Recomiendo:
0

Entrevista a Eugenio del Río sobre "De la indignación de ayer a la de hoy" (XII)

«Afortunadamente los derechos y las libertades individuales han ido ganando terreno en las conciencias»

Fuentes: Rebelión

Ex dirigente del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas. Estábamos en Cuba. ¿El sistema político cubano era entonces también otra […]

Ex dirigente del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas.

Estábamos en Cuba. ¿El sistema político cubano era entonces también otra dictadura? ¿Lo sigue siendo ahora en tu opinión?

El régimen cubano pronto pasó a tomar al soviético como fuente de inspiración. Al pie de la letra, se puede decir. Esto no significa que la historia concreta de ambas experiencias sea idéntica.

Pero no sé si son muy útiles estas consideraciones tan generales.

Precisamente una de las cosas que más me chocan cuando hablo sobre Cuba con amigos partidarios del castrismo es la dificultad para referirse a ciertos hechos concretos. Se habla mucho de la falta de patriotismo de quienes se han marchado a Miami, o del apoyo que prestan las potencias occidentales a la oposición, a la que hay quienes siguen tildando en bloque de gusanos, o de la cantidad de médicos que hay en Cuba, o de lo injustificable del bloqueo, que yo también condeno. Pero es difícil discutir acerca del control político que ejercen los Comités de Defensa de la Revolución o de los obstáculos que encuentra la libre expresión.

No es nada fácil intercambiar puntos de vista sobre el encuadramiento político e ideológico de la población, sobre la eternización de los dirigentes en el poder, sobre la alta opacidad de la política oficial, sobre el nulo control popular y la falta de participación.

También sería interesante prestar mayor atención a los textos oficiales. Deberían tenerse más en cuenta. Es curioso: la Constitución cubana es una descripción muy clara de una dictadura: un régimen en el que una corporación (el Partido Comunista) es reconocida como fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado y como tal monopoliza el poder. No hay lugar para el pluralismo político: es un sistema de partido único. Tampoco hay pluralismo ideológico puesto que una ideología, el marxismo leninismo, recibe una consideración especial en la Constitución y la política educativa y cultural está obligada a guiarse por el marxismo. Tampoco existe algo parecido a la división de poderes.

En el fondo, el problema que nos concierne en mayor medida, es que un régimen así pueda ser merecedor de un juicio altamente favorable dentro de unas culturas de izquierda que se pretenden emancipadoras. Parecidos atropellos ¿eran denunciables cuando los cometía Franco pero no cuando lo hacía Fidel Castro?

No vamos bien si no abordamos los problemas de los derechos humanos en Cuba o en otros lugares por aquello de que la derecha puede utilizar nuestras críticas o por razones de conveniencia política. Y vamos rematadamente mal si no hacemos de la defensa de los derechos humanos, en cualquier lugar del mundo, una cuestión de principios.

¿Pero no crees que las cosas están cambiando algo en la Cuba actual (pienso, por ejemplo, en la temática relacionada con la orientación sexual de cada cual), que muchas o algunas críticas se hacen públicamente y que la fuerte presión exterior limita en parte el margen de discusión política e ideológica e incluso el avance de los desarrollos democráticos?

Cierto que las cosas están cambiando algo, como dices. No hemos tenido noticias de nuevos fusilamientos desde el del general Ochoa y tres personas más en 1989. También es visible que hay quienes pueden emitir mensajes críticos, como sucede con el blog de Yoani Sánchez. Ojalá sigan cambiando las cosas, no demasiado despacio y en una dirección democratizadora.

No digo que lo hagas pero te pregunto directamente: ¿estás haciendo una vindicación de la figura de Yoani Sánchez? Su blog, cuando menos lo poco que he leído, no destaca por su veracidad y por su búsqueda desinteresada de la verdad que diría su tal vez admirado Sir Karl Popper.

