sus informes de los efectos del amianto fueron inconsistentes. Los patólogos que estudiaron experimentalmente los efectos del amianto, en los niveles de animales, tejidos y células, avanzaron en la metodología experimental y el conocimiento mecanicista. En manos de expertos en relaciones públicas, sin embargo, la investigación se aprovechó para preservar una industria y perpetuar enfermedades prevenibles, una práctica que continúa hasta nuestros días.

¿Alguna pega? ¿Algún comentario crítico? ¿Algo que quiera añadir?

Morris Greenberg es un acreditado historiador de la nocividad del amianto, con numerosos y excelentes trabajos publicados. Lo que en este artículo viene a resaltar, a mi entender, es cómo ha sucedido que los mismos resultados experimentales que ya tempranamente inculpaban al amianto, fueron utilizados, por los voceros del lobby empresarial del asbesto, y también por autoridades complacientes con su perturbadora influencia, para deducir precisamente todo lo contrario, esto es, la supuesta casi inocuidad del amianto.

Una carta al director, de 2015, de un amigo suyo -Ricardo Torregrosa Marín- que acaso convenga recordar y comentar:

Las víctimas del amianto somos invisibles. Esa amarga sensación se desprende después de leer el artículo de Jesús Mosterín Una cita con la parca, donde relata su enfermedad causada por una exposición mínima al amianto. Nuestra exposición al cancerígeno amianto fue día a día durante años, décadas, en cantidades descomunales y condiciones infrahumanas. Además, miles de escolares estudian durante años en aulas donde se pueden desprender partículas de amianto; miles de esposas se han contaminado y fallecido por lavar la ropa de trabajo de sus esposos. Los enfermos por amianto nos asfixiamos lentamente. Al año mueren más de 100.000 personas por este tóxico en todo el mundo. En Europa llevamos hasta ahora decenas de miles de muertos, y se esperan para los próximos años entre 300.000 y 500.000 muertos más. De todos los países europeos, las víctimas del amianto en España somos a los que menos derechos nos han reconocido, hemos sido olvidados por empresas, políticos, médicos y jueces. Somos tan invisibles y contamos tan poco, que ni siquiera usted, el señor Mosterín, ha sido capaz de vernos. Los enfermos por amianto le deseamos y nos alegramos de su recuperación.

¿Algo que quiera comentar?

Solamente añadir algo más. Que además de la invisibilidad de las propias víctimas, hay que añadir también la de algunas de las patologías asbesto-relacionadas (las cardiovasculares asociadas a la exposición, las fibrosis extra-pulmonares, como la retro-peritoneal, los cánceres de todo el tracto gastro-intestinal, etc., etc.). Su adecuada toma en consideración, incrementaría notablemente las cifras globales de afectación y de muertes atribuibles, con veracidad y mejor exactitud.

Otra nota suya: » Me ha llegado la sentencia de un compañero de Ferrol que me parece importante compartir y agradecería su difusión. Se trata de un ex trabajador de Bazán-Izar (ahora Navantia) que falleció en junio de 2010 por exposición al amianto. Sus hijos y su mujer lucharon desde entonces para que se reconociese. El 21 de junio (7 años después de su muerte) el Tribunal Supremo ha fallado en favor de la familia y condena a Navantia a indemnizarla. Además, el TS estipula que Navantia es sucesora de Bazán e Izar. Por otra parte, es importante resaltar que establece que la familia puede ser indemnizada por la LISOS (Ley de Infracciones y Sanciones de Orden Social) en vez de la LRVCVM (Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor, que es la que actualmente se establece para casi la mayoría de casos en todo el país».

Además de la victoria personal, señala usted, «se establecen dos precedentes jurídicos para los que vienen: los afectados de Navantia podrán saltarse el obstáculo de la sucesión de responsabilidad. Y ahora podrán ser indemnizados no como accidentes de tráfico». ¿En eso radica su importancia?

Efectivamente, así es. A poco que se reflexione sobre ello, es obvio concluir que lo primero supone eliminar un importante obstáculo al establecimiento de una responsabilidad que ya tendrá que ser asumida por quienes pueden hacerlo, por tratarse de una entidad mercantil e industrial en activo, y lo segundo dejar fuera de cuestión una práctica absurda, que estaba representando un freno al incremento de las cuantías asignadas para la indemnización.

¿Qué ha sido lo más importante en estos últimos tiempos en la lucha contra la industria criminal de amianto?

