Mario Vargas Llosa definió en su día a Esperanza Aguirre como «la Juana de Arco» del liberalismo en España. Llegó a ensalzarla como «la mejor presidenta del Gobierno» que se podía soñar. No se conoce matización o rectificación alguna por parte del Nobel después de conocerse la altísima capacidad de Aguirre (cazatalentos muy cotizada en […]
Mario Vargas Llosa definió en su día a Esperanza Aguirre como «la Juana de Arco» del liberalismo en España. Llegó a ensalzarla como «la mejor presidenta del Gobierno» que se podía soñar. No se conoce matización o rectificación alguna por parte del Nobel después de conocerse la altísima capacidad de Aguirre (cazatalentos muy cotizada en el sector privado) para rodearse de corruptos durante sus años al frente del gobierno de la Comunidad de Madrid. A la vista de la investigación que nuestro compañero Manuel Rico está publicando en info Libre , la señora Aguirre ha ejercido más bien como Juana de Arco de ese capitalismo clientelar que desde hace décadas caracteriza un sistema político-financiero empeñado en considerar este país como su finca particular. Y a los ciudadanos mayormente como imbéciles.
De otro modo no se entiende que cuando se le pregunta por una empresa de su marido, de la que ella misma tenía el 39% del capital, la señora Aguirre dice que no contesta a preguntas «machistas». Si Aguirre empezó por autoproclamarse descubridora de la trama Gürtel y presume de que sólo dos nombramientos entre más de 500 le han «salido rana» (cuando hay decenas de investigados por corrupción en el PP de Madrid que ella ha dirigido con mano de hierro) ya no puede sorprender que simule con absoluto desparpajo un ataque de orgullo feminista con tal de seguir esquivando responsabilidades.
La documentación registral publicada por info Libre demuestra que la empresa Savial SL, fundada en 1993 por Aguirre y su marido, Fernando Ramírez de Haro, y receptora desde su creación de más de cuatro millones de euros en subvenciones públicas, adquirió en 2006 y 2007 acciones bursátiles por más de tres millones de euros. La empresa se dedica a la agricultura y la ganadería, actividades por las que percibe esas millonarias «mamandurrias» con las que Aguirre teóricamente quería acabar por considerarlas un derroche contradictorio con su pregonado liberalismo económico.
Cero explicaciones
Una empresa ganadera tiene perfecto derecho a invertir en Bolsa, pero resulta, como mínimo, extraño que lo haga cuando declara tener fondos propios negativos y solicita (y obtiene) créditos bancarios que dedica a jugar a la Bolsa en lugar de reequilibrar el capital, como la ley exige en esa situación para no tener que disolver la compañía. Algo más que extraña resulta, como comprenderá cualquier pequeño empresario (o simple particular), esa facilidad para obtener préstamos millonarios con negocios supuestamente ruinosos. Salvo que uno se apellide Ramírez de Haro y/o esté casado con Esperanza Aguirre. (Lo «machista», por cierto, sería dar por sentado que la señora no se entera de nada de lo que hace su pareja con las cosas del comer, siguiendo el ofensivo argumentario de la infanta Cristina o la exministra Ana Mato).
La entonces presidenta madrileña, hoy concejal del Ayuntamiento, sostiene que donó sus participaciones de esa empresa a su marido precisamente en 2005, justo antes de solicitar (con éxito) los créditos y de jugar a la Bolsa. No ha habido forma hasta el momento de que Aguirre muestre un documento que acredite esa donación, que concrete la valoración que se hizo de sus participaciones y el pago a Hacienda de los impuestos correspondientes. La misma Aguirre que reivindica la absoluta transparencia y defiende como mejor arma contra la corrupción exigir a un político que desnude lo que tiene «cuando llega a la política y cuando se va»… se niega a aplicar esa máxima consigo misma. Mucha risa, mucha campechanía pero nada de ofrecer las explicaciones pertinentes sobre unos hechos ocurridos mientras Aguirre presidía la comunidad y el PP de Madrid. Por no aclarar, ni siquiera aclara si cumplió la Ley de Incompatibilidades incluyendo en su declaración de bienes de 2003 que era accionista de Savial SL.
Sería un error considerar las andanzas empresariales del matrimonio Aguirre como «un caso aislado» o colocado bajo los focos simplemente por el hecho (ya notable) de que ella lo ha sido todo en la política española de los últimos 35 años (salvo presidenta del Gobierno, como ella quería y a Vargas Llosa le habría encantado). El cóctel en el que se mezclan empresas, subvenciones, créditos ventajosos, ingeniería fiscal, irregularidades contables y una agenda de nombres y cargos influyentes no es una charca en la que croan dos o cuatro «ranas», sino el ecosistema imprescindible para que el establishment español se mantuviera intocable durante el franquismo y en la democracia, en mitad de la burbuja inmobiliaria y también tras el estallido de la misma. Se trata de ese Capitalismo a la española detalladamente descrito por Juan Pedro Velázquez-Gaztelu en un ensayo así titulado, y en cuyo prólogo escribe Soledad Gallego-Díaz: «Es esa red de capitalismo clientelar la que supone un lastre para la modernización económica de España y no el derecho laboral…». Por mucho que se empeñen el Banco de España o esos altavoces mediáticos siempre bien dispuestos a pregonar el discurso del miedo, pero muy reacios a denunciar las «hazañas» de las Juanas de Arco del liberalismo y de todos aquellos que fomentan el permanente trasvase de recursos públicos al engorde de negocios privados. Las grandes «mamandurrias» se cuelan a menudo bajo el más sofisticado concepto de «reformas estructurales».
Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2016/06/08/aguirre_capitalismo_amiguetes_50838_1023.html