Es interesante su blog. Da bastantes pistas para entender hechos que, desde luego, escapan a la retórica oficial. No sé a qué problemas te refieres en lo que hace a su veracidad o al tratamiento interesado de las realidades cubanas. Por lo demás, ni reivindico ni dejo de reivindicar su figura. Me atengo al interés de lo que publica en su blog.

¿Nos puedes dar algún ejemplo del interés de ese blog?

Con mucho gusto. Basta con entrar en el blog «Generación Y» para encontrar textos que interesarán a quien desee conocer mejor los problemas de Cuba. Acabo de leer el último artículo publicado. Se titula «Caricatura femenina» y es una lúcida crítica de la retórica de la Federación de Mujeres Cubanas y de los puntos de vista oficiales sobre las mujeres.

Lo siento, déjame insistir: ¿dónde está la lucidez de esa crítica? Por lo demás, ¿cuáles son los puntos de vista oficiales sobre las mujeres? ¿Existe tal cosa?

Cuando digo lucidez estoy pensando en una percepción nítida de cómo son las cosas, enmascaradas muchas veces por la propaganda. Pero lo que más vale en el artículo que menciono no es la lucidez sino la decisión de abordar el problema públicamente. En su texto habla de los problemas actuales que gravitan sobre la situación de las mujeres, que son ignorados o encubiertos por la propaganda oficial, empezando por la de la dócil FMC: el poder económico y político, escribe, sigue estando mayoritariamente en manos masculinas; las propiedades, de coches o de tierras son mayoritariamente masculinas. ¿Cuántos embajadores son hombres? ¿Quiénes asisten a las reuniones de padres en las escuelas? La propaganda oficial recalca que el 65% de los cuadros y el 50% de los dirigentes de base son mujeres. Pero, se pregunta Yoani, esa estadística solo indica que recae más trabajo sobre hombros femeninos, no que las mujeres tengan más derechos ni más capacidad de decisión. En el artículo hay algunas otras denuncias sustanciosas. Lo recomiendo.

Lo dejamos aquí si te parece.

Te cito de nuevo: «Era obligado solidarizarse con las víctimas de las dictaduras de derechas pero no con las de las dictaduras de izquierda.» ¿Todo entonces en un mismo plato? Déjame ser un poco bruto: Salazar era un dictador, Franco también. Lo eran también Breznev, Mao y Castro.

No hay solo dos tipos de platos. ¿Dónde habría que situar en esa clasificación dual al actual régimen iraní? ¿Y al chino? ¿Y al vietnamita? Todos los platos son diferentes. También los titulados socialistas. No son lo mismo Cuba, la Camboya de los jemeres rojos, la Corea actual, la China de la Revolución Cultural, la Rusia de 1937 o la de 1980. No hay dos platos iguales.

Pero lo que menos me convence es que se escatime la solidaridad con las víctimas de Stalin, pongamos por caso, por aquello de no favorecer a las dictaduras de derecha o a la derecha, en general. Precisamente la insolidaridad con las víctimas de las dictaduras proclamadas socialistas resta credibilidad al repudio de las dictaduras fascistas. Este fue uno de los temas en los que con razón insistió Simone Weil, en referencia a los desafueros cometidos en el bando republicano durante la guerra civil española. Para ella, y así lo entiendo yo también, no deben pasarse por alto los horrores de los que son responsables quienes se declaran de izquierda.

Se trata de saber si es una cuestión de principio o no lo es condenar el encarcelamiento o el asesinato de los adversarios políticos. Mientras esto no esté claro seremos prisioneros de una ambigüedad letal.

No hacerlo así daña profundamente a la cultura política y moral de un partido, de un movimiento, o de cualquier sector de la izquierda.

Vuelvo al ejemplo francés y al presente. Es uno de los casos en los que se ha producido un trasvase de mayores magnitudes del electorado comunista hacia la extrema derecha, el Front National. Habría que interrogarse sobre lo que ha facilitado ese trasvase. ¿No tendrá algo que ver con el tratamiento de los problemas de libertades, de los derechos, de la democracia como una cuestión no de principio sino circunstancial?

Recientemente leemos noticias igualmente inquietantes sobre el creciente peso del Front National en la CGT, el viejo sindicato comunista. El 22% de los simpatizantes de la CGT que votaron en las últimas elecciones europeas lo hicieron por el FN. Es algo que invita a la reflexión.

¿Y no puede ser también que la desesperación, el sentirse sin apoyos, las actuaciones reales de muchas fuerzas de izquierda, la claridad aparente del FN en algunos puntos (en el euro por ejemplo), estén también detrás de ese desplazamiento de votos que según he leído no es tan importante como suele decirse? Por lo demás, ¿hay alguna fuerza de izquierda que no crea que es una cuestión de principio condenar el asesinato y el encarcelamiento de los adversarios políticos que actúan sin transgredir límites aceptados?

Seguro que influyen diversos factores, como los que señalas, en ese trasvase. Para calibrar sus dimensiones es imprescindible recurrir a las encuestas y no todas coinciden enteramente en los porcentajes concretos, pero hay un amplio acuerdo respecto a la existencia de ese trasvase.

El no hace mucho fallecido Stuart Hall escribió en los años setenta sobre la ofensiva ideológica de la derecha con el fin de ampliar sus apoyos populares, y no solo en materia de política económica. En esa ofensiva han desempeñado un papel importante la defensa de las identidades nacionales tradicionales frente a los inmigrados y la aplicación de políticas de orden, tendencialmente autoritarias, que dieran la prioridad a la seguridad aunque fuera a costa de reducir libertades y derechos. A mi modo de ver, los partidos de izquierda no han estado a la altura a la hora de hacer frente a esta ofensiva ideológica de la derecha.

En esa batalla ideológica, combate por la hegemonía cultural habría que decir bajo una perspectiva gramsciana, los partidos comunistas y la extrema izquierda estaban mal pertrechados. Les faltaba una mayor dosis de lo mejor del liberalismo y les sobraba su apoyo a regímenes autoritarios o dictatoriales. El Partido Comunista francés, incluso, había cultivado una veta patriótica que enlaza con temas del actual FN. Fue la campaña lanzada por quien desempeñó el cargo de secretario general, Georges Marchais, bajo el lema Produisons français. Y Marine Le Pen, en un reciente libro titulado Pour que vive la France, no se priva de citar a antiguos comunistas que emiten en su misma longitud de onda.

A propósito de la segunda pregunta te diré que, de manera general, hay muchas fuerzas de izquierda que tienen pocos principios, en esto como en todo. Pero, tal y como está formulada la pregunta, es difícil dar una respuesta. No queda claro qué significa transgredir límites aceptados. ¿Aceptados por quien y en qué condiciones? Los antifranquistas no aceptábamos los límites impuestos, y lo mismo ocurre en todas las dictaduras. Cuando me refiero a los presos políticos cubanos hay quienes responden que no son presos políticos sino comunes. Es un círculo vicioso imposible de superar en el debate.

Y claro que hay fuerzas de izquierda que apoyan los asesinatos de los adversarios políticos. Están muy cercanos los asesinatos de ETA de adversarios políticos, que incluso en la actualidad son aprobados por algunas gentes.

Por no hablar de la abundante literatura de apoyo al régimen sirio cuando hace pocos años comenzó la movilización contra El Asad. Hubo ametrallamientos de manifestantes, bombardeos de barrios populares y encarcelamientos. Hoy se da un predominio yihadista entre quienes combaten a la tiranía siria, pero eso no debería hacernos olvidar que al principio se trató de una rebelión democrática y que fue reprimida a sangre y fuego, con el apoyo de gentes y grupos de izquierda de bastantes países.

Pero como sabes tu mejor que yo decir que «Marine Le Pen, en un reciente libro titulado Pour que vive la France, no se priva de citar a antiguos comunistas que emiten en su misma longitud de onda», no dice nada en contra de las tesis del comunismo francés, actual o pasado. Pensar otra cosa sería cometer una falacia de dimensiones considerables.

Tienes razón, Salvador, y haces bien en señalarlo. El hecho de que haya coincidencias entre el FN y el PCF no dice nada en contra de las ideas de este último. Lo que hay que preguntarse es si esas ideas en las que coinciden son justas o no lo son. Ese es el problema y no la coincidencia misma.

Y ahí señalo yo dos aspectos criticables: las fragilidades, empleo una palabra suave, respecto a lo mejor del liberalismo y un verbalismo patriótico que me parece pernicioso.

Aparte de esto, hay que constatar que coincidencias de ese tipo han favorecido el trasvase al que nos estamos refiriendo.

En cuanto a Weil, decías, y así lo entiendes tu también, no deben pasarse por alto los horrores de los que son responsables quienes se declaran de izquierda. Por supuesto, claro, del todo evidente. Pero hay horrores y horrores. En el caso de la denominada guerra civil ¿resultan comparables los horrores de unos y otros? ¿El holocausto español del que habla Preston tiene un referente muy destacado?

No está en cuestión aquí la envergadura de los horrores, y su comparación, sino si han de denunciarse solo los de un lado y callar los del otro, dado que al fin y al cabo son de los nuestros. Que no sean comparables no justifica el silencio unilateral. Este ha sido un comportamiento muy común en la izquierda. Y ese era el problema al que se refirió Simone Weil, creo que acertadamente.

De hecho, insisto, ¿no nos solidarizamos también en algunos momentos con las víctimas de algunos regímenes autoritarios dirigidos por una supuesta izquierda? Pienso, por ejemplo, en la crítica de numerosos partidos de izquierda a la invasión de Praga.

Cada cual tendrá que responder. La cuestión es si esa solidaridad se practica como un principio de aplicación general y no solo, por referirme a tu pregunta, en algunos momentos y en relación con algunos regímenes.

¿Qué significa eso que criticas de una concepción colectivista-organicista de los sujetos de la acción política? ¿Estás defendiendo un individualismo bien temperado?

Como sabes, me resisto todo lo que puedo a usar palabras que carecen de un significado claro y unívoco, y que pueden llegar a tener un peso notable en los debates. Individualismo es una de estas palabras. En el libro me sirvo de ella pero tratando de especificar el sentido que le doy.

Hay dos polos: la sociedad y el individuo. Cuando la balanza se inclina demasiado hacia uno de los dos lados se produce un desequilibrio nocivo.

El colectivismo organicista al que me refiero reduce a poca cosa la autonomía individual, refuerza el control social, ejerce una presión homogeneizadora, establece más normas de las necesarias para un buen funcionamiento de la vida social, margina o anatemiza a quien muestra discrepancias serias con las ideas preponderantes, acentúa las fronteras entre la colectividad y lo que queda fuera de ella.

Afirmas que el antiindividualismo de izquierda ha seguido existiendo hasta el presente. ¿Dónde observas ese antiindividualismo? ¿Sigue la izquierda desconsiderando los derechos y libertades individuales? ¿Sigue menospreciando al individuo «portador de conciencia moral y sujeto de derecho» y activo en las decisiones políticas?

Si hablamos de la izquierda en su conjunto, o sea de todas las personas de izquierda, afortunadamente los derechos y las libertades individuales han ido ganando terreno en las conciencias. Pero no faltan quienes se muestran condescendientes hacia regímenes que violan los derechos humanos y hacia tendencias contrarias a la autonomía individual y a la libertad. Esto que digo es muy palpable en ciertas actitudes favorables a la actual ideología indigenista andina, a la que he consagrado algunas páginas en el libro y sobre la que tal vez tengamos ocasión de hablar más adelante. También se advierte en los sectores de izquierda que participan en los movimientos identitarios de afirmación nacional o étnica, y que presionan a las personas para que den por buenas sus ideas nacionales.

No es ocioso, afirmas finalmente, que el colectivismo antiindividualista, invocando diversos intereses (de clase, de pueblo, de nación), sus derechos, su misión histórica o su pureza, «enmascara la dominación de unos individuos sobre otros». ¿Es así en todos los casos? Un ejemplo: el sandinismo, en su primera etapa, ¿qué dominación enmascaraba de unos individuos sobre otros? ¿El chavismo estaría para ti también en esa onda?

Es así, de manera general, en todos los regímenes dictatoriales. Se ensalza al pueblo, a la nación, al proletariado, a grandes conjuntos sociales a los que se dice representar, pero el poder lo ejercen minorías de individuos, que, ellos si, defienden encarnizadamente su posición y sus intereses individuales.

Ni el sandinismo ni el chavismo son ejemplos válidos.

El sandinismo, hasta que perdió el poder, no puso en pie una dictadura colectivista. Y, cuando ha vuelto Daniel Ortega, tampoco personifica un colectivismo antiindividualista. Los problemas van por otros lados: caudillismo, elitismo, corrupción.

Al poder venezolano se le pueden hacer reproches varios pero, a pesar de la acusada influencia cubana en Venezuela, no ha adoptado el modelo cubano y no creo que quepa conceptuarlo como una dictadura colectivista.

¿Sí, en cambio, como una dictadura no colectivista? ¿Cómo piensas tú lo que se suele llamar revolución bolivariana?

En lo que se me alcanza, aunque a veces, como ahora, uno se ve obligado a opinar de cosas que no conoce suficientemente, no la veo como una dictadura. Hay abusos de poder, un manejo de la mayoría que tiende a reforzar el poder personal, ciertas intromisiones en el poder judicial… pero, en pocas palabras, el régimen político venezolano mantiene un nivel de libertad, de pluralismo, de garantismo, que no permite tacharlo de dictadura.

Pero no es un sistema político que te merezca simpatía o admiración.

La política venezolana, y esto afecta al Gobierno y también a la oposición, está sobrecargada de pasiones. Estoy tratando de no entrar en el terreno de los sentimientos, que no ayuda especialmente al debate.

¿Estás entonces por una política sin pasiones, aséptica, técnica, pragmática? ¿Es eso posible? Por demás, ¿esa política despasionada no suele ocultar otro tipo de pasiones?

No me parece deseable ni posible. Ni en política ni en ningún campo de la vida. Simplemente, considero que se producen efectos negativos cuando se producen desbordamientos, una exhibición exagerada de los sentimientos y de las pasiones, esa sobrecarga a la que acabo de aludir, que se alimenta con insultos, descalificaciones, desprecios, arrogancia. Prefiero que se rebaje la dosis pública del elemento pasional lo que puede propiciar un debate civil más racional y provechoso.

Por lo demás, has afirmado que en todos los regímenes dictatoriales se ensalza al pueblo, a la nación, al proletariado, a grandes conjuntos sociales. Si es así, el sistema político francés, español, alemán, italiano, también serían dictatoriales… Suele ensalzarse siempre al pueblo, a los sacrificios del pueblo, etc.

Siempre se ensalza al pueblo, a la nación, la propia historia, real o imaginada, aunque hay países que lo hacen más comedidamente, como son Holanda o los escandinavos.

La clave del problema que estoy planteando se refiere a la relación entre el recurso a esas macro-entidades, a veces un tanto míticas, como son las comunidades de creyentes o las naciones, y la restricción de la autonomía individual, de los derechos de las personas y de las libertades. Siempre en nombre de esas entidades colectivas y supuestamente para defenderlas.

Pasamos al siguiente apartado si te parece: «Otros problemas característicos del horizonte ideológico y de la cultura asociativa radical.»

Me parece muy bien; vamos con ello.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.