Yo señalaría, indudablemente, la modificación legislativa adoptada en Brasil -país productor y exportador-, en vía de aproximación a una futura y más o menos inmediata adopción de la prohibición referida a toda la nación, y no meramente aplicable, como hasta ahora, a meros municipios y estados federales aislados y excepcionales.

Excelente noticia. Gracias, se me había olvidado. ¿Quiere añadir algo más? Sé que me he quedado con muchas cosas en el tintero.

Quédense, si le parece, para alguna futura entrevista. A título de mero ejemplo ilustrativo, aludiría, entre otras cuestiones, al efecto de los recientes y reiterados terremotos de México, sobre el amianto instalado en el país hermano, en el que el asbesto no está prohibido. Como es sabido, la invisible fracción respirable del indestructible polvo de amianto, permanece en suspensión en el aire que respiramos, durante un larguísimo intervalo temporal, que permite que su presencia en el aire pueda llegar a ser detectada incluso en el lejano continente antártico, en el que hasta el presente no ha habido actividad industrial.

Tampoco había reparado en ello, asunto importante el que señala.

Por cierto, cambio ahora de tema, ha publicado usted un libro -mi enhorabuena, está colgado en rebelión, libros-libres- sobre… ¡inteligencia artificial! ¿Cómo le ha dado por eso? ¿Desde cuándo lee usted sobre estos temas? ¿De dónde su interés? ¿Alguna tesis central de su libro que nos quiera comentar?

Mi interés por la inteligencia artificial hay que enmarcarlo en la cuestión más general, de la indagación científica y filosófica, acerca de la naturaleza de la mente humana y de sus atributos, incluyendo a los más anómalos y excepcionales.

Empecé a reunir bibliografía sobre todo ese amplio campo de cuestiones, desde hace ya muchos años, desde, por ejemplo, mi adquisición y lectura de obras que después me fueron robadas (tal y como menciono en mi reciente libro, en parte auto-biográfico), como fue el caso, de las de autores como Künkel y Kretschmer, y que después, por azares de la vida, no llegué a poder reponer en mi entonces maltrecha biblioteca, porque el robo llegó a ser casi total, antes de que tuviera la dolorosa experiencia de advertirlo.

La que podría ser la tesis general del libro (por lo demás, deliberadamente errático y poco estructurado, mezclando cuestiones de astronomía e incluso con ribetes humorísticos), es que, en el estado actual del saber científico, se está muy lejos de poder dar cumplida explicación, en términos reduccionistas, de índole físico-química, de atributos de la mente humana, como es el caso, por ejemplo, de la sugestión, el efecto placebo, etc.

La reflexión sobre esas carencias de la comprensión del cerebro y de su resultante, el psiquismo humano, brinda la oportunidad de señalar pistas acerca de en qué podrían consistir futuras investigaciones.

Le pongo un ejemplo.

Se lo agradecería

Hay una memoria elemental en los animales, consistente en el habituarse a un repetido estímulo perturbador, al que, por saturación, terminan por no responder.

Es una suerte de reflejo condicionado inverso, en el que la respuesta finalmente alcanzada, es la «no acción», la quietud, ante la reiterada ausencia de un posterior perjuicio para el animal objeto de la experimentación.

Sabemos, por otra parte, que existen animales que sufren, a lo largo de un corto ciclo vital, una completa metamorfosis, que implica la absoluta reestructuración de todo su sistema nervioso.

Entonces, la pregunta hasta ahora no respondida (que yo sepa, al menos), es la siguiente: ¿Persiste, aunque sea atenuado, ese habituarse a un estímulo perturbador, profusamente reiterado sin ulteriores consecuencias nocivas, desde la fase oruga, hasta la de crisálida, del insecto sometido a ese elemental tipo de entrenamiento, después de haber pasado por esa completa reestructuración de su sistema nervioso?…

Cualquiera de los dos resultados alternativos posibles, nos brindaría una valiosa pista acerca de la naturaleza y verdadera índole de esa forma elemental de la memoria, y quizás, por extensión, a las de todas sus modalidades de formar parte de esa facultad psíquica que, de una forma más o menos rudimentaria, los animales no racionales llegan a compartir con nosotros los humanos.

Admiro su ansia de saber y su compromiso, su ciencia con consciencia y su consciencia con ciencia. Le molestaré en breve.

Cuando quiera.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.