La Agricultura Familiar en América Latina fue reconocida oficialmente en 2004, año en que se crea la Reunión Especializada de Agricultura Familiar (REAF). En el mundo, existen aproximadamente 36 definiciones, de las cuales 12 corresponden a América Latina [1]. En dichas conceptualizaciones se tomaron en cuenta una diversidad de variables que dificultaban su comparación; sin […]
La Agricultura Familiar en América Latina fue reconocida oficialmente en 2004, año en que se crea la Reunión Especializada de Agricultura Familiar (REAF). En el mundo, existen aproximadamente 36 definiciones, de las cuales 12 corresponden a América Latina [1]. En dichas conceptualizaciones se tomaron en cuenta una diversidad de variables que dificultaban su comparación; sin embargo, se determinaron algunos elementos comunes sobre la conceptualización de agricultura familiar, entre ellos: el predominio del trabajo familiar en las explotaciones agropecuarias, el/la jefe/a de hogar es quien administra la unidad económico-productiva y, también, el pequeño tamaño de la explotación y/o de la producción.
En base a estos criterios, la FAO propone definir a la Agricultura Familiar como:
«La Agricultura Familiar (incluyendo todas las actividades agrícolas basadas en la familia) es una forma de organizar la agricultura, ganadería, silvicultura, pesca, acuicultura y pastoreo, que es administrada y operada por una familia y, sobre todo, que depende preponderantemente del trabajo familiar, tanto de mujeres como hombres. La familia y la granja están vinculados, co-evolucionan y combinan funciones económicas, ambientales, sociales y culturales.» [2]
En nuestro país, el concepto utilizado en la formulación del Plan de Agricultura Familiar y Emprendedurismo Rural para la Seguridad Alimentaria y Nutricional (PAF) 2011-2014, es el que propone la Estrategia Centroamericana de Desarrollo Rural Territorial (ECADERT), y la define como:
«La Agricultura Familiar (AF) es la producción agrícola a pequeña escala, desarrollada en fincas que son unidades domésticas de producción y consumo, con mano de obra familiar no remunerada como principal fuerza laboral» [3]
Algunos autores cuestionan la conceptualización que hace la FAO de la Agricultura Familiar. Por ejemplo Gustavo Duch, si bien reconoce la importancia de los mensajes de la FAO, en el marco de dedicar el año 2014 como año de la Agricultura Familiar, orientados a señalar la importancia de colocar a la pequeña agricultura en el centro de la política agrícola de los países, pues es la principal productora de alimentos: «Son responsables de al menos el 56% de la producción agrícola» [4]; sin embargo le cuestiona a la FAO que no coloca el tema de la injusta distribución de la tierra, es decir, la poca proporción de tierra fértil en manos de la agricultura familiar, como prioritario en sus mensajes. El cual, considera, es un dato trascendental al momento de definir qué políticas son necesarias para favorecer la pequeña agricultura. Pues, basándose en un reciente estudio de la organización GRAIN [5], señala que el porcentaje de la tierra fértil en manos de la agricultura familiar apenas es un 24% del total, mientras que la cifra que ofrece la FAO es del 70%.
Para el caso de El Salvador, según el censo agropecuario 2007, la AF cuenta únicamente con el 29% de la tierra cultivable. Duch señala: «Ese debería de ser el mensaje central de este año internacional, y parece que la FAO lo esquiva (…) pero si verdaderamente entendiéramos que la agricultura a pequeña escala es el medio de vida de la mayoría de campesinas y campesinos del mundo y la que, según todos los datos, es la que tiene mayor capacidad productiva actual y futura de alimentos, denunciaríamos sin temores que la propiedad de la tierra está en otras manos y sirve a otros intereses.» [6]
Gustavo Duch considera que las políticas agrarias siguen favoreciendo la gran propiedad, pues se especula y aumenta el acaparamiento de tierra fértil por parte de monocultivos orientados a la industria alimentaria. Éstos, en los últimos 50 años, han triplicado su extensión y siguen ganando terreno, comparado con el escaso e injusto porcentaje de tierra que tiene la agricultura familiar (el cual se ha ido reduciendo). GRAIN señala que: «Muy rápido estamos perdiendo fincas y campesinos en muchos lugares, mientras las grandes haciendas agrícolas se hacen más grandes. Una de las razones por las que los campesinos están desapareciendo es el rápido crecimiento de las plantaciones de monocultivo. En los últimos 50 años, 140 millones de hectáreas – bastante más que la tierra arable de China – ha sido acaparada para plantar soja, palma aceitera, canola y caña de azúcar.» [7]
Entonces, en el año de la Agricultura Familiar se debiera reclamar, como punto central de la política agrícola, la redistribución de la tierra fértil en favor de la pequeña agricultura familiar, fuera de los mercados corporativos y especulativos.
[1] FAO (2014). Agricultura Familiar en América Latina y el Caribe. Recomendaciones de política. P.20
[2] Ibid. P. 26
[3] Gobierno de El Salvador, Plan de Agricultura Familiar y Emprendedurismo Rural para la Seguridad Alimentaria y Nutricional (PAF) 2011-2014
[4] FAO (2014). Agricultores Familiares. Alimentar el mundo, cuidar el planeta. Disponible en: http://www.fao.org/assets/infographics/FAO-Infographic-IYFF14-es.pdf
[5] GRAIN (2014). Hambrientos de tierra. Los pueblos indígenas y campesinos alimentan al mundo con menos de un cuarto de la tierra agrícola mundial
[6] Duch, Gustavo. La agricultura desposeída de la tierra. Rebelión. 4 de junio de 2014. En: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185538
[7] GRAIN (2014). Op cit.
Evelyn Patricia Martínez es Investigadora en políticas agrícolas y alimentarias de Fundación REDES-El Salvador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.