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Alain Touraine y la sociología volátil

Fuentes: Rebelión

A inicios de la semana pasada, cuando los pueblos de Bolivia cercaban La Paz y el presidente del país andino presentaba su renuncia por segunda ocasión, Alain Touraine (1925), teórico de los movimientos sociales y de la «sociología de la acción», declaró en México: «En América Latina no pasa nada…» La sociología touroniana puede resumirse […]

A inicios de la semana pasada, cuando los pueblos de Bolivia cercaban La Paz y el presidente del país andino presentaba su renuncia por segunda ocasión, Alain Touraine (1925), teórico de los movimientos sociales y de la «sociología de la acción», declaró en México: «En América Latina no pasa nada…»

La sociología touroniana puede resumirse en pocas palabras: leer para creer, no ver para negar. Sus devotos rebatirían una generalización tan contundente. Sin embargo, Andrés también existe. Andrés es un chico de la sierra norte de Puebla que lava automóviles a partir de las 6 de la madrugada, me guarda La Jornada y a veces revisa sus páginas.

Con el índice señalando la «Rayuela» del jueves 9 de junio, Andrés preguntó: «oiga, licenciado… ¿qué quiere decir esto?» (Andrés siempre me dice «licenciado» y yo siempre respondo «más licenciado serás tú».) Sin mi dosis de café matutino, leo: «¿Cuál democracia?» Veo la primera plana: «Alain Touraine: la democracia, en peligro de muerte». Le explico. Andrés responde: «Ah, pos sí… ahora entendí».

Subo las escaleras diciéndome: «…’ta madre… ¡qué esfuerzo!» Qué esfuerzo el de nuestros pueblos para desentrañar lo que dicen personajes como Touraine, «…una de las figuras centrales del pensamiento contemporáneo». Los pueblos de América Latina ya los están desenmascarado. Y creo que Andrés va en camino. Al menos estuvo, con toda su familia, en la marcha de apoyo a López Obrador.

«En la mayor parte del mundo lo que impera es la incapacidad de pensar, actuar, prever y hacer proyectos para el porvenir…», declara Touraine. «Es un mundo que no se piensa e inclusive en este continente no veo grandes corrientes de pensamiento (sic)…», agrega.

Necesito otro café. Aunque un par de tragos no caerían mal. Sigo con el masoquismo mañanero: «…lo que manda son las finanzas, personas que se interesan en la plata, no en la producción». Vaya aporte al «pensamiento contemporáneo». Me quedo mirando por la ventana y entablo diálogo con un pajarito:

-¿Recuerdas cuando Touraine se reunió con Carlos Menem, y luego escribió: «Es sorprendente comparar el paralelismo que existe entre la evolución política de Argentina y el proceso que viven otros grandes países occidentales, en los que se produjo lo que se puede definir como una revolución liberal (sic)» (revista Noticias, Buenos Aires, 16/05/95)?

El pajarito: Es tu culpa.

-¿Qué culpa? Touraine fue el gran gurú de aquellos «científicos sociales» de los partidos pragmáticos multiusos que nos llevaron a esta miseria del pensamiento que ahora deplora.

El pajarito: Y bueno… ¡Es francés! ¿Qué sabes tú de su original y sincrética concepción «accionalista» que definió de un modo preciso los movimientos sociales, haciéndolos inclusivos de la noción de «clase social»? Touraine sabe mucho y tú ni siquiera eres licenciado.

-¡Pinche pájaro contaminado! ¡Ya te aviento! ¡Seguro que te mandó Toni Negri!

Pajarito: Nadie me envió. Soy partidario de la libertad. Touraine me enseñó que debo pensar en función de mi comida. La idea touroniana de «movimiento social» tiene el mérito de haber atisbado con clarividencia que la idea tradicional del sujeto revolucionario, o transformador de la sociedad, había entrado en crisis.

-¿O sea que tú crees que la concepción «accionalista» de Touraine, que la «autonomía» de los movimientos sociales incluye el análisis de clase? Eso ya lo dijo el italiano Sylos Labini, quien al igual que el «original» Touraine mezcla a Marx, Weber, Durkheim y el funcionalismo estadunidense y prefiere buscar en América Latina una semejanza con su propio universo para explicar el porqué de las diferencias.

Pajarito: Creo en la conciencia intestinal, único modelo viable. En cambio, tú crees en las ideas y sigues en el siglo xix, cuando todo indica que las clases sociales deben ser realistas y buscar paliativos a la crisis dentro del sistema.

-¿Qué sistema?

Pajarito: ¡La democracia, pues! ¿qué más? Para Touraine, los cuatro requisitos de la democracia son: 1) la existencia de un espacio político reconocido (la «ciudadanía»); 2) la separación de la sociedad civil y el Estado?; 3) la presencia consciente de un principio de igualdad entre los individuos, y 4) la existencia de grupos de interés «reconocidos y organizados de tal manera que las instituciones representativas corresponden a intereses representables, previamente organizados».

-Todo eso suena perfecto, pajarito. ¡Treinta años repitiendo lo mismo! ¿La democracia? ¿Qué democracia? ¿La democracia es un «sistema» o un principio?

Pajarito: Ambas cosas. La clase obrera y los sindicatos fueron sólo un fenómeno pasajero relacionado con el desarrollo del capitalismo industrial. Hoy conviene ser democrático.

-¿Y cómo haces para evitar que un gato acabe contigo?

Pajarito: Soy «realista». Vuelo.