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Sobre la iniciativa de las mesas de convergencia ciudadana

Al compañero Taibo y otros anticapitalistas de buena voluntad

Fuentes: Rebelión

El compañero Carlos Taibo ha expresado su opinión sobre la iniciativa de las mesas de convergencia ciudadana, una iniciativa de hondo calado que pretende aglutinar a sectores amplios de la población en torno a un programa mínimo antineoliberal. Sus opiniones no tienen un valor sólo individual, sino que podrían reflejar el estado de ánimo de […]

El compañero Carlos Taibo ha expresado su opinión sobre la iniciativa de las mesas de convergencia ciudadana, una iniciativa de hondo calado que pretende aglutinar a sectores amplios de la población en torno a un programa mínimo antineoliberal. Sus opiniones no tienen un valor sólo individual, sino que podrían reflejar el estado de ánimo de algunas personas potencialmente interesadas en este proceso. A nuestro amigo Carlos, pero sobre todo a estas últimas, van destinadas las siguientes reflexiones:

  1. Taibo argumenta que la propuesta programática vertida en la convocatoria tiene un «cariz socialdemócrata» lo cual se demuestra, por ejemplo, en la elección del término excesivamente moderado de antineoliberal frente al de anticapitalista. En primer lugar el llamamiento no es exactamente una propuesta programática como la que pudiera proponer un partido. Se trata, por el contrario, de una plataforma mínima común destinada -eso es lo esencial- a agrupar a gente de un espectro social y político relativamente amplio, gente que no sólo esté verbalmente dispuesta a impugnar la salida neoliberal a la crisis, sino que además ha tomado conciencia de que esta es un asunto práctico y urgente. Ha tomado conciencia, en definitiva, de que es necesario movilizar no a un par de cientos o miles de ciudadanos muy conscientes, sino a unos cuantos cientos de miles o incluso a millones de ciudadanos para conseguirlo. Los que participan en este proceso probablemente tienen ideas distintas sobre muchas cosas, pero hay una importante que tienen/tenemos todos en común: sabemos que la historia la hacen las mayorías sociales y por eso no nos sorprende lo que está sucediendo en el norte de África. Y esto, a pesar de que muchos seguramente no han leído nunca un solo clásico de la izquierda alternativa ni probablemente lleguen a hacerlo en su vida. Esto no quita para que muchas de sus intuiciones estén más próximas a ellos que a las de algunos respetables eruditos. Aquella parte de la izquierda alternativa que no se conforma con las palabras necesita operar con el material empírico de un capitalismo concreto y particular. Y este se llama justamente «neoliberalismo», el trozo de capitalismo que nos ha tocando vivir a nosotros, un término consensuado por la mayoría de los economistas y sociólogos críticos que está permitiendo formar grandes alianzas sociales y políticas. No es casualidad: la palabra neoliberalismo explica muy bien la involución social que se consiguió imponer en todo el mundo por medio de la financiarización y la desregulación de la economía. Al hacer alusión a una realidad empírica, el término neoliberalismo da nombre a algo transformable en la realidad mientras que el término «capitalismo-en-general» sólo alude a un concepto que sólo subsiste en el ambiente amable de los ciclópeos debates teóricos y de las kilométricas escaramuzas nominalistas.

  1. El argumento del contenido excesivamente «socialdemócrata» del llamamiento se deriva de una vieja cuestión. En realidad es la misma que surge una y otra vez en los ambientes de la izquierda alternativa cuando esta debate la relación entre lucha contra el neoliberalismo y anticapitalismo y que tiene que ver con la vieja relación entre reformismo y rupturismo. Cuando el capitalismo se entiende como una cosa lógico-conceptual, como «capitalismo-en-general», la política se reduce a revelarle a las mayorías su modo de funcionamiento y a darles un par de buenas ideas con el fin de que un golpe revolucionario abra la puerta a una sociedad mejor Si, por el contrario, el capitalismo se entiende como una realidad en la que se van creando las condiciones para una sociedad más justa y sostenible, se trata de rebuscar las semillas de ese futuro en las personas que compartimos este presente, de agruparlas con el objetivo de crear un bloque social alternativo dotado del suficiente poder para crear otra cosa. Las circunstancias son las que dictan si se debe hacer en sucesivos procesos de reforma o en avances más rápidos y repentinos. En cualquier caso también las semillas plantadas en los tiempos del capitalismo regulado, que consiguió darle una vida digna a las mayorías en ciertos países, son eslabones perfectamente insertables en este largo y complejo proceso de lucha contra el neoliberalismo por mucho que el proyecto socialdemócrata tuviera graves contradicciones e insuficiencias. Por tanto, no se trata de denostar a la socialdemocracia en extinción, sino todo lo contario, se trata de resucitar sus semillas aprovechables de la misma forma que hay que resucitar todas las semillas sembradas por los proyectos emancipatorios a lo largo de la historia, y también de desechar las inservibles. El sectarismo formaría parte de este segundo lote.

  1. No se trata entonces de un problema de «espasmos de (hiper)moderación» frente a la solidez vanguardista de la «(ultra)radicalidad». Es algo mucho más profundo que todo eso. Se trata de optar individualmente entre dos posicionamientos: o bien por ver las cosas desde el ángulo lógico-teórico o de hacerlo desde una visión histórico-práctica, de ver hacinamientos, desempleo, falta de crédito para las PYMES, destrucción ambiental y necesidad de empoderamiento de la ciudadanía antes que definiciones y conceptos. Lo que reivindica este movimiento ciudadano no es la política de la lógica, sino la política de la historia, no la vida de las palabras sino la vida de esas personas que viven, aman, sufren y trabajan en el Estado español hacia principios del año 2011. Este mismo razonamiento se puede aplicar a las críticas vertidas por Taibo al uso de la palabra «sostenible» o de cualquier otra que pueda resultar sospechosa en el laboratorio de las ideas. Otra vez la titánica lucha mental por el concepto antes que la modesta, sufrida y capilar lucha real para dejar atrás un sistema político que no deja opinar a los ciudadanos, para dejar atrás una civilización que es social- y ambientalmente ruinosa.

  1. El tema sindical. No hay nada en el llamamiento que exculpe a los sindicatos y su posicionamiento en el tema de las pensiones, es claro y contundente en este asunto sin por ello tener que entrar a valorar el acuerdo firmado por los sindicatos. Pero no lo hace, además, primero porque el movimiento sindical -y también ese local de su propiedad- es una parte sustancial de la izquierda de este país, movimiento amplio y complejo que no se debe reducir en ningún caso a un acuerdo firmado por sus direcciones en un momento determinado. Segundo porque antes de firmar el acuerdo los sindicatos se habían sumado a esta iniciativa y no se puede descartar que acaben haciéndolo reconociendo implícita- o explícitamente el error cometido con la firma del acuerdo. Y tercero porque sólo es posible impugnar el neoliberalismo sumando actores, sólo es posible sumar actores llegando a acuerdos parciales y sólo es posible llegar a acuerdos parciales si entiendes que la otra parte no es un enemigo esencial y definitivo de tu propia causa sino que, a pesar de las diferencias, sigue habiendo cosas importantes que te unen a ella. Hacerlo de otra forma es dejar que sea el estómago el que piense y diseñe, y no la cabeza o el sentido de la perspectiva.

  1. Por fin nos gustaría pedirle a Carlos, y a todas las personas como ellas que abracen la causa de la justicia, la solidaridad y la sostenibilidad, respecto para con aquellos que estamos intentando cambiar el mundo con todas nuestras insuficiencias. La crítica de Taibo es de agradecer, nos obliga a pensar, a posicionarnos y a definir zonas aún pocos elaboradas de nuestro proyecto que son seguramente muchas y por eso le invitamos a que sea nuestro cómplice desde la distancia que él tenga a bien. Pero no nos engañemos: por una simple cuestión de economía del tiempo a veces tenemos que prescindir de los placeres que abren la lectura de textos bellos y coherentes, llenos de chisposas metáforas y sutiles giros verbales pero irremediablemente alejados de la realidad cotidiana de la mayoría de los hombres y de las mujeres explotados, hacinados, angustiados y humillados de este país, que son los que más nos preocupan e interesan. Algunas personas de buena voluntad tal vez no tengan esa aguda e intachable conciencia «anticapitalista» que sería de desear. No es ninguna casualidad pues el neoliberalismo es una auténtica trituradora de sensibilidad social e implicación política. Pero muchos de los que estamos convencidos de la necesidad de una organización solidaria de la economía y de la sociedad, así como de un sistema político mucho más participativo y próximo a los ciudadanos, pensamos que al principio no está el «verbo» (anticapitalista) como dice el Génesis, sino el «hecho» (antineoliberal) como dijeron Goethe, Marx y gente así de interesante. Respetamos los argumentos de Carlos y sería estupendo tenerlo entre nosotros. Pero te pedimos que entiendas que para nosotros todo esto es mucho más que un simple argumento, es más complicado, delicado y arriesgado. Aunque también mucho más divertido y enriquecedor: es una iniciativa práctica para intentar cambiar efectivamente el mundo y no sólo para interpretarlo. Te esperamos.

Armando Fernández Steinko, Jorge García Castaño, Carlos Martínez, Rafael Pillado, Juan Torres, Roberto Viciano

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