Con la que está cayendo, chuzos de punta, y nosotros otra vez entrando por el aro. Como en un circo. Nos crecen los enanos, somos el payaso de las bofetadas y de rondón pagamos la entrada de pista desde la que nuestros líderes (políticos, económicos, sindicales y dinásticos) contemplan la faena. Ahora pretenden que nos […]
Con la que está cayendo, chuzos de punta, y nosotros otra vez entrando por el aro. Como en un circo. Nos crecen los enanos, somos el payaso de las bofetadas y de rondón pagamos la entrada de pista desde la que nuestros líderes (políticos, económicos, sindicales y dinásticos) contemplan la faena. Ahora pretenden que nos engolfemos con el debate sucesorio en el PSOE y la pugna electoral entre lo malo conocido y lo indeseable por conocer.
Y la más tremendo, lo que nos hacen, lo que perpetran, se queda entre bambalinas. Abren la espita de la contienda política para justificar de nuevo su presencia en telediarios y otros púlpitos, niegan como si tal cosa la posibilidad de entregar la casa que los hipotecados no pueden pagar para saldar sus deudas (como ocurre en el denostado país de los yanquis) y nos colocan una guerra de buenos y malos por toda la escuadra para que estemos entretenidos.
Eso como un rancho diario, el pesebre cotidiano, para que todo esté atado y bien atado, ciegos, sordos y mudos ante lo que de verdad importa. No vaya a ser que el personal tome el camino de la calle, se indigne como pide el nonagenario maquis francés Sthefane Hessel y en vez de votar resignadamente emprenda la ruta de la dignidad y descubra que la plaza de Tahrir no tiene una topografía fija: está allí donde la gente dice basta.
Basta, porque los recortes que penalizan a las victimas del expolio son crímenes contra la humanidad, como han escrito dos sesudas economistas en un diario de circulación nacional. Basta, porque por encima de cualquier otra consideración lo que el capitalismo depredador está poniendo en peligro ya no es un país, ni siquiera una sociedad, es la vida sobre el planeta a causa de sucesos tan espeluznantes como la catástrofe nuclear del Japón, que no es un desastre natural sino una aberración cometida por la codicia de las multinacionales eléctricas.
Luz, taquígrafos y movilización. Basta ya de bulos, mentiras, medias tintas y preservativos. Lo prueba de que lo de Fukushima tiene una gravedad extrema es que han tenido que desatar un conflicto en Libia para borrarlo de las primeras páginas de los periódicos. Nos quieren matar de éxito con átomos de plutonio enriquecido. Chernóbil puede ser una broma comparado con Fukushima.
Hay que salirse por la tangente. Decir adiós a todo eso. Iniciar un movimiento continuo que alumbre otra realidad. De lo contrario estamos condenados a más de lo mismo. No es cuestión de personas, ni podemos caer otra vez en el juego infantil de los líderes carismáticos. Ya nos sabemos todos los cuentos. Todo el PSOE sin fisuras apoyó como un solo hombre la política antisocial y reaccionaria del gobierno. No se salva nadie. Ni pueden ni quieren. El último acto de dimisionario Zapatero ha sido recuperar para dirigir la Comisión de Competitividad al que fuera consultor del programa económico del PP en 1996 y patrono de FAES, Miguel Boyer, el político que activó la burbuja hipotecaria por su salvaje liberalización de los arrendamientos. Un insulto a la inteligencia, una obscenidad y un esperpento.
Nosotros somos el pueblo. Los que pagamos impuestos. Los que sufrimos la crisis. En nuestra mano está decir adiós a todo eso, para que esta vez no te la den con queso.
Fuente: http://www.radioklara.org/radioklara/?p